El Amor de padres a hijos

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F. 

 

 

La cosa pareciera muy sencilla, incluso, tan natural, como diríamos. Lo normal, lo natural es que la madre ame a sus hijos. La madre por ende debe amar a su hijo, a sus hijos e hijas. Esto,... no se discute. Pero, y el padre, ¿qué? Por supuesto, por que es muy claro. Pero cuando miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta de los tremendos problemas familiares en lo que a este tema se refiere, y de las fallas contundentes en esta labor de formar a los hijos, cosa que evidentemente entra de lleno, dentro de las grandes obligaciones de la relación de la pareja. Y os tengo que decir además que esto es parte importante de lo que llamamos formación humana de verdad.

Pues, por lo dicho hasta ahora, bien podemos ver que el amor a los hijos, debe ser, del padre y de la madre al mismo tiempo. Porque, incluso, cuando el niño depende más de la madre, es decir en los primeros momentos de la vida del niño, nunca debe la madre tolerar que el padre no ponga su parte, y menos hablarle en contra de su papi. Yo sé que muchas veces no se hace así, incluso muchos papas se excluyen, en la idea de que ellos ponen el dinero, y lo demás es de la mamá. ¡Qué disparate...! Y no me digáis, que esto no es muy común, hoy día. Por tanto a través del diálogo diario, o del modo que sea, tiene que quedar bien claro, que la formación del chico es de los dos. 

Esta es la única manera de que tengamos a la hora de la verdad un “yo” infantil auténtico, o un yo desfigurado desde la infancia hasta su adolescencia e irresponsable durante toda su vida. Pero no debemos dudar nunca, de que los cambios originan diferencias. Es evidente que el niño va cambiando, y en sus cambios los padres deberían ser capaces de ver en el amor, las diferencias en el comportamiento total, para saber siempre a qué atenerse respecto de ellos, es decir en sus sentimientos y afectos, en su capacidad de aprender, en sus inseguridades personales, en su responsabilidad de responder a los diversos momentos que en su casa, o sus compromiso personales, más tarde, piden su intervención, tanto de niños, como de adolescentes o jóvenes. 

Claro, los niños y jóvenes, empiezan a definirse a sí mismos cada vez más en términos de comunidad, de grupo y categorías como la edad , el sexo, y los logros educacionales. Hay que prestar atención a estos momentos. Los papás deben ser siempre los guías y testigos del crecimiento, en todos los sentidos, de sus hijos, con su escucha, su atención, su consejo, su amor. 

Tan importante es para los padres, saber conocer a sus hijos, como tener una conciencia clara de que ellos se conocen muy bien, y se aceptan a si mismos, es decir, de que su auto-estima está en su punto mejor. 

Las mamás en los primeros días del nacimiento de su hijo, o más tarde conforme el niño va creciendo, pueden cometer algunos errores, por rencor, odio, infidelidad, falta de perdón o venganza del amor, al sentirse solas o medio abandonadas y traicionadas. Con eso no adquirís ningún derecho para insultar al padre o negarle. Y todo lo que hagáis en contra de él, se volverá contra vosotras. Pero, me parece, es siempre un error ignorar al padre. 

Por supuesto, que si hay amor en la pareja, eso nunca sucederá. Pero como debemos ser realistas, y entender el mundo tal como es, sabemos muy bien que esto, en muchas ocasiones, no sucede así. Sin embargo quiero advertir a la madre o mujer, que aún en este caso, nunca debe prescindir del padre. Primero, porque es evidente que hay que luchar por poner el amor mutuo, de la pareja, por encima de todo, y siempre. Y además porque jamás hay que desconfiar de que podamos salvar las pequeñas o no tan pequeñas diferencias que entre la pareja existan. Si no hay valores religiosos, confieso que, a ratos, es difícil salvar estas diferencias. Pero si estos valores religiosos están claros en la pareja, estoy seguro de que pensaréis como yo. Jesús en el trato con sus apóstoles nos da un camino al encuentro entre nosotros. Jamás desconfió de sus apóstoles, ni de que no pudieran cambiar,... y de que se las jugaron muy sucias y feas, no hay que dudarlo. Recordáis, por ejemplo, la negación de Pedro... Jesús, simplemente, le miró con cariño. ¿Cómo es posible, entonces, que hoy, tengamos nosotros, tan poca paciencia unos con otros? 

A pesar del título del amor de los padres a sus hijos, soy consciente de que muchas veces son las mamás las que, lamentablemente, tienen que dar la cara por sus hijos... Hagan un esfuerzo, por creer en sí mismas, piensen en la necesidad de ver crecer a sus hijos enteros, y en la alegría de ver y gozar el desarrollo de su identidad, la que no os debe pasar desapercibida jamás, y esto, a no dudarlo, os hará ver la necesidad de estar los dos juntos, pase lo que pase, y pese a quien pese. Cuando el hijo os pueda necesitar, por tantas razones y contradicciones que su desarrollo y maduración suponen y exigen, ¿no os gustaría estar los dos abrazados delante de ellos, asegurándoles con vuestro gesto que vivís unidos, también, para darles seguridad e identidad de familia, velando cada noche, por sus múltiples miedos ?... 

Entonces sí, estoy seguro, y a pesar de todo, amaríais a vuestros hijos, de verdad. No lo dudéis, vuestras prácticas de crianza serán luz y vida en la ternura sonriente de vuestros niños, que al miraros de pequeños, seguros en su debilidad, os dirán: Papis,... os quiero porque os amáis, y os amo, porque me amáis, y soy feliz.