Amar, es renunciar para luego ganar

Autor: Martha Morales

 

 

“¡Quisiera huir con mi novio!”, decía una chica adolescente, sin medir las consecuencias para ella y para el muchacho. No hay sabiduría en ese deseo. 
Hay una inexperiencia feroz. En esta edad se ve el mundo color de rosa y, por un error de este tipo, se puede echara perder una vida. La gente joven debe de aprender a vivir lo propio de su edad: el estudio, la diversión sana, la comunicación con su familia y sus amigos, y no echarse responsabilidades para las que están inmaduros.

Octavio Paz dice que “la castidad cumple la misma función en Oriente que 
en Occidente: es una prueba, un ejercicio que nos fortifica espiritualmente 
y nos permite dar el gran salto de la naturaleza humana a la sobrenatural” .

Es propio del corazón humano aceptar exigencias, incluso difíciles, en nombre del amor hacia una persona. El novio que ama a su novia, sabe esperar, y no pide una prueba de amor, cuando él no puede ofrecerle un matrimonio con la misma prisa con la que él pide la prueba de amor. Y a veces, esa prueba de amor termina en odio a quien se le entrega, porque siente que esa persona, en vez de elevarlo, lo rebaja; otras veces, termina pidiendo más y mas. Un joven equilibrado entiende que, la mejor opción, es la abstención sexual antes del matrimonio, y entiende que haya quienes elijan la virginidad para vivir su adolescencia o para toda la vida.

La elección de la virginidad o de celibato para toda la vida es una respuesta al amor de Dios y, por tanto, tiene el significado de un acto de amor esponsal; es decir, de un de una donación esponsal de sí mismo. Es una donación hecha como renuncia, pero hecha sobre todo, por amor.

Vito de Larigaudie fue un hombre extraordinario. Fue un gran descubridor de 
continentes, y el primero que hizo un viaje en automóvil de Francia a 
Indochina. Líder de la juventud francesa, fue un hombre que amó a sus 
semejantes y al mundo. Su espiritualidad se centraba en la admiración ante 
el mundo creado. Bajo su fotografía se leía una inscripción: “Una santidad 
sonriente”.

Vito de Larigaudie amaba la aventura, el baile y el canto. Era un magnífico 
nadador y esquiador. Acogía todas las alegrías y vivía saturado del ritmo de 
su amable conversación.

En sus apuntes escribió: “Todo tiene que ser amado: la orquídea que inesperadamente florece en la selva, la belleza del corcel, el gesto del 
niño y el sentido del humor, o la sonrisa de la mujer. Hay que admirar todo 
lo que es bello” .

En su vida hubo luchas y sacrificios, y ésta estuvo sometida a la prueba. 
Tuvo que tomar decisiones valientes porque la integridad nunca ha sido tarea 
fácil. Escribe: “Sentir en la profundidad de uno mismo toda la suciedad y el 
hervir de los instintos humanos, y saber mantenerse por encima de todo ello, 
no hundirse, andar por encima, como se anda por un pantano seco,(...) 
Era seguramente una mestiza, tenía los hombros preciosos, y esa belleza 
salvaje de los mestizos de labios gruesos y ojos enormes. Era bella, 
enloquecedoramente bella. En realidad se podía hacer solamente una 
cosa... 
Pero no la hice, salté sobre el caballo y huí a galope, llorando de desesperación y de rabia, pero con la conciencia llena de paz, ya que, por el amor que siento hacia mis semejantes, no quise hacer daño”.

La castidad es posible si está edificada sobre los cimientos de la educación de la voluntad, y si se sabe huir de la ocasión. Se puede hacer frente a la presión exterior tratando, conociéndose a sí mismo, sabiendo que somos frágiles y vulnerables por esencia; pero que la debilidad se hace fortaleza huyendo de la ocasión. Si no huimos, nuestra debilidad corrompe nuestra conciencia, y entonces tratamos de justificar una acción.

El mismo autor escribe: “En lo profundo de mi ser hay aguas puras y tranquilas. No pueden afectarme, pues, las sombras o los remolinos de la superficie (...). Toda mi vida fue una gran búsqueda de la verdad, en todas partes y a todas horas, en todos los lugares del mundo busqué sus huellas. 
La muerte será como soltarme de la cadena que me tiene atado, y el fin de 
una asombrosa y estupenda aventura; será la consecución de esa plenitud que 
siempre perseguí”.