El rompimiento de un noviazgo
Autor: Martha Morales
Pocas veces se piensa en ¿qué pasaría si llego a romper con él (ella)? Más bien se piensa: “Eso le pasa a otros (otras), a mí no”. Las reglas del juego, las expectativas que cada uno tiene sobre el otro —tales como ser leal y sincero, pasar tiempo juntos, distribuir de manera equitativa el esfuerzo y los recursos, y la existencia de una cualidad especial; intangible: “la magia”— pueden esfumarse. Es aquí en donde se da la confusión de sentimientos y emociones.
Al romper, lo normal es que uno se desconsuele por unos días o por unas semanas, pero si hay fe la persona supera el desconsuelo.
Cuando muere un noviazgo, parece que todo el universo muere con él.
No engañar
Es probable que esta sea la regla en la que se debe mantener más cuidado de no violarla. Si no se puede confiar en la propia pareja, la relación está casi condenada a morir. Es devastador descubrir un engaño por parte de un novio o novia.
Cansancio y aburrimiento
Sin pretender agotar el tema podemos destacar que el mal de algunos jóvenes es:
en el plano humano: la falta de paciencia, y
en el plano espiritual: la falta de esperanza.
La juventud de hoy se aburre porque tiene los sentidos despiertos y el alma dormida (cfr. San J. Escrivá, Camino, n. 368). Decía un joven: “Nada nos atrae de manera decisiva, y todo nos distrae”.
Muchos adolescentes saben “lo que no quieren”, pero no saben lo que quieren. Para que un joven sepa lo que quiere necesita descubrir el amor como capacidad de dar y de recibir.
El corazón humano está hecho para cosas grandes. Si la motivación es una de las principales consideraciones en el inicio y mantenimiento de un noviazgo, se puede estar bastante seguro de que la falta de motivación será una razón para el rompimiento, es fundamental para su existencia, en particular en el cortejo. Si falta, se considera razón suficiente para que se termine.
Aparece otra persona
A veces surge un segundo frente porque el novio (a) no cuidó la vista ni la afectividad, y porque el amor es trasgresor. Preferir a otro (a) es un acto de voluntad. No se puede explicar sin la intervención de la voluntad. La persona que no quiere enamorarse, no se enamora.
Cambio de residencia o de país
Cuando uno de los dos cambia de lugar de residencia, es inevitable que se produzcan tensiones en la relación de modo que las vidas dejan de estar “entrelazadas”. Hay nuevas oportunidades para nuevas relaciones, y esas opciones o tentaciones pueden ser un obstáculo para continuar.
Conflicto
Es inevitable cierto tipo y grado de conflicto en todas las relaciones humanas —la mayor parte de las veces se da por egoísmo o por soberbia—, y con frecuencia el proceso de solución de conflictos es positivo, ya que promueve al crecimiento de la relación, sin embargo, el conflicto también puede dar muerte a esa relación. Las peleas entre novios pueden ser buenas porque así se conocen como realmente son.
La comunicación puede llevar a un acuerdo, pero el no saber escuchar conduce a que cada una se aferre a su posición. Siempre uno ama más que otro, por lo que la decisión del rompimiento suele ser de uno de los dos.
Pero ¿qué pasa cuando una persona desea terminar la relación? Puede haber muchas razones y no se le ha de ahorrar a la persona la reflexión. La decepción de la otra parte constituye una etapa crítica en la que se daña la autoestima por efectos del descalabro.
Hay muchos niveles
Imaginemos que la pareja camina por un largo puente colgante. Este puede ser sólido o endeble; representa el vínculo afectivo, capaz de romperse en cualquiera de las cuatro etapas: enamoramientos, conocimiento, compromiso o intimidad. Cuanto más avanzada se encuentre la relación, el precipicio debajo del puente será mayor y por consecuencia la caída será más dolorosa. Cuanto más honda sea la caída más larga y escarpada será la ruta de ascenso.
Superación de la crisis
Para superar la tristeza se requiere vivir el dolor sin evasiones: lamentarse a solas, no reprimir el llanto: es conveniente llorar hasta que se sequen las lágrimas y se logre el completo desahogo.
El perdón verdadero son las cenizas de la ira extinguida. Se perdona cuando ya no se recrimina a nadie ni se guarda rencor, cuando no se recuerda el ayer con nostalgia. El perdón es la aceptación pacífica de los hechos, la conciencia de que todo lo ocurrido.
Se recomienda fomentar el entusiasmo y la libertad. También, que regrese la sonrisa al rostro. Así, la persona asume el control total de su tiempo, se vuelve fuerte, autónoma, jovial, etc...
Una prueba inequívoca de que se ha superado el problema se da al encontrarse frente a frente con la persona (su ex), sin que haya alguna exaltación emocional. Hay que sonreír pero sin percibir que el corazón late más rápidamente ni que el sistema nervioso registra la más mínima emoción.
El entusiasmo y la libertad se dan en la soledad, en la que ya no hay dependencia de nadie, y también se puede dar cuando se encuentra a otra persona que sepa valorarnos. Sin embargo, la persona responsable de sí mismo no se encuentra a la “caza” desesperada de un compañero, porque de otro modo, no le encuentra sentido a su vida.
Algunos padres de familia sufren junto con los hijos los rompimientos de su noviazgo. Quisieran ahorrarles ese dolor. No podemos, sin embargo, olvidar que los “golpes de la vida” son parte del desarrollo personal; reflexionar es un acto interior de una especial profundidad, en el que el hombre no puede ser sustituido por los otros, no puede hacerse “reemplazar” por los adultos. Es necesario que el adolescente se pronuncie, y supere el rechazo de que fue objeto con argumentos sinceros, eso lo hará crecer y madurar. Es un momento clave para volverse más realistas y conocer la fragilidad de las relaciones humanas.
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