El deporte como expresión del calor humano

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.   

 


El domingo, 11 de noviembre, se celebra aquí, en el patio de la Iglesia de ladrillo de San Francisco, en la casa de ejercicios, barrio de Guadalupe, en San José de Costa Rica, a las 9 de la mañana una carrera atlética de colores, deportiva, que tendremos el gusto de bendecir y echar a andar, perdón por la expresión; la carrera, la IV que se ha hecho ya internacional, y querida por este barrio de Guadalupe, esperamos que lo sea por toda la ciudad de San José e incluso por toda la nación, porque ello llenaría y pagaría, de alguna manera, el esfuerzo tan generosamente llevado a cabo por un excelente grupo de los Cursillos de Cristiandad de esta Ciudad, que tanto admiro. 

Por supuesto que os podéis imaginar que los esfuerzos por hacer de esta manifestación una realidad deportiva poderosa desde una visión nacional e internacional, e invitar a los agentes nacionales deportivos para interesarse por el hombre, dando más vida al deporte, se abre a situaciones de todo tipo humano y social, haciéndonos pensar, que efectivamente, esta es una forma de amar a la gente. En nuestro patio de asfalto, se reúnen muchas familias que se divierten sanamente, comen y hablan como amigos y hermanos, exponen sus ideas, se escuchan, ríen y comentan, critican objetivamente lo que pasa en su medio, y asisten a esa nueva situación que pide su palabra y acción nacional que la prensa les presenta a diario matizando sus contenidos y buscando soluciones incluso internacionales, mientras los niños corren de aquí para allá sancionando con su alegría la verdad del momento. Se vive, me parece, la emocionante experiencia de ver cómo se hace pasar un buen rato a nuestro Cantón de Guadalupe, de motivar a los mejores deportistas de la nación y extranjeros que participan en la carrera, de hacer sentir la honestidad y sentido de la justicia más entrañable a la hora de repartir los premios, y de gozar auspiciando el buen hacer de muchos cursillistas, cada uno es supuesto y todos en el de todos, que en estos instantes anteriores a la carrera aseguran el momento crucial de la partida de los corredores.

Por otra parte qué impresionante, en el mejor de los sentidos, resulta moverse entre los centenares de corredores que se alinean en la carretera frente a nuestro patio, saltando para calentarse y ponerse a punto, mirando al mismo tiempo a un lado y otro de la vía, como queriendo dominar todo lo que allí ocurre en su caliente cabeza, y sacarle al asfalto el secreto que esconde los esfuerzos y premios de la lucha por lo que vale la pena, y que les entrega, al mismo tiempo, en sus ojillos de jóvenes acostumbrados a la verdad y al esfuerzo físico y mental, la idea de que el triunfo implica futuro, esfuerzo y empeño, esa verdad de que unos logran casi siempre vencer, en claro, en la conciencia de casi todos, pero que no impide tampoco eso de que todos lo hagan con la alegría de saber que algún día, también ellos pueden ser y experimentar el gozo evidente que hoy enseñan los que triunfan, esos que hoy ganan. Ese es, al final, el secreto de la lucha por la salvación de la historia. Es, si queréis, la incertidumbre de ese futuro entrañable que a todos nos alienta interiormente, empujándonos al esfuerzo por la conquista de lo que sabemos está siempre detrás de la ilusión pensada y la confianza en uno mismo, abierta, cómo no, a una autoestima poderosa y libre. La emoción entre todos es enorme, y les puede en muchas ocasiones, intentando acercarse, lo más posible, a la raya de salida. Y qué difícil, por otra parte, lograr que ninguno de ellos pase la raya. Tanto los varones como las damas aparentan la alegría del triunfo en el que casi todos piensan, aunque, racionalmente hablando, todos saben, qué duda cabe, que solo los primeros, ahora, entre ellos y ellas van a ganar su trofeo. 

Todo esto sucede y ocurre en una carrera como la que en estos días nos han hecho ver nuestros esforzados cursillistas, que viviendo en un mundo real al que conocen y quieren, ven como lo más natural que el deporte es parte importante del hombre, y que a ellos como cristianos les importa todo el hombre, y todo lo del hombre sin dejar nada atrás. Eso es lo que al final buscan, estos hombres que quieren ser de Cristo, la oveja perdida a la que su Señor da la máxima importancia. Y qué buena es la experiencia tenida año tras año, porque les veo que cada vez vuelven con más fuerza a preparar todos los adminículos integrantes de la carrera, nada ni nadie les detiene. Y decimos pequeñas cosas porque a ellos les iría mal otra forma de ver la realidad, pero no es fácil, seamos honestos, y eso me lo sé muy bien por mi experiencia en la creación de la Universidad católica de Panamá, buscar dinero para cosas con futuro, lidiar con el dinero, enfrentarse a la situación económica que la ocasión, aquí la carrera, crea y exige. Qué bonito, me parece, verles cada año, inmaculados, limpios, sin rencores con el pasado, duro, que me consta,... se olvidan del todo, de todas y tantas peripecias del ayer, cuyo recuerdo podría alentar en ellos momentos negros, amargos, y sólo cuenta en su conciencia la alegría de verse retratados en la satisfacción de los corredores que manifiestan su verdad en la organización, casi exacta, de la carrera, en el esfuerzo por remunerarles con justicia a cada uno, según sus méritos, y en la generosidad porque nadie se marche sin algún recuerdo de este evento en el que, seguro, todos los atletas pusieron sus enormes emociones y esfuerzos al servicio de la carrera para llegar al final, su propio final, como personas deportistas en esta ocasión.

Después viene el gozo de unirnos para celebrar lo bien hecho, porque hoy, hermanos, necesitamos cosas bien hechas por parte de todos. Hoy nos hacen falta buenos ejemplos, testimonios de que somos hermanos, y de que mutuamente nos importamos. Si, yo me sé muy bien que hacemos múltiples cosas por los hombres, los políticos hacen carreteras y algunas cosas más, no muchas, los abogados hacen algunos juicios decentes, los empresarios ganan muchos dineros, los deportistas más famosos, los grandes del fútbol, béisbol, etc. reciben dineros que no se ganan... y así nos va en el mundo. Pues bien, aquí hemos podido ver y vivir la alegría de un esfuerzo porque unos atletas salgan adelante con su vida deportiva, siquiera una vez, convencidos de que hay hombres que buscan de verdad el reino de Dios, hay quien se preocupa de que los atletas se muevan y estén tranquilos en su mundo deportivo, en la seguridad que da la confianza de que hay también otros hombres que nos entregan el espectáculo de su esfuerzo y la alegría de comulgar todos en ese ideal bello de que el deporte es bueno para todo, en el hombre.

Y veis como en un momento hemos visto bien definida la realidad comunión de los hombres en esas tres últimas líneas del párrafo anterior. Y es que no es difícil hacer comunión entre nosotros, si fuéramos conscientes de que el esfuerzo de cada uno es importante para el buen hacer de una comunidad que quiere efectivamente ser mejor, pero que necesita el aliento de los más fuertes en cada profesión, para atraer después a los que están mirando y ver que hacen los demás, pero eso siempre ha sido así. Y por ello es necesario digámoslo el líder. De hecho el cursillismo es la conciencia clara de que los líderes son posibles, claro, minada su conciencia del mal hacer, y satisfechos porque el buen hacer además de hacer ética, santifica, y más que todo es un hacer constante para dar nombre a su realización de cristianos Desde todo lo que hagamos podemos y debemos hacer comunidad. Por supuesto, el deporte es una ocasión única y bella y bien gratificante en todos los sentidos, para los que lo promueven, que se convencen de que todo es posible con la responsabilidad de lo que acometen. Para los que lo viven, porque son jóvenes porque se les aclara un camino necesario al futuro. Porque sobre todo ven un buen ejemplo tan necesario en estos tiempos. Hoy necesitamos los buenos ejemplos, muchos buenos ejemplos. E imaginaos a cientos de jóvenes corriendo pensando sin duda como dice San Pablo en llegar los primeros... o en todo caso en llegar...”He peleado un buen combate, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida”. (Pablo 2ª a Timoteo 4,7)

Pero en todo caso, el cultivo del deporte, es la atención clara a una necesidad humana urgente, hoy. Hoy más que nunca, pues, habría que atraer al deporte, cualquiera de ellos, el atletismo, etc a tantos de nuestros jóvenes que no tienen una orientación clara y definida, que no saben lo que quieren debido, en muchos casos, a la comodidad que enerva y embota en la familia, en otros, a la pobreza y desilusión que crece en el mundo en que se mueven y sufrimos. Habría que atraerlos para hacerles respirar fuerte y a gusto mirando al cielo. En fin que necesitamos todos los recursos humanos para llegar a nuestros jóvenes y me parece que el deporte, no solo atrae, sino que construye y levanta, entusiasma y da salud. 

Quiero felicitar finalmente a estos mis cursillistas a los que amo de corazón, porque aunque no lo crean están haciendo algo no fácil, pero qué bueno...! Y en todo caso tremendamente cristiano, cómo no.