Apostolados en el hogar

Autor: Martha Morales

 

 

La vida es una aventura maravillosa. Y desde el hogar se puede hacer mucho en favor de los hijos, de los amigos de los hijos y de la comunidad. 
¡Cuántas madres de familia dan clases de cocina, o de alguna otra labor, a las amigas de sus hijas! ¡Cuántas abuelas ayudan a sus nietos con su ejemplo, su buen humor, sus historias y cuentos!

A los hijos no hay que facilitarles la comodidad porque pierden el sentido de lucha que tiene la vida. Por ejemplo, lo lógico es pedirles que colaboren en casa y que se acomoden al horario de la familia. Se trata de ayudarles a que fortalezcan su voluntad ya que, el carácter de un hombre es su destino. 
A cada uno se nos pide el sacrificio de mejorar nuestro carácter en esto o en lo otro; de ser más puntuales en el trabajo; de tener más alegría de la vida en familia; de ser más serviciales y de cuidar los detalles pequeños en favor de los demás.

Los casados cumplen su misión de educadores orientando oportunamente las 
amistades de sus hijos para que sepan moverse en ambientes sanos y rechazar 
lo que no les viene bien a su alma. Una mamá culta transmiten sus hijos el 
interés por las ciencias, artes, literatura, historia, el bienestar de los demás, y les ayudan a mejorar su formación humana, acercándoles a los museos, conciertos de música clásica y les enseñan a discernir la música satánica de la buena.

Por otro lado, es oportuno que los adolescentes hagan deporte hasta quedar 
“reventados”, que jueguen y hagan deporte dos o tres horas, así su energía 
tendrá un cauce sano.
La TV se caracteriza por una inmoralidad agresiva o por una sensualidad o una frivolidad contrarias al más mínimo sentido del pudor, y son incompatibles con el tono de una familia cristiana, pues hacen que entre un ambiente pagano o anticristiano al hogar. Por eso, muchas veces será necesario invertir tiempo en ver la televisión con los hijos, para darles criterio, para señalarles dónde está el engaño en la trama o dónde está la manipulación de valores.
Otro aspecto a tomar en cuenta, es la de tratar de que no decaigan las tradiciones y costumbres cristianas, como el sentido de las posadas y de la 
Navidad y de las fiestas litúrgicas. Además, ayuda mucho cuando los padres 
de familia fomentan prácticas de piedad como rezar el Rosario en familia, ir a Misa juntos, bendecir la mesa, rezar antes de dormirse, encomendar al herido cuando suene una ambulancia, etc.

Los padres tienen la responsabilidad de velar por la formación doctrinal-religiosa de sus hijos, y la obligación de proporcionarles los medios para adquirirla, como buenos libros y revistas de vidas ejemplares. 
Los adolescentes deben de saber que hay prácticas, como la masturbación, que 
constituyen un pecado mortal. Deben de saber que hay mujeres que practican 
el aborto, y que esa es una ofensa grave a Dios y al ser humano.

El empeño serio por practicar las virtudes, ha de llevar a los padres de familia a advertir a los que les rodean las ocasiones de peligro para su salud espiritual. Les pueden enseñar a guardar los sentidos, para que la presión de toda una sociedad cargada de erotismo no debilite la finura de una vida casta. Con frecuencia hay que “guardar la vista”: No se puede ver todo, no se puede oír todo. La pureza es una conquista de Dios en nosotros, pero hemos de poner de nuestra parte.