El desafío de los ignorantes

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
               
Han transcurrido 45 años de la triste ocasión en que la dictadura de Fidel Castro expulsó de Cuba a más de 130 clérigos, declarándolos enemigos de la revolución.

            En el vapor español Covadonga, listo a partir del puerto de La Habana el 15 de septiembre del año 1962,  fueron lanzados al destierro más de 130 sacerdotes, algunos de ellos de muy reconocido nombre, unidos a otros más sencillos que dejaron huérfanas de su presencia a más de un centenar de parroquias.  En el Covadonga viajaron el obispo Eduardo Boza Masvidal, el Padre Governa, director del observatorio del colegio Belén, el ex profesor del tirano Castro, y prestigioso intelectual Padre Rubinos, y el hoy obispo auxiliar de la arquidiócesis de Miami, el querido por todos, Monseñor Agustín A. Román.

            La expulsión de los sacerdotes, la más numerosa que se ha producido jamás en América, fue una arbitraria y abusiva decisión del  tirano Castro, que veía en los mismos una amenaza para la imposición de un régimen marxista-leninista en Cuba. Pocos meses antes de haberse consumado este indignante hecho,  ya el déspota había clausurado las escuelas privadas, con el propósito deliberado de cerrar las que tenían fundamento religioso; canceló los programas radiales de promoción cristiana; privó a las iglesias de su ministerio de asistencia social y declaró prohibida cualquier actividad evangelizadora fuera de los límites de los templos.

            La historia nos dice que la intención perversa de Castro ha devenido en un fracaso. La iglesia en Cuba no expiró, hoy está más viva y vibrante que nunca; pero  el régimen oprobioso impuesto por el tirano está agonizando, y su propia vida se acerca al  inevitable final de la muerte. Castro muere, pero Cristo vive. El sistema materialista y cruel se desmorona; pero la iglesia se yergue poderosa, dispuesta a conquistar el futuro que ante sus pasos se abre.

            Es una realidad que los seres humanos no experimentan por cabeza ajena. Ahora aparece en el escenario el siniestro presidente de Venezuela, Hugo Chávez y Frías reinventando las mismas tácticas que no funcionaron en los países que finalmente abjuraron del socialismo.

            Hace más de cuatro décadas Castro pronunció estas palabras: “Estamos en contra de todas las discriminaciones, ¿por qué vamos a discriminar a alguien por sus sentimientos religiosos. En ningún libro teórico del socialismo está planteado eso, y nosotros, en nuestras leyes y en nuestra Constitución hemos recogido ese principio de respeto.” Para él, despojar a más de 130 sacerdotes religiosos de sus funciones no era falta de respeto ni discriminación alguna.. “La revolución no tiene que reprocharse nada, ni lo más mínimo … la revolución ha respetado de manera plena los sentimientos religiosos”, decía falsamente el férreo tirano. Hoy Chávez se hace eco de esta abominable hipocresía e imita el tortuoso camino de Castro. ¿No se da cuenta el desaforado “bolivariano” que contra la Palabra de Dios nadie puede, y que él, y los tiranos y perseguidores de la fe que le han sucedido se hallan convertidos en polvo y basura, y que la Iglesia sigue su ruta?

            El pasado domingo Chávez hizo un llamado a los venezolanos a “desconocer a la cúpula católica en el país”, y pidió a sus seguidores plegarse a la teología de la liberación. “Ante los ataques de los obispos, invito a todos a tomar el camino de la teología liberadora y dejar de seguir a estos obispos que andan perdidos cuando acusan a nuestro gobierno de marchar hacia un sistema marxista-leninista”, vociferó el obsesionado tirano en su programa “Aló presidente”.

            No estamos seguros de que Chávez sepa con exactitud qué es la teología de la liberación. Lo más probable es que jamás haya leído una línea escrita por algunos de los autores más conocidos sobre el tema. Si le preguntáramos quienes son Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Juan Carlos Scannone y Raymond Hundley, por mencionar a algunos pocos, probablemente creería que hemos inventado los nombres.

            Es oportuno señalar que  el Papa Juan Pablo II, en su momento,  solicitó de la Congregación para la Doctrina de la Fe dos estudios sobre la teología de la liberación, que fueron hechos en sendos documentos en 1984 y 1986, en los que se consideraba que a pesar del compromiso radical de la Iglesia con los pobres, era inadmisible la disposición de la teología de la liberación a aceptar postulados de origen marxista o  de otras ideologías políticas no compatibles con las de la Iglesia. De esto Chávez tiene nociones, por lo usa el tema como un desafío a los cristianos en Venezuela, sin detenerse a sobrepasar el hecho de que la teología de la liberación se ha fragmentado en polémicas y que hoy día carece de la importancia que una vez tuvo.

            No vamos a repetir aquí los improperios lanzados por Chávez contra la jerarquía católica venezolana; pero sí vamos a preguntarnos en alta voz el porqué del silencio de otras estructuras religiosas de la poderosa Iglesia Católica en el resto del continente, y en especial desde Roma.

            Y no vamos a callar tampoco nuestra indignada preocupación por el silencio cobarde de las organizaciones evangélicas que abundan en Venezuela. ¿No se dan cuenta los protestantes venezolanos que por donde van los católicos, detrás irán ellos?

            Chávez afirma indolentemente que “los obispos que critican a su gobierno están por el camino equivocado y que han perdido el camino del Señor”, retando a los que él llama “verdaderos cristianos” a que abracen “la teología de la liberación, que es el camino de la revolución con Cristo”

            En Venezuela está echada la pelea. Una pelea en la que la fuerza de la metralla y la demagogia están en contra de la fuerza de la fe cristiana. ¿A quién apoyamos en esta contienda?.  La hora es la de la unión de todos los cristianos en Venezuela. Y la del apoyo a esos cristianos de parte de los que estamos, con Cristo de la mano, esparcidos por los caminos del mundo.