Domingo XX del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mujer, ¡qué grande es tu fe!

Autor: Padre Pablo Largo Domínguez

 

 

Recordemos un instante el relato del domingo pasado: Pedro camina sobre el agua, pero la fuerza del oleaje le hace titubear y en ese mismo momento empieza a hundirse. La fe de Pedro era escasa. Se dejó vencer por la duda y la inseguridad. En su experiencia y sus actitudes pudimos aprender que la fe es esa misteriosa capacidad de superar dudas y vacilaciones.

Hoy asistimos a una historia distinta. Nos damos cuenta de que la fe de la cananea posee unas proporciones del todo superiores a la de Pedro. No le toca vencer ninguna duda tenaz que la trabaje por dentro, sino una resistencia porfiada y displicente por fuera. Nos depara así la posibilidad de proponer una nueva definición de fe: "es la misteriosa capacidad de soportar tenaces silencios (Mt 15,23) y vencer negativas displicentes (15,26-27)". En lugar de vacilar, la fe se crece. Supera las objeciones que se le presentan. Acorta distancias y consigue dar alcance. Vive así una genuina dinámica que la hace madurar en la prueba.

También este relato está muy bien armado. Hay una excelente escansión. La mujer parte con mucha desventaja: la cosa comienza con una enorme diferencia cultural y religiosa; sigue con una larga distancia física; y se complica finalmente con un desalentador silencio de Jesús. Pero la cananea va ganando terreno: empieza por acortar la distancia física, llega a presencia de Jesús y se postra delante, como cerrándole el paso, y Él no se atreverá a ir per calcatam matrem ("pisando por encima de una madre", como venía a decir, a otro propósito, San Jerónimo). La segunda conquista radica en hacerle hablar a Jesús. Y la mujer lo logra. Poco importa que el Maestro dé una tajante negativa. Ella ha conseguido que le dirija la palabra y tenga que darle explicaciones. Mal asunto cuando hay que darlas. Y ahí es donde la mujer retuerce el argumento y sale victoriosa: supera la frontera intercultural e interreligiosa.

En la cananea se cumple lo que dirá más tarde Jesús: "todo lo que pidáis con fe en la oración lo obtendréis" (Mt 21,22). Aquella madre debía de saber que, en última instancia, había una secreta complicidad entre el Hijo de David y ella. Buena lección para nosotros.