Encuentro dominical con la Palabra

Domingo I de Navidad: Sagrada Familia, Ciclo A

Levántate, toma al niño y a su madre

Autor: Padre Pablo Largo Domínguez   

 

 

Casi casi se solapan la solemnidad de ayer y la fiesta de este primer domingo de Navidad. Están lo más cerca que permite el calendario. Nuestra mirada, centrada ayer en el niño, hoy se ensancha para abarcar también a María y José. El niño nos invita a contemplar las otras figuras del cuadro, especialmente las más cercanas. Y a verlos hoy a los tres juntos. Cuando llegue el 1 de enero nos fijaremos sobre todo en María y el niño. Hoy hay que verlos a todos en familia. Pero, al menos por un momento, vamos a fijarnos en José, porque el evangelio de Mateo le da un relieve especial en sus relatos de la infancia.

Como recordábamos el domingo pasado, es de nuevo José quien va a tener cierto protagonismo en los acontecimientos. Después de recibir a María en su casa, de acompañarla en el viaje a Belén, de aliviarla en las dificultades del nacimiento, de poner el nombre al niño, vemos ahora cómo toma sobre sí las nuevas responsabilidades en torno a la criatura. El relato de hoy nos refiere los desvelos de José para librar al niño del peligro que se cernía sobre él. Es un padre que tiene que tomar providencias especiales para garantizar la vida y la seguridad de Jesús. El evangelista subraya cómo a toda prisa, siendo aún de noche, José emprende el camino del exilio. El niño, como nuevo Moisés salvado de los planes homicidas del rey, queda preservado gracias a la guarda ejercida por José.

Así vemos a Jesús participar muy concretamente en las peripecias humanas y también en nuestras formas humanas de vida. No sólo trabajará con manos de hombre y pensará con inteligencia de hombre; también conocerá las zozobras y preocupaciones de los hombres, y formará parte de una familia, como todo hijo de hombre. Gracias a Dios, gracias a María y José, que lo acogen, no es un expósito. De mayor le tocará conocer momentos de soledad, será dejado a su propia suerte por los discípulos, sólo unas pocas mujeres que lo habían acompañado presencian su agonía en la cruz, y pasará también la experiencia de un abandono íntimo y misterioso. Pero ahora no es un expósito. Vive en un hogar y bajo unos cuidados. Ciertamente, irá conociendo, ya desde pequeño, demasiado prematuramente quizá, lo que significan los demás para él: unos, seria amenaza; otros, protección y seguridad. Unos son gente que le quiere hacer la vida literalmente imposible, pero otros, su familia, están ahí para hacérsela posible, tranquila y gozosa. No está expuesto directamente a la intemperie de los climas y sucesos naturales, ni a la de los climas, decisiones y acontecimientos sociales. Tiene a su lado una madre que lo alimenta y cuida, tiene junto a sí a un padre que vela por su seguridad y lo defiende.

En ese pequeño núcleo de la familia es aceptado incondicionalmente, recibe todas las atenciones necesarias, sabe que hay una zona de seguridad cuando fuera no siempre aparece un mundo amigo, sino un entorno hostil. En ese clima familiar encontrará todo lo necesario para abrirse camino e ir realizando su misión entre los hombres. Llegará el tiempo en que creará una forma nueva de familia, la de los hijos del Reino, y marcará, a veces con brusquedad, sus distancias frente a la familia natural que quiere sujetarlo a las estrechas reglas y la agobiante autoridad del clan. Pero entretanto su vida se irá tejiendo con las palabras y los gestos, el cariño y la autoridad, las enseñanzas sobre la vida práctica y sobre las normas de la ley, el aprendizaje de los usos tradicionales y el de las nuevas costumbres, los espacios de convivencia y los espacios de libertad, y tantas cosas más, que le ofrecen María y José a lo largo de los días y los años.

Recordamos otra vez los versos que proponíamos el domingo pasado: "A su padre y su madre / se da este crío. / De su madre le vienen / los ojos vivos. / Del rey David, la voz / de salmo herido. / Del siervo de Yahvéh, / el alma en vilo. / De José, la pasión / por los cepillos. A su madre y su padre /se da este crío". (V.M. Arbeloa)