Domingo IV de Adviento, Ciclo A

José, figura de la espera

Autor: Padre Pablo Largo Domínguez

 

 

Estamos en Navidad, como quien dice. Pero no sólo según el calendario comercial. Incluso según el calendario litúrgico. Esta última semana de Adviento se nos irá en un suspiro. Dentro de 5 días es ya 24 de diciembre.

Nada tiene de extraño que la Palabra que hoy se ha proclamado ponga delante de nosotros las figuras finales de la espera: María y José. No sólo van a ser los primeros en acoger a Jesús. Es que Jesús nos llega por medio de ellos. En este evangelio de san Mateo es la madre, María, la que queda un poco en segundo plano. Se destaca el papel de José. No aparece como un figurante, o como comparsa. Sin haber tomado parte en la concepción de Jesús, es sin embargo el padre legal. Vamos a fijarnos en él, en esta figura de la espera, que nos enseña a vivirla.

¿De qué madera estaba hecho este carpintero? Se nos dan tres respuestas. La primera es que venía del tronco de David. En el árbol genealógico de Jesús está el rey David. A este rey se le habían hecho unas promesas especiales: su dinastía no sería uno de esos "linajes que en polvo se deshacen"; un descendiente suyo se sentaría sobre su trono y reinaría para siempre. El reinado de este descendiente sería eterno. Ahora se van a cumplir esas remotas promesas. Jesús es el heredero cuyo reino no tendrá fin. Pero Jesús empalma con el rey David a través de José. Así advertimos que este padre legal es el eslabón último entre la profecía y la realidad, entre David y Jesús.

De José se nos dice escuetamente que era justo: eso quiere decir que este "padre legal" era también un "hombre legal", un hombre según el corazón de Dios. En eso se revela de nuevo descendiente de David, el rey que, no sin flaquezas y pecado, fue un hombre según el corazón de Dios. En el caso de José lo vemos en la conducta que se propone tener en relación con María: no la denuncia. De haberlo hecho, María habría sido apedreada. En aquella sociedad la gente no se andaba con pamplinas ni triquiñuelas. En Palestina, las piedras abundaban como en estos tiempos de la Intifada. Era un instrumento muy a mano y muy común para aplicar un brutal castigo a personas que transgredían ciertas normas de la ley de Israel. José, sea porque amaba a María, sea porque tuvo la intuición de que la criatura que llevaba en su seno venía de una acción poderosa del Espíritu creador de Dios, pensó que él debía retirarse de la escena y dejar a María en libertad. De esa madera estaba hecho José: era un buen vástago de David, un hombre según el corazón de Dios. Era un roble de justicia.

Cuando recibe la anunciación del ángel, le vemos dar un nuevo paso. La justicia consiste en una actitud de obediencia a la llamada que Dios nos dirige en lo profundo de nuestra conciencia. Esta llamada puede desbaratar nuestros planes: el primer plan de José era casarse con María; de hecho, ya estaban desposados; el segundo plan de José es retirarse de la escena, repudiar a María y dejarla así libre de los compromisos contraídos; y el tercer plan de José va a ser secundar la llamada que Dios le dirige. Vive así en obediencia al querer de Dios, muestra cómo es un hombre según el corazón de Dios, que pospone sus proyectos personales a la llamada que Dios le dirige. A la postre, esta llamada recoge esos proyectos, pero les da una orientación nueva, no prevista. José acoge a su mujer, la toma consigo. Lo hace con presteza, nada más despertarse. No da largas, ya no anda deliberando qué tiene que hacer o qué camino tomar. Sabe cuál es el camino y, retirado todo estorbo, lo recorre con prontitud. La madera de que está hecho José no es rígida, es dócil, flexible, no se rompe si se la comba. José es el hombre de la obediencia al querer concreto de Dios.

Por último, José pondrá al niño el nombre de Jesús. Habiendo acogido primero a María e imponiendo luego el nombre al niño lo toma a su cargo y bajo su responsabilidad personal. Así es como se convierte en una figura de la espera. Es una espera activa: busca el querer de Dios, toma a María por mujer y prepara y aguarda con ella el nacimiento del niño. Le da un nombre y un apellido al niño. De esa madera está hecho el carpintero.

A su padre y su madre / se da este crío. / De su madre le vienen / los ojos vivos. / Del rey David, la voz / de salmo herido. / Del siervo de Yahvéh, / el alma en vilo. / De José, la pasión / por los cepillos. A su madre y su padre /se da este crío. (V.M. Arbeloa)