La educación y el Hogar II

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.   

 

 

Ya hemos presentado el primer artículo sobre este tema, pero como os decia tendríamos que volver sobre él porque, la verdad, tiene mucha importancia, y sobre todo es también muy actual. 
Creo que ha quedado claro que la educación en el hogar está intemamente ligado al del amor. Soy de los que creen, que, sin esto, difícilmente se puede hacer algo de provecho en el hogar, en lo que a la educación y formación del hombre se refiere. El amor es el integrador supremo de todos los valores del hogar. Donde hay amor se escucha a la pareja, se la aprecia, jamás se la desautoriza ante los hijos, cosa muy frecuente en nuestro medio, hoy, no hay golpes, no hay gritos que desentonen la paz del hogar, o pongan en el piso la autoestimna de la persona que debe ser amada, no hay malos entendimientos de la realidad de ambos, no se acude a papá y mamá, hay diálogo, y sobre todo se conserva la presencia real del ser amado en el que ama. Era el filósofo Marcel quien nos decìa que estamos perdiendo el sentido de la presencia del amado en el corazón del que ama. Y claro está, esto no debe extrañarnos, si vemos las condiciones que hoy el mundo presenta en nuestra sociedad. El premio nobel de Literatura del año 98, el Portugués Saramago nos recuerda:”me gustaría que las personas fueran conscientes del mundo en que vivimos, no soy contrario a la ciencia pero el ser humano debe ser respetado”. Yo diría, que con ser esto muy importante, el ser humano, primero tiene que aprender a respetarse a sí mismo. Es desde ahí, desde donde se aprende a ser hombre de verdad, e incluso se puede aprender a amar. 

Cuando los hijos contemplan la realidad amorosa del hogar, cuando observan que papá y mamá se aman, y en el hogar, eso aparece claro, todo lo que contemplan y viven, los hijos, es asumido con alegría, y las respuestas que ellos dan, son las adecuadas a las necesidades del hogar, a su propia educación, presidida, cada vez que se hace necesario, por la intervención amorosa y tierna de los padres, que ponen el punto adecuado a cada situación diferente, que en el hogar se presenta, y que saben asumir los hijos. Los padres aquí, tienen la autoridad necesaria a la buena marcha del hogar. 

Todos sabemos que esto, es un tema de transcendencia urgente en nuestro medio. Cualquiera que observe hoy nuestra realidad hogareña se dará cuenta inmediatamente, de que lo que falta, es autoridad. Cómo se quejan, cuando vienen a hablar con nosotros los padres, de que los hijos, no les obedecen, de que no hay forma de poner paz, u orden en el hogar. Conscientes de que muchas veces hemos querido hacer del grito y la imposición, o del palo, el camino a la autoridad. Cosa imposible, hoy. 

Todos sabemos también, cómo ellos asumen su conducta, porque rechazan la de casa, de lo que hablan entre ellos con sus amigos o grupo de diversión. Es evidente que lo que, sale de ellos, les gusta, y por eso quieren estar con sus amigos, en lugar de estar en casa, donde pierden el tiempo y se aburren, sin el prejuicio, además, de que no quede nada en su corazón que tenga sabor a sus padres, según ellos, muchas veces declaran. Claro, aquí es imposible toda acción educadora, y ya se nos hace evidente, la imposibilidad de hacerles ver, en el amor, que la corresponsabilidad en el hogar, es cosa de todos, e importante a su formación, y comprendemos, cada vez más claro, por que los hechos así lo afirman, que en la calle, no se educa nadie. 

Y es, que al faltar la mutua comprensión, la integración de esa relación matrimonial, no solo se ha roto la autoridad, se ha roto sobre todo, el lazo que une a los hijos con sus padres, la confianza del uno en el otro, y se hace imposible todo trato serio, y si es que se da la conversación entre padres e hijos, que parece poco claro, también desaparece en nuestra conciencia, toda posibilidad de formación o educación de nuestros hijos, porque comunitariamente nos desabilitamos para hacerla un hecho, sin amor, y ser conscientes, además y con dolor, por supuesto, del imposible hogar que soñamos. 

Creo que se ve con claridad cómo el amor es el nexo de todos los valores, y que sin él, desaparece toda posibilidad de entendimiento mutuo. Como se ha probado, también, que la calidad de la vida, no siempre se mide, por el nivel de bienestar material de que dispongamos. Y aquí nos viene, además, de perilla, como se dice, la importancia de la vivencia religiosa en el tema del amor matrimonial. El amor es el eje de la familia, y por tanto de la educación familiar, porque es el centro de la pervivencia de pareja, pero estoy convencido que él, es imposible si no arranca del amor a Dios, más, si no estamos convencidos de que todo amor viene de Dios. Hoy no es posible superar los inconvenientes que la vida nos impone, sin este condicionamiento del amor. San Pablo nos dice (Cor 13, 5,8) que el amor es paciente, que todo lo tolera, que todo lo aguanta. “No actua con bajeza, ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra de algo injusto, y siempre le agrada la verdad. El amor disculpa todo; todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta”. Igualito que lo que vivimos hoy... 

Y Pablo, es claro, jamás habla en sus temas de otra perspectiva que no sea la de Dios. Decidme si es posible, por otra parte, si lo que acabamos de citar de S.Pablo se puede vivir sin esta coherencia necesaria del amor a nuestro Dios. Por ello, que pena que tantos hombres y mujeres se aparten, hoy, tan facilmente de Dios. 

¿Qué se puede esperar de la educación de nuestros hijos, sin Dios?.