Uso secular de la Biblia 

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
La Biblia es el libro de mayor número de traducciones, versiones e impresiones de la historia. La citan, por supuesto, los clérigos y lo creyentes; pero también los escritores, oradores y gente erudita en general. Lo curioso es que personas que nunca han tenido una Biblia en sus manos la citan sin tener la más leve idea de lo que están haciendo.

Es cosa común que se usen proverbios, refranes y expresiones bíblicas sin ni siquiera pensar que se esté acudiendo a fuentes de las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, cuando decimos que “es peor que Caín” estamos aludiendo al asesino de su propio hermano, Abel. Y si calificamos a alguien de “Judas”, nos referimos al apóstol que traicionó a Jesús por treinta monedas de plata.

Hablamos de “la fe que mueve montañas”, y citamos textualmente palabras pronunciadas por Jesús, y si alguien afirma que “el dinero es la raíz de todos los males”, está evocando un pensamiento del Apóstol Pablo.

¿Ha oído usted decir a alguien, casi filosóficamente que “no hay nada nuevo bajo el sol”? Pues la expresión es original del rey Salomón y se halla en el libro bíblico de Eclesiastés. Hace poco un locutor radial, refiriéndose a un atleta venido a menos por manejos impropios de su propia vida, dijo “segó lo que sembró”. Probablemente ignora que la frase proviene de la epístola paulina del Nuevo Testamento, dirigida a los Gálatas.

Recientemente soporté el disgusto de escuchar, aunque parcialmente fuera, un discurso del tirano venezolano Hugo Chávez, el que refiriéndose al presidente de los Estados Unidos lo definió como “un lobo rapaz vestido de oveja”. Probablemente no tenía noción el desvergonzado seudo revolucionario que estaba mal usando palabras de Jesús registradas en San Mateo 7:15.

El Apóstol San Pablo escribió a la iglesia de los corintios confesando que le fue dada “una espina en la carne”, para referirse a las tentaciones y dificultades a las que tenía que enfrentarse. Esta expresión la hemos oído usar a varias personas para referirse también a sus problemas, enfermedades o preocupaciones.

“Ojo por ojo y diente por diente” es una frase que aparece en el antiquísimo libro de Levítico, aunque muchos eruditos sostienen que es una expresión de culturas antiguas, anteriores a los tiempos bíblicos. La expresión, más que proponer la ejecución de una venganza violenta, lo que trata es de limitar el daño que reciprocamos a la intensidad del daño recibido. Hoy día la usamos, no obstante, para justificar la venganza, aunque ésta sobrepase en daños a los producidos por la ofensa recibida.

Una despectiva alusión a las personas que no merecen o no calibran el valor de lo que le damos la elaboramos por medio de estas palabras: “no se les debe echar perlas a los puercos”, y lo menos que podemos imaginarnos es que estamos citando a nuestro Señor Jesucristo. Podemos comprobarlo fácilmente buscando la cita en San Mateo, capítulo siete, y versículo catorce.

Una manera muy usada en nuestro idioma –y probablemente en todos los idiomas del mundo- para referirnos a las debilidades de las personas que se creen, sin serlo, grandes y poderosas, es la de definirlas diciendo que “tienen los pies de barro”. Pues bien, esa frase fue inaugurada por el profeta Daniel cuando le exponía al rey Nabuconodosor el significado de la gran estatua que el monarca vio en su sueño. La historia completa podemos leerla en el libro que lleva precisamente el nombre de Daniel.

Es muy curioso el hecho de que hay dos historias de la creación en el libro de Génesis (1:-1-2:3), y (2:4-25); pero en ninguna de las dos se identifica al “fruto prohibido como “una manzana”. Sin embargo, en inglés la prominencia masculina de la laringe se conoce como la “Adam’s apple” (la manzana de Adán), en referencia a la leyenda de que fue una manzana el fruto que el primer hombre recibió de Eva.

En español somos menos aferrados a la leyenda, y hablamos de “la nuez de Adán”. De todas formas, no falta la referencia al primer ser masculino creado por Dios, según se narra en el primer libro de La Biblia.

“La niña de mis ojos” es una expresión que usamos en español para referirnos a algo que nos es de suma importancia. Curioso es el hecho de que en inglés la equivalencia de la expresión es “the apple of my eyes”. La frase es de origen bíblico y la hallamos en varias citas. La primera de ellas en el antiquísimo libro de Deuteronomio (32:10), y posteriormente en los Salmos (17:8) y en los Profetas Menores (Zacarías 2:8).

Los interesados en este tipo de cosas simplemente pueden comparar dos versiones bíblicas, una en inglés y otra en español, y si pueden decirme por qué en inglés es “apple” y en español “niña”, les quedaré profundamente agradecido. Lo que hemos querido demostrar, sin embargo, es válido en ambas lenguas: La Biblia es parte de nuestra cultura y la citamos sin darle, en la mayoría de los casos, el crédito debido.

Lo menos que algunas personas pueden imaginar es que el concepto del “chivo expiatorio” procede de La Biblia. El chivo es el macho joven de la cabra. Expiar es la acción de purificarse de las culpas por medio del sacrificio.

La expresión proviene de un ritual del antiguo pueblo de Israel, para el cual se escogían dos chivos. Mediante el azar se elegía a uno de ellos para entregar como sacrificio a Jehová, haciéndose derramar su sangre por el sumo sacerdote como ofrenda agradable al Señor, y el otro era cargado con todas las culpas del pueblo judío, y entregado a Azazel (el demonio).

Este último, conocido como chivo expiatorio, era abandonado en mitad del desierto, acompañado de insultos y pedradas.

En la actualidad se utiliza la expresión para señalar a la persona que recibe un castigo para silenciar las culpas de los demás. Esta víctima, generalmente inocente, se suele utilizar para cerrar casos judiciales amañados en países sin ética ni respeto por los derechos humanos. Lo que poca gente sabe es que el concepto del “chivo expiatorio” tiene definidas raíces en La Biblia.

En un sitio campestre que hace muchos años solía visitar en labor misionera, oí decir a un labriego que regaba un árbol casi extenuado, que “lo que hacía era echar una gota en el cubo”. Me maravilló que este hombre, casi analfabeto, estuviera citando nada menos que al profeta Isaías. Si quiere comprobarlo, lea Isaías 40:15.

Para terminar, aquéllos que se refieren a los hipócritas o a los rapaces engañadores, llamándolos “sepulcros blanqueados”, sin saberlo están citando literalmente una expresión del llamado discurso profético de Jesús. (San Mateo 23:27). No cabe dudas, La Biblia es una muy curiosa selección de libros inspirados por Dios. Han pasado siglos desde su formación y todavía hoy día es parte de nuestras vivencias cotidianas. ¿No se animan a leerla después de las cosas que hemos dicho hoy?