Foro sobre la Inmaculada Concepción de María II

Autor: Padre Pablo Largo Domínguez

 

 

El día 14 de febrero de este año 2004 se celebró el IV Foro de Mariología organizado por la Revista Ephemerides Mariologicae. Tuvo lugar en la sede madrileña del Instituto Teológico de Vida Religiosa, regentado por los Misioneros Claretianos. Las ponencias y el diálogo versaron sobre la Inmaculada Concepción [=IC] de María, con motivo del 150 aniversario de la promulgación del dogma por el pontífice Pío IX.

Preliminar teológico

Como introducción al Foro, el que firma esta crónica reseñó varias convergencias actuales entre los teólogos: 1) la comprensión de la IC sólo se alcanza mediante la inserción de esta doctrina en el conjunto del misterio salvífico; 2) la IC es un sí pleno e inaugural de Dios a María: ella es la perfectamente amada por el Padre, la perfectamente redimida y la más radicalmente perdonada en Cristo, la que vive una relación inefable con el Espíritu Santo desde el primer momento de su vida; 3) la justificación de María en ese instante originario tiene sentido axiológico: en María no se da contradicción entre la voluntad del Creador y el ser empírico del hombre, sino identificación de nacimiento y renacimiento; 4) se destaca más la santidad perfecta de María que la mera preservación del pecado original [=PO]; 5) la IC está referida sobre todo a la maternidad divina como a su fundamento, y en este nexo se reflejaría bien la tesis de la unidad de gracia y misión, de existencia y función; 6) María Inmaculada es la personificación histórica concreta de la Ecclesia Immaculata; 7) María no queda desgajada de la humanidad por este don singular, sino más estrechamente vinculada a ella, pues la exclusividad tiene por objetivo la inclusividad.

A continuación formuló algunas preguntas para el diálogo: 1) un punto de convergencia ecuménica es el lenguaje de los símbolos. ¿Cómo traducir éstos a conceptos? ¿Qué camino cabe recorrer en el diálogo con los cristianos de Oriente en este orden de los conceptos? 2) ¿Cómo evitar que la doctrina sobre el PO genere nuevos problemas sobre la imagen de Dios y nuevos, acaso innecesarios, empeños de la teodicea? Es una cuestión importante para el diálogo con la Ilustración y con toda la religiosidad y espiritualidad asiática. 3) El dogma de la IC, ¿no hace que María se mueva demasiado en la órbita del cristotipismo? Es la pregunta que, de una u otra forma, se suscita en el diálogo ecuménico con la Reforma. En este mismo diálogo surge esta cuestión: 4) ¿Qué opinamos sobre la solución propuesta por el Grupo de Les Dombes, según la cual los católicos seguiríamos profesando la doctrina eclesial, cuya legitimidad y compatibilidad con la Escritura reconocerían los protestantes, y estos quedarían libres de aceptarla o rechazarla?

2. La Inmaculada en el marco de la Encarnación, la Redención y la Escatología

Intervino seguidamente el mariólogo José Cristo Rey García Paredes, quien ofreció unas nuevas perspectivas sobre el dogma de la Inmaculada, ahondando en sugerencias de espirituales y pensadores como el P. Kolbe y F.X. Durwell.

El ponente hizo un primer acercamiento a este dogma evocando algunas intervenciones magisteriales posteriores: Pío X, Pío XII, Vaticano II, Catecismo de la Iglesia Católica. Señaló también los avances y dificultades en el diálogo ecuménico y las objeciones que la mentalidad científica, positivista y democrática de nuestro tiempo presentan ante esta doctrina y la del PO. Para pensar hoy el dogma de la IC se precisa descubrir cómo la intuición de la Gran Iglesia se inscribe en el designio de Alianza y cuál es su significado para el ser humano actual. Con este objeto, se ha de estudiar desde la perspectiva de la Encarnación y de la Redención y hay que situarse en nuestro tiempo.

Encarnación. El Padre es el Padre-Madre que engendra al Hijo en todo momento: en la eternidad, en la concepción, en la resurrección. Él no delega esta generación del Hijo en una mujer que haya de ser madre del mismo. Esto explica que el Hijo nunca llame madre a María y que acentúe más bien la fe y obediencia de María a la Palabra; su aparente despego de María tiene su raíz en que él se siente, ante todo, generado por el Abbá, quien es para él su todo. El Espíritu no está disociado de la generación del Hijo. Por él produce el Padre el engendramiento del Hijo, y él es el amor de cuya fecundidad nace el Hijo querido por el Padre (F.X. Durrwell). María se encuentra vinculada al Espíritu en su misión respecto a Jesús: el Espíritu, que es la gloria de Dios, la envuelve con su sombra luminosa. María queda así totalmente entregada a la acción del Espíritu Santo, el Panágion, en ella, la Panagía, y queda implicada en un acontecimiento de la máxima santidad. Durante el tiempo de gestación de Jesús, María es acontecimiento de concepción, tanto como sujeto paciente cuanto como sujeto agente. El proceso bio-psico-espiritual desplegado en ella no está bajo su control, ni bajo las potencialidades de su corporeidad. Nosotros empleamos el símbolo "Concepción" para referirnos a la extraña identidad-función que María adquiere en ese tiempo.

Redención. Jesucristo es el Primogénito de la Creación. La "mujer-madre" de la que nacería fue creada en él, por medio de él y para él, y con ella, todos los seres humanos, llamados a ser imagen del Hijo. Todo fue creado en inocencia original. A esa creación de inocencia original pertenece la madre y pertenecemos nosotros (cf. Ef 1,4-6). La "madre del Primogénito de toda la Creación" ha sido elegida antes de la fundación del mundo para ser santa e inmaculada en el amor. Pertenece al primer diseño creador, al primer sueño de Dios. Aunque nacida largos milenios después del pecado de los orígenes es anterior a él, es la que nunca ha llegado a la edad del pecado.

Pecado es autoafirmación rupturista, negación de la condición filial y oposición, en última instancia, a la Encarnación del Hijo. En Gén 3 la serpiente tienta a la mujer y es el origen de ese mal. Ap 12 identifica a la serpiente con Satanás y la presenta, no como la tentación, sino como la amenaza a la criatura que la Mujer va a dar a luz en medio de dolores. El Dragón no puede hacer nada al Niño, pero atenta contra la mujer, antagonista de todo lo que él representa. Hay, además, otra mujer, amiga de la Serpiente y seducida por ella; es la gran prostituta, estéril y colaboradora de la muerte (Ap 17). La mujer de Ap 12 es como la versión femenina del Hijo del Hombre contemplado por Daniel. Por tanto, la Creación en Cristo Jesús no ha quedado totalmente pervertida y en manos del Maligno. Cabe, entonces, preguntarse: ¿no es coherente pensar a la Madre del Primogénito de la Creación como una mujer enemistada con la Serpiente en todo momento, desde su mismo origen? Y si la Mujer tiene un hondo simbolismo colectivo, ¿no estaremos nosotros implicados en todo esto y concernidos por todo esto?

La Concepción de María. El ponente, tras esta aproximación a la Escritura, pasó a exponer la doctrina sobre el PO. Después de referirse a GS 13 y 22 y a la profesión de fe de Pablo VI en la clausura del año de la fe, indicó cómo el Concilio de Trento siguió un cuadro cronológico, partiendo de Adán, mientras que el Vaticano II sigue un cuadro cristológico. Desde una perspectiva teológico-cristológica, la Gracia es lo primero, y el pecado lo segundo. Nosotros recordamos el PO para reconocer la universalidad de la acción redentora de Jesús. En relación con dicho pecado, son muy problemáticos el modo de explicar su propagación, o su imputabilidad a todos los hombres. Es "pecado" analógicamente: hay solidaridad misteriosa de todos en el alejamiento de una relación de alianza, pero no hay transfer de culpabilidad de unos seres humanos a otros (cf Jn 2,9). La función de la doctrina del PO sería la de exculpar a Dios del mal físico y del sufrimiento. El mal no depende de él, procede misteriosamente de "Satán". Jesús, que no da una nueva teoría sobre el mal, actúa contra él, expulsa a Satanás de la vida de los hombres e invita a entrar en la Alianza.

Dios salva a los hombres en cuanto Padre, engendrando para ellos a su Hijo en el mundo. El Hijo, en su muerte y resurrección, se hace para nosotros redención, salvación, mediador de la Alianza. En la comunión con Jesús entramos en la nueva alianza. María es santificada desde su origen no sólo en virtud de los méritos previstos de Cristo, sino por comunión con él. El misterio de Dios que engendra al Hijo en el mundo irradia sobre la que participa en el engendramiento del Hijo. La inocencia original le viene de tal participación, de esa inmediatez. María sería, como Jesús, víctima del mundo del pecado, pero no fue culpable, sino "inocente". Todo lo que sucedió en ella nos pertenece y afecta y es "nuestro". Si ella es la Inmaculada Concepción, nosotros somos la Iglesia "Inmaculada Concepción". En el Espíritu y la Iglesia el Padre sigue engendrando nuevos hijos.

3. La Inmaculada Concepción como paradigma 

El Prof. José María Hernández, de la Facultad de Teología de Granada, a la vez que resaltó coincidencias entre la exposición del ponente, presentó sus propias reflexiones sobre esta doctrina. Comenzó recordando la distinción entre el depósito de la fe y el modo de enunciarlo, tal como señalaron el Papa Juan XXIII y el Vaticano II. Nos hallamos en un nuevo contexto, en el que, en relación con el PO, no podemos conformarnos con repetir lo que dijo la teología en el pasado ni con "decir adiós al pecado original". Si atendemos a la doctrina de Oriente, la enseñanza sobre la Inmaculada está desvinculada de la doctrina sobre el PO. En fin, hay que insistir en el paso de la perspectiva hamartiocéntrica a la caritocéntrica.

Según el Prof. Hernández, hay que eliminar falsas comprensiones que todavía se dan en obras teológicas, en la predicación y en el pueblo de Dios: la lectura fundamentalista de Gén 1-3; la conexión del PO originado con la generación; la confusión de la IC con la virginidad de María; la inversión de planteamiento que ve a María como "cortafuegos" o como la preservadora que impide que Jesús contraiga el pecado y no como la preservada por él; la visión de María como "niña burbuja" y cierta idea de consagración que opone la realidad creada o el mundo profano al misterio de la salvación, valoración, esta última, que es incompatible con el misterio de la encarnación del Verbo.

Seguidamente presentó la IC como paradigma. Expuso condensadamente la doctrina de Efesios y Hebreos. En Efesios se destaca la voluntad agraciante universal de Dios. Dios otorgaría a todos los seres humanos la filiación. El sacramento del bautismo significa y realiza en los bautizados esta donación divina y su acogida. De otra parte, la santidad del Mediador que expone Hebreos no es una santidad que separa, sino que muestra la cercanía misericordiosa del Hijo, que tiende la mano a los hombres y los santifica. Desde estas perspectivas, en la IC estamos invitados a ver no tanto un privilegio, cuanto un paradigma. María no es simplemente caso único, sino ejemplo máximo de algo universal. Incluso cuando en nuestra vida se da el pecado personal, Dios sigue ofreciéndonos continuamente su gracia.

El PO originado es una realidad maligna que nos afecta desde el comienzo de la existencia: tiene una presencia en la "exterioridad", en el mundo que envuelve y penetra nuestra vida; tiene una presencia en nuestra interioridad: la angustia ante la muerte genera en nosotros un asimiento compulsivo a seguridades ilusorias, y esto nos conduce a la agresividad, la rivalidad, la codicia, el rechazo de Dios. En la descripción de la "fenomenalidad" de este pecado hay que aprovechar los recursos que ofrecen las interpretaciones existencial y personalista de la existencia humana.

La liberación es obra de un amor gratuito y consiste para nosotros en entrar en la dinámica del amor gratuito. Esto es lo que confesamos y percibimos realizado en María. Ella, en el canto del Magnificat, aparece como la mujer del corazón liberado del orgullo, de la codicia, de la ambición. Es la mujer que reconoce la misericordia de Dios que le ha dado un corazón nuevo. Es la persona humana inmune a la fuerza contagiosa del pecado.

Para concluir, citó el siguiente texto del P. Domiciano Fernández: «La santidad inicial de María es fruto del amor especial de Dios, amor que se extiende a lo largo de su vida y es la explicación de todas sus gracias y privilegios. Será por tanto conveniente abandonar la explicación hamartiológica, infralapsaria, que se centra en el pecado, para volver a la consideración positiva, caritológica, que habla de la elección y gracia de Cristo» (EphMar, 35 [1985] 297).

4. Diálogo

Siendo lo propio de un foro ofrecer amplio espacio para el debate, hubo por espacio de dos horas un intenso cruce de preguntas, reflexiones, evocaciones y relatos, propuestas para seguir avanzando en la reflexión. Intervinieron Felisa Elizondo, José Ramón García-Murga, Alejandro Martínez Sierra, Carlos García Llata, Bonifacio Fernández, Màxim Muñoz, Pedro Belderráin, Severiano Blanco, etc., además de los ponentes. Organizadas algo sistemáticamente, las aportaciones versaron sobre distintos aspectos: problematismo, método teológico, la doctrina del PO, la mariología en su conjunto, la doctrina de la IC.

1. Varias intervenciones aludieron, a lo largo del coloquio-debate, a la dificultad del tema: las doctrinas de que se trata son intrincadas y complejas. Una teología buena y sensata será la que sepa identificar y reconocer aquellas cosas que ignoramos.

2. No pocas reflexiones trataron el aspecto metodológico, relativo a la hermenéutica de los dogmas, que necesita afianzarse en pos de la hermenéutica ya más consolidada de la Escritura, y también relativo a una hermenéutica del sensus fidelium (el sentir del pueblo de Dios). Ante algunos constructos teológico-culturales del pasado se requiere un trabajo, imprescindible a la vez que enojoso, de deconstrucción y desmontaje. Al menos hay que saber indicar cuáles son las interpretaciones que deben excluirse. 

Respecto a la exégesis de la Escritura, hubo cierta tensión entre dos interpretaciones de los textos de Lucas. Según un exégeta neotestamentario presente, tanto Mt 1 como Lc 1, cuando hablan del Espíritu Santo, se estarían refiriendo probablemente a Yahvéh. Las expresiones sobre el Espíritu Santo que desciende sobre María y sobre el poder del Altísimo que la cubre con su sombra vienen a ser sinónimas. En relación con esto, en la obra lucana se advierte, no una pasividad por parte de Jesús respecto del Espíritu, sino una especie de subordinación del Espíritu respecto de Jesús, o una prioridad de éste respecto de aquél. Hubo algún otro, no obstante, que defendió cierto paralelismo entre el Espíritu Santo de Hechos 1 y el Espíritu Santo de Lc 1 y, por tanto, que en Lc 1 se estaría aludiendo al Espíritu Santo de la confesión trinitaria. De otra parte, en el relato de la anunciación el Espíritu Santo aparecería como Espíritu Creador.

En relación con la experiencia del Pueblo de Dios, la teología ha de mantenerse a la escucha y ha de saber acoger ciertas "rebeliones" de los creyentes contra ideas que han sustentado los teólogos; por otra parte, hay que calibrar esta experiencia y las formas histórico-culturales en que se expresa.

Se aludió también al principio de unidad y coherencia de la teología: la doctrina mariológica no se ha de ver aislada del resto. Estamos vehiculando en ella convicciones fundamentales con respecto al pueblo de Dios. (Más adelante se aludirá también a la cristología y la mariología.)

En fin, en relación asimismo con el método, un participante insistió en la importancia que tiene en la docencia teológica presentar de forma bien diferenciada ante los alumnos las distintas categorías de verdades (la terminología antes al uso distinguía: verdad de fe definida, verdad definible, verdad teológicamente cierta, opinión teológica, etc.). Esto repercutirá también positivamente en la formación catequística y teológica de los creyentes.

3. Aunamos en otro bloque las intervenciones sobre el PO. Se hicieron en el trascurso del diálogo distintas menciones de la doctrina de Trento. Varios participantes insistieron en la verdad insoslayable de esta doctrina, desmarcándose de las teorías de D. Fernández y A. de Villalmonte, sin por ello preterir la oscuridad con que topamos en nuestro intento de comprender tal verdad. Otro teólogo acentuó lo que tiene de analógico la expresión "pecado" en este caso. Se trata de una "situación negativa de cara a la salvación". La realidad, masiva y universal, es ésa. Lo físico y lo moral parecen estar entreverados. Y no se ha de atribuir a la generación propiamente tal: se da por la entrada del hombre en el mundo. Ahora bien, esta situación pecaminosa está necesitada de redención. La categoría de redención es decisiva, un tema netamente paulino, no un mero teologúmeno. Esta redención consistiría en una liberación hacia más vida y hacia una vida reconciliada.

Otra cuestión distinta es la que se pregunta: unde malum? Se hicieron distintas referencias a Satán. Por un lado se apuntó que aparece tarde en la historia bíblica, pero por otro se aludió a la presencia de esta figura en la Escritura (que ha de ser leída unitariamente) y en la historia de Jesús. Se recordó al respecto al definición balthasariana de Satán como subjetividad perversa. En fin, otro participante formuló dos propuestas en relación con la satanología: que hay que evitar que complique, oscurezca y exacerbe el análisis; y que se ha de evitar, especialmente, la propensión a satanizar al otro, a verlo como la encarnación del mal, a ver al Demonio en el Dios del vecino (en expresión de K. Lorenz).

4. Por lo que concierne a la definición dogmática, un participante puso de relieve que no está definido el que María no tuviera concupiscencia y recordó cómo se excluyó expresamente tal elemento de la definición pontificia.

5. Entre los acercamientos globales que se hicieron a la figura de María y a los dones con que fue agraciada se apuntó primero que, en cierto paralelismo con lo que ha hecho la cristología a propósito del Jesús de la historia, no se ha de presentar la excelencia de María como separación de lo humano. Es desacertada la imagen de María que la muestra como una cuasi-humanidad, y no como una figura histórica genuinamente humana. Y es que sigue habiendo dificultad entre los fieles en pensar a Jesús como creyente y a María como creyente. Entre las tareas de la deconstrucción figura la de suprimir todo barroquismo en la presentación de su historia y verdad.

Se dijo también que no hay que ver a María como una foto fija, que ocultaría su índole de sujeto temporal, sino como un icono protológico y un icono escatológico. María es la persona humana que realiza la ilusión de Dios. En el mismo sentido, se destacó que la afirmación de que María es una persona histórica significa que la salvación que ella vive ya en la historia no se identifica con la salvación consumada que llamamos "visión beatífica". En fin, cabe entender en otro sentido la presencia real de María en la historia, a saber, que entra en ésta con todo su ser, que baja a la arena de la historia con un amor entero que se expone, y se expone sin privilegios.

6. En relación ya con el misterio de la Inmaculada, alguno prefería evitar el título de "primera redimida" y adscribir a María el de "mujer más joven que el pecado" (Bernanos). Ella es así la que baja a la arena de la historia y vive ese amor entero que se expone y arriesga. ¿Se trata de un privilegio, entendida la palabra en su sentido común y no técnico? Un interlocutor admitió validez a la lectura paradigmática de la IC (en cuanto referida a la Iglesia), e incluso la reserva frente al lenguaje de los privilegios, pero remitió a una especie de biodiversidad en la historia de la salvación: los dones y vocaciones en el pueblo de Dios son sumamente variados; hay que evitar toda homogeneización y una democratización que uniformiza; lo mariano se distingue de lo petrino, de lo paulino y de lo jacobeo (por aludir a la tipología balthasariana). Pero hubo quien, suscribiendo la singularidad de cada vocación, señaló que el dar a María no entrañe un quitar a los demás, pues ello es contrario a la revelación cristiana.

En cuanto a dones vinculados tradicionalmente con la IC, hubo una referencia a la impecancia, en el sentido en que la entiende G. Colzani: como posibilidad de pecar no actualizada. Otra alusión se centró en la concupiscencia. La opinión de uno de los interlocutores era que María sí tuvo concupiscencia y que donde habría que introducir más claridad es en la comprensión de esta tendencia humana presente también en María.