Domingo de Ramos, Ciclo B

Plan para la semana

Autor: Padre Pablo Largo Domínguez 

 

 

Con la celebración de hoy damos comienzo a la Semana Santa. Es el pórtico de esta semana. Una semana especial, para la que habremos escuchado y escucharemos distintas invitaciones: la publicidad nos hará propuestas de evasión, de visita de lugares exóticos, de viajes de recreo. Para nosotros, hay una invitación muy antigua, que aparece en un escrito del Nuevo Testamento, y que dice: «acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos» (2 Tim 2,8). Se nos sugiere, pues, hacer memoria especial de los días finales de Jesús, de su paso de este mundo al Padre. No se nos propone hacer una memoria cualquiera, como una nueva evasión fugaz, una visita “de médico”, un viaje relámpago; se nos convida e insta a vivir, sosegadamente, de día en día, una memoria participante. ¿Cómo puede ser participante esta memoria? Detallamos la propuesta de la carta a Timoteo en cuatro puntos que permitirán que la memoria sea realmente viva.

Primero, acojamos la invitación del apóstol Pablo, que ya pudimos escuchar al comienzo de este tiempo de Cuaresma: «Dejaos reconciliar con Dios» (2 Cor 5,20). Podemos hacerlo concretamente acercándonos a alguna de las celebraciones penitenciales que se nos ofrecen en estos días finales de la cuaresma, o, si no hemos podido antes, algún día del triduo santo.

Segundo, aceptemos la invitación de Jesús: «Tomad y comed: esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros». La última cena de Jesús, la Cena del Señor, se hace presente en nuestra eucaristía del Jueves Santo, como encuentro con Él, como fiesta de los reconciliados, como expresión de amor fraterno e impulso a vivir este amor jornada tras jornada. Ejercitemos con fe nuestro sentido del gusto espiritual, recibiendo el cuerpo de Cristo, pan de vida y pan que genera entrega, esa forma de vida que es desvivirse.

3. Tercero, sigamos la invitación de la Liturgia del Viernes Santo: «Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo». Un escritor antiguo, el autor de la carta a los Hebreos, nos invitaba a tener los ojos fijos en Cristo Jesús (Heb 12,2). El Viernes ejercitamos el sentido de la vista, contemplando a Cristo Crucificado.

4. Por último, aceptemos la invitación de la liturgia pascual a renovar una vez más nuestras renuncias y nuestras promesas bautismales. Podremos así caminar por la senda de vida que abre la Resurrección del Señor.

Ejercitemos, pues, la boca, los ojos, los pies. Y que el Señor nos permita poder decir al final de esta Semana Santa: «no ha sido una semana cualquiera. He estado más cerca de las fuentes de la vida, he conocido de nuevo el perdón, el sabor del pan partido, el desmedido amor de Dios, la hora de las buenas decisiones».