En defensa de la corbata

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
A lo largo de los últimos meses he notado un progresivo olvido del uso de la corbata. Presentadores de televisión, que deben aparecer ante las cámaras distinguidamente vestidos, ahora exhiben abiertos los cuellos de sus camisas sin el prestigioso adorno de una corbata formal.

La moda de vestir sin corbata ha sido adoptada por artistas, predicadores y políticos. No sabemos de dónde parte la costumbre de desechar la corbata; pero lo más probable es que haya surgido de los cantantes que hoy acaparan la atención pública, apareciendo en sus espectáculos vestidos de forma vulgar y calculadamente descuidada.

Aquellos que son observadores seguramente se han dado cuenta de la manera descuidada en que visten muchas personas que meses atrás eran dechado de elegancia. Yo suelo ver, en horas de la noche, algunos programas en los que aparecen predicadores que por su elocuencia y solidez me inspiran en sus mensajes; pero me ha decepcionado, en las últimas semanas, verlos enfundados en elegantes trajes luciendo una camisa desabotonada. Si ellos creen que haciendo esto se identifican con sus oyentes, están equivocados. Hay códigos - quizás no escritos – que nos indican la forma en que debemos vestirnos de acuerdo con nuestra identidad o profesión.

Los orígenes del uso de la corbata son muy interesantes. Se afirma que en el año 1660, en la contienda entre el regimiento Croata y los Turcos, los croatas (que eran parte entonces del Imperio Austro-Húngaro) llevaban sobre sus cuellos unos hermosos pañuelos adornados con muy sugestivos colores. En una visita que estos regimientos victoriosos hicieron a Paris, el rey, S.M. Luis XIV se sintió profundamente impresionado por la belleza y donaire de las cintas de colores que llevaban atadas los croatas, al cuello. De inmediato Luis XIV ordenó la confección de este tipo de adorno para su regimiento real, imprimiendo en el mismo nada menos que el sello monárquico. Llamó a estos pañuelos “cravette”, vocablo relacionado con la expresión “crabete”, que significa croata. De ahí al uso del término “corbata” la distancia es bien corta.

Sobre el uso correcto de la corbata se han escrito numerosos tratados. Un detalle interesante es que la medida correcta para una corbata oscila entre los 130 y 150 centímetros de largo y que siempre debe usarse ligeramente por encima de la hebilla del cinto, nunca por debajo de la misma. Las personas de baja estatura no deben vestir una corbata demasiado larga, en tanto que las personas más altas deben evitar el usarlas demasiado cortas. Hay una compañía española llamada Jenred Multimedia Grouo LLC que ofrece en su página cibernética la traducción parcial de un texto original de Alan Flusser sobre el uso apropiado de la corbata.

Según el sociólogo Acer Diecs la corbata refleja el tipo de personalidad del que la usa. Es más, algunos sicólogos la señalan como símbolo fálico, adjudicándole características de sexualidad. La corbata de colores fuertes y alegres representan a las personas extrovertidas, con tendencias a la sociabilidad, de carácter afable y locuaces. Las corbatas a rayas reflejan un carácter sobrio, de tono profesional. Incidentalmente, según estadísticas, que para todo las hay, el 80% de las corbatas que se venden son listadas diagonalmente, la mayoría con colores alternos, claros y tenuemente oscuros. Las corbatas de un solo color, sin estampados, se usan para combinarlas con el color de los rayados y los adornos en las camisas y son generalmente usadas por personas adultas. El color tiene que ver con las circunstancias. Una corbata negra se asocia a la idea de luto y se usa en funerales y en servicios religiosos memoriales. Una roja es buena para un cumpleaños, y las amarillas o verde claro en un traje negro le dan un tono festivo a la vestimenta.

La versión moderna de la corbata proviene de la Inglaterra Victoriana en 1850, época en que se consideraba un atuendo indispensable en la vestimenta masculina, aunque en décadas anteriores ya los franceses vestían ciertos estilos de corbatas que se usaban de forma que cubriera casi completamente el cuello.. Hay un manual, atribuido a Honorato de Balzac en 1827 en el que se explica cómo lucir apropiadamente la corbata. En el mismo se describen las 22 diferentes maneras de anudarse correctamente la misma. Y hablando de nudos, precisamente “tie” es el nombre que en inglés se le adjudica a la corbata, término que literalmente se asocia a los verbos “atar” o “anudar”.

Hurgando en el pasado descubrimos que a lo largo de la historia siempre ha existido la tendencia de cubrirse el cuello, ya sea con pañuelos, bufandas, cintas de seda o lana y en muchos casos con la parte superior de las túnicas o los abrigos. Los egipcios se anudaban al cuello cintas tejidas de forma triangular y entre los romanos era común el uso de un aditamento semejante llamado “focale”, que en especial lo usaban las funcionarios de alta jerarquía y los oradores para proteger sus gargantas.

Ahora bien, la corbata en su forma actual existe desde el año 1924 ya que alguien llamado Jesse Langsdort, empezó a fabricarla, de tan exitosa manera que patentó su invento. En aquellos tiempos la corbata tenía cierta asociación con el status de los que la usaban, pues los precios de la misma solía estar fuera del alcance económico de la mayoría de las personas. Después de Langsdort empezaron los estilistas a fabricar las corbatas en serie y hasta hoy se pueden adquirir, de diferentes materiales, a precios verdaderamente moderados, aunque todavía existen los modelos que están diseñados para los que puedan pagar cantidades exorbitantes.

Se acercan las Navidades, la época del año en que más corbatas se regalan. Obsequiar una corbata fina, bien presentada, con diseños elegantes, se ha considerado siempre un acto social muy bien apreciado. Esperamos que la dejadez de muchos para con esta prenda de vestir no interfiera con la simpática costumbre de regalar corbatas.

Yo estoy a favor de la corbata y si tuviera autoridad para hacerlo, les exigiría a los presentadores de televisión que las usaran cada vez que aparezcan ante las cámaras. Y a los que por otras razones se asoman a la pantalla chica les diría que aparecerse ante el público sin una corbata es casi una imperdonable descortesía.

Yo propongo el regreso a la corbata. Los que están de acuerdo conmigo, por favor, que lo digan. Hay que recordar que la corbata es un elocuente símbolo de la elegancia verdadera.