Truman Capote

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
Recuerdo que fue en un vuelo de varias horas. En la librería del aeropuerto de ciudad México compré el libro A SANGRE FRIA, de Truman Capote. Recuerdo el incidente, porque a mi lado viajaba un joven que había comprado el mismo libro y estaba listo para iniciar su lectura.

No voy a discurrir ahora sobre esta novela en la que el autor mezcla la realidad de un inexplicable crimen con los frutos de su privilegiada imaginación, sino que quiero hablar sobre su autor, ya que en breves días, precisamente el 25 de agosto se cumplirá un año más de su muerte ocurrida en Los Angeles, en 1984.

El extraordinario escritor nació en Nueva Orleans el 30 de septiembre de 1924, con el nombre de Truman Streckfus Persons, hijo de un vendedor llamado Arch Persons y de una preciosa muchacha de 16 años de Monroeville, Alabama, llamada Lillie Mae Faulk. Su niñez fue desafortunada. El matrimonio de sus padres terminó abruptamente en divorcio, y Truman, a los seis años de edad fue enviado a vivir con la familia de su madre, integrada por personas excéntricas que probablemente ejercieron una negativa influencia en el muchacho, que le afectaría por el resto de su vida.

En 1931 la madre de Truman se trasladó a Nueva York, donde contrajo matrimonio con un cubano, Joseph García Capote, un próspero hombre de negocios con un apartamento en Park Avenue y una mansión en Greenwich, Coonecticut. Capote adoptó al muchacho, dándole su apellido y ofreciéndole oportunidades de educación que no fueron aprovechadas. Truman Capote, que así es conocido el extraordinario escritor del que estamos hablando, prefirió el mundo de la literatura. Desde que supe que el apellido Capote vinculaba a Truman con Cuba se me despertó un inusitado interés en su vida y en su obra.

Desde su juventud, como hemos expuesto, Truman Capote se internó en el mundo literario, siendo precursor de lo que se ha dado en llamar “la novela no ficticia”, es decir, historias imaginarias basadas en personajes y hechos reales, quizás en el caso de él, con un definido tono autobiográfico. Después de enviar manuscritos a diferentes publicaciones, según uno de sus biógrafos, la revista Mademoiselle, en 1945, le publicó un trabajo titulado Miriam, que le mereció el O. Henry Award. Es curioso que en la lista de premios concedidos por esta prestigiosa institución de promoción literaria para principiantes aparezca que en el año 1948 Capote fuera premiado por su historia corta Shut a Final Door, publicada en la revista The Atlantic Monthly en agosto del 1947.

Capote vivió una vida que por algunas razones me recuerda la de Fedor Dostoiewsky. Desde su niñez experimentó una dolorosa angustia existencial. Era homosexual declarado, en una época en que el homosexualismo era estigmatizado por la sociedad y progresivamente fue entrando en el nebuloso mundo del alcohol y la droga. En 1948 Truman Capote conoció a Jack Dunphy, prolijo escritor que disfrutaba entonces del triunfo de su novela John Fury, al tiempo en que trataba de superar la crisis del doloroso divorcio que lo separó de su esposa, la actriz Joan McCracken. Entre ambos escritores se estableció una íntima relación sentimental. Diez años mayor que Truman, que era exuberantemente social, Dunphy era un individuo solitario; pero con las altas y bajas que son de esperarse, los dos se mantuvieron en contacto hasta el final. La relación entre ambos fue reflejada en el filme Infamous (2006), y en otro anterior, titulado Capote (2005). Dunphy escribió un libro sobre su vida compartida con Capote, tres años después de la muerte de éste, titulado Dear Genius: A Memoir of My Life with Truman Capote, publicado por McGraw en 1987.

Capote se internó en la escritura con avidez casi patológica, quizás con el propósito de huir de sí mismo. Fue autor de historias cortas, novelas, crónicas de viajes, biografías, reportajes noticiosos, memorias, obras teatrales y libretos para el cine.. Probablemente sus dos novelas más conocidas son A Sangre Fría y Desayuno en Tiffany’s, sobre una prostituta en Manhatan. Su primer libro, Otras Voces, Otros Ambitos, (1948) trata del descubrimiento que de su homosexualidad hizo un joven de una apartada región sureña. Precisamente su homosexualidad lo llevó a relaciones, a veces sórdidas, otras muy frustrantes. Fue amigo de Paul Bowles, un genial compositor y escritor, bisexual, mayor que él casi quince años, y de John O’Shea, vicepresidente de un banco en Long Island, al que conoció en una casa de baños públicos, y quien se le asoció en busca de fama y dinero. A veces no era muy mesurado en la selección de sus acompañantes. Se cuenta que en cierta ocasión fue con un joven, reparador de equipos de aire acondicionado que había convertido en su amante y a quien le doblada a la edad, a un exclusivo restaurante de lujo. El joven pidió para comer una papa asada, provocando asombro y risas.

Casi todas las obras de Capote – por no decir todas -, están traducidas al español. Hemos podido leer en nuestro idioma, entre otros, además de las ya citadas, Un Placer Fugaz, Música para Camaleones, Un Arbol de la Noche, y Plegarias Atendidas.

¿Por qué escribo sobre Truman Capote? Primero, porque lleva el apellido de un cubano; pero más que eso, por su niñez desorientada. A su padre no volvió a verlo, su madre se convirtió en alcohólica y violenta. A los comienzos de su adolescencia se lanzó a un mundo que tal vez lo acogió con aplausos, pero en el que se hundió en la promiscuidad sexual, el abuso de las drogas y el abandono de su dignidad personal. Ganó dinero, tuvo propiedades en varios lugares del mundo, se codeó con grandes personalidades, escaló fama en el cine y bebió del vaso de la gloria. Pero no fue feliz.

Capote murió en Los Angeles, el 25 de agosto del año 1984, un mes antes de cumplir sus 60 años de edad. De acuerdo con el informe del médico examinador la causa de su muerte fue “enfermedad crónica hepática, flebitis e intoxicación por consumo de drogas”. Murió en el hogar de Joanne Carson, ex esposa de Johnny Carson, el famoso presentador de televisión. Se truncó una vida que pudo haber sido totalmente diferente. La enseñanza queda para nosotros: el que pervierte los dones que Dios le da jamás se encuentra con la felicidad.