A vueltas con la felicidad

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    

 

 

Creo que alguna vez os he dicho ya, que la felicidad es un tema que está de moda entre los filósofos de hoy. Por supuesto que sería muy bueno que este fenómeno se fuera abriendo paso en nuestra disolvente cultura moderna. Porque de que necesitamos la felicidad, a toda prisa, eso, ni dudarlo.

En nosotros no es que falte esta idea, al menos como un gran deseo de ella, pero mal que bien la vamos soslayando, y hasta intentamos deshacernos de ella, y por ello, la pregunta por la felicidad tal vez se nos hace imposible, al no ver caminos que nos puedan llevar a alcanzarla, y al final no nos encontramos con la necesidad de afirmar que efectivamente la felicidad es un tema bien humano, es necesaria para el hombre, y de tal manera estamos fuera de nosotros mismos que, quisiera decíroslo, os estoy sugiriendo que tiene que haber una trocha desde donde podamos dar con ella. Pero quizá, me creo que estamos en situaciones en las que, como que a los mayores no se nos ocurre plantearnos la felicidad en directo, los otros no la ven como necesidad, y el tema entonces se presenta francamente ocioso, o al menos intempestivo, y en cada momento, hacia el futuro, sin interés aparente.

Y mirad que os acabo de insinuar que la felicidad es del hombre y solo de él. No hay otro ser en el universo que pueda plantearse esta pregunta Y ¿cómo sería de otra manera?. Mi idea es que todos nos movemos en torno a su envoltura, y damos mil y una vueltas por hacernos con ella. Y la cuestión verdadera es que después de muchos intentos, porque no me digáis que no la hemos buscado, como que caemos muertos y desilusionados, por la falta evidente de esta felicidad, que se nos esconde o huye de nosotros y de tal manera, que a veces hasta la vida también nos parece sin sentido, precisamente por la carencia de lo que es necesario a su verdadero desarrollo, de lo que tendría que hacerla diferente si tuviéramos la felicidad en nuestras manos,... tan difícil nos resulta su búsqueda que me atrevo a preguntaros... Pero ¿en verdad creéis que ella es necesaria al vivir humano con dignidad?

Y os diré con rotundidad que sí, que es verdad, que la felicidad es un tema humano por excelencia. Y que personalmente no sé como podría yo aguantar una vida, esta mi vida, si ella, a cada momento que la pienso y la vivo, no me diera justamente el sentido de lo que hago.

Creo que ha sido una tremenda confusión la que hemos tenido los hombres en siglos pasados, los llamados de la iluminación, o empirismo en general, desde los que aprendimos a engañarnos con la autosuficiencia humana, el hombre comenzó a inventar y crear cosas maravillosas, y le parecía vivir en un contexto de verdadera satisfacción personal, y así hasta el momento actual. Se nos caía la baba afirmando u oyendo que el hombre tenía en sí mismo todas las razones de la vida. Que el hombre era suficiente para dar razón de todo, y por supuesto, de sí mismo. Fue aquí, me parece, donde empezamos a vivir una nueva experiencia desde la que todo empezaba y terminaba en nosotros mismos, egoísmo individualista, o postmodernismo, que rompía cualquier camino al encuentro con nuestra realidad personal, y por ende, a ese deseo tan manifiesto de ser felices en nuestras vidas. Y ha sido aquí también, donde nos hemos atascado como hombres y estamos, justamente ahora, en una andadura difícil de aceptar.

Y sin embargo, fue en estos siglos precisamente, XVIII, XIX y XX donde se vuelve a pensar que la felicidad, a pesar de todo, tiene una función fundamental en el hombre. Claro, atados a las ideas y exigencias de los tiempos, nos dieron una respuesta, muy acomodada al sentir de los Ingleses, en general, como Jeremy Bentham, padre del utilitarismo. Y así, la felicidad es la utilidad de lo placentero: “El lugar prominente asignado aquí a la felicidad hace del utilitarismo una teoría intuitivamente verosímil, dada la importancia que posee en la vida de cualquier persona la aspiración a ser feliz. Por otra parte, al exigir que se tengan en cuenta no solo los intereses del propio agente, sino de todas las personas afectadas por su conducta, el utilitarismo se constituye, nada menos, que en la formulación teórica del sentimiento de benevolencia universal, con lo que refuerza su posibilidad inicial”. (Diálogo Filosófico. Leonardo Rodríguez Duplá. La recuperación de la felicidad en la filosofía contemporánea; 5 la idea de felicidad en la tradición utilitarista, pg. 207) Como veis aquí el utilitarismo parece ser una puerta abierta a las exigencias de justicia social, inquietante en estos siglos, y seamos honestos, estoy seguro que de alguna manera contribuyó a esta viva conciencia que hoy tenemos de los derechos humanos, una vez salvadas las luchas pasadas por la adquisición de la justicia social, hoy un valor claro en Europa y América del Norte. Ahora ya no se piensa solo en uno mismo, sino que se sabe al lado de otro a quien se tiene que querer para desearle, al menos, la felicidad que uno tiene.

Pero el problema que esta teoría nos crea, es precisamente que nos da como idea de felicidad el placer. El hombre será feliz, si se completa en los intereses de su placer. Claro, esto visto de frente parece muy bruto, porque da de lado todo el mundo del pensamiento y la afección, y sobre todo, porque nuestra experiencia nos ha dado una visión clara, diría yo, de que no es este el total camino de la verdad. Ellos intentaron purificar muchas veces este sentido del placer, y asi, Mill E. decía que “él prefería ser un Sócrates insatisfecho, que un cerdo satisfecho”. Andando los tiempos, y al aire de la filosofía de un Max Scheler, siglo XX, que nos ofrece un acercamiento notable a la teoría de los valores, se acomodan a esta nueva idea desde su empirismo tradicional al pensar en la felicidad, e incluso, la abren al mundo de los valores, para no ser menos que los demás en el mundo de las ideas que importan para el hombre en esta Europa del siglo XX, pero claro, visto siempre desde esta perspectiva empirista que al final, no nos ha dado, porque no la tiene, la respuesta adecuada a las exigencias del hombre espiritual que busca, sin ir más lejos el Personalismo actual. No es posible negar la espiritualidad del hombre, si queremos encontrar de verdad el camino a la felicidad que necesitamos. Manuel Mounier nos dice que como regla general hay que sacar al hombre de la miseria fisiológica y social para que acceda a los valores superiores.

Ya en los primeros tiempos de la filosofía, es decir en la Grecia clásica, Aristóteles en su famosa obra Etica a Nicómano nos da una idea de felicidad que consiste en la actividad del espíritu por el conocimiento de la verdad, actividad que es conforme a la naturaleza del hombre y responde a la mejor proyección de sus fines, y que ha sido la fuente de la que tantos han bebido, y que tan poderosamente ha llamado la atención a los filósofos de hoy.

Su idea de felicidad, eudaumonía, está íntimamente relacionada con la idea de virtud, de hecho el placer y la alegría son el resultado de la perfección obtenida, a través de ella y que implica siempre esfuerzo personal hasta conseguir los hitos que el hombre fundamentalmente, desde su raíz humana, va encontrando en la vida. Pero también esta felicidad tiene que ver con su idea de Polis, ciudad, como conformadora de la persona que en ella, en la ciudad, vive. La vida buena se alcanza también a través de esa técnica que en y a favor de la comunidad de la polis se realiza y que realiza también al ciudadano. Sócrates ya había buscado antes a través de su mayéutica, la bondad del hombre y su realización en la ciudad. No cabe duda que es importante el esfuerzo que hoy se hace por dar aliento a esta idea de felicidad en el hombre, desde criterios filosóficos. Y estamos avanzando, pero no debemos olvidar la realidad mistérica del hombre a la hora de pretender explicar su contenido personal humano, y sobre todo, esa su necesidad, a todas luces evidente como experiencia personal.

Hoy, sin embargo, necesitamos la felicidad y no la tenemos, pero estamos inquietos por ello, y no sabemos en muchas ocasiones qué hacer con nuestra existencia, al faltarnos ella. Y creo que Cristo nos ha dado también extraordinarias ideas, y mejor que ideas, su vida, para podernos realizar en felicidad, porque claro, Aristóteles no tenía fe en nuestro Dios, y no le era posible rebasar las posibilidades de su ser natural, y por lo tanto no nos puede ayudar a ver que desde nuestra fe sentimos la cercanía de Dios, en la profunda idea de comunión con Él, en esa maravillosa definición de amor, que ni Grecia ni Roma conocieron, y que nosotros los cristianos sabemos, que en comunión con Él, vivimos. Nadie como Él ha unido la felicidad al sacrificio que implica vivir una vida profunda de amor, desde la que construimos el ser del amado, en la base de nuestra propia realización, al darnos.

Hoy todo esto se desconoce, y por tanto nos hallamos en una situación de precariedad humana digna de mejor estima. Cómo quisiera yo que mis lectores aprendieran a vivir felices interiorizando un poco su mundo personal, para encontrar allí que no es posible nada humano sin esa entrega a lo que queramos alcanzar. Entrega que no es otra cosa que esfuerzo y sacrificio por lo que estimamos de verdad. Hablando del hombre debemos amarle como el Señor nos dijo, y ese amor viene representado por esa capacidad de, hasta dar la vida por el amado. De aquí, a lo que hoy se hace, hay mucha diferencia, y todavía pretendemos ser felices. Pero Jesús, se entregó por nosotros, y cada día en la Santa Misa nos recuerda esa entrega como fuente de resurrección y salvación eterna, en la lucha diaria por conjugar el tiempo con la eternidad. No podéis pensar que en la entrega podemos encontrar la razón más fuerte a nuestra propia felicidad humana. Pero... probémoslo, y estoy seguro, que antes de que cante un gallo, habréis, perdón no es tan pronto, conocido vivencialmente lo que tanta gente busca, pero que al no vivir de verdad, lo que Cristo nos da, se hace imposible su existencia.

No dejemos que otros nos ganen en felicidad, hagamos ese esfuerzo necesario, y empecemos a cantar la victoria de nuestra propia realización en felicidad. Porque de que nos es posible, no lo dudo. Pero lo importante es que no lo dudéis vosotros.