San Justino, el más importante de los padres apologistas del siglo II

Autor: Martha Morales

 

 

Así fue como un intelectual, Justino, descubrió el cristianismo a los treinta años:

Aun faltan unas horas para que amanezca. Un hombre pasea por la orilla de una playa, contemplando el mar. Es famoso en muchos círculos intelectuales. No tarda en descubrir a otra persona en ese lugar desierto: es un anciano. El intelectual se pregunta que puede hacer aquí a estas horas. El anciano percibe su desconcierto y se dirige a el. Le explica que espera a unos familiares que están navegando. La conversación prosigue. El anciano sabe escuchar. La sencillez del anciano desarma al intelectual. Lo mira con simpatía. Pasan las horas. Se despiden. No se voleran a ver.
Al despedirse, el anciano le exhortó a la oración para que se le abrieran las puertas de la luz. El intelectual no olvidara este encuentro. Meses después comprenderá que solo las palabras del anciano parecen dar razón de sus ansias de verdad. Un encuentro fortuito le ha acercado a la fe. Al poco tiempo Justino, el filósofo, recibirá el bautismo y se convertirá en uno de los mas grandes apologetas cristianos (Cfr. San Justino, Dialogo con Trifon, 2).
El fuego de los primeros cristianos
Más que un vaso que llenar el apostolado es un fuego que encender. Quizás el fuego que encendamos va a ser más grande que el nuestro. No conocemos las potencialidades de los demás. A veces basta una chispa para que se encienda un gran fuego; tal vez baste iniciar en una clase de catecismo y luego esa persona busque la verdad por su cuenta, y se llene de contento, es decir, de contenido, como dicen en Italia, donde contentezza significa que tiene contenido.
Los primeros cristianos eran conscientes de poseer una nueva vida, por el Bautismo. Cristo, asentado a la derecha del Padre, dice: “mira, hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis, 21,5).
Como imagen suya los hombres pueden –podemos- cambiar la historia: en unos casos para mal y en otros, para bien, participando en el designio divino. El evento que dio a la historia del mundo el viraje más radical, fue la Encarnación del Hijo de Dios. Así, la colaboración mas profunda ha sido llevada a cabo por la Virgen , para cambiar el curso de la historia.
San Justino puso todos sus conocimientos filosóficos al servicio de la fe, abriendo en Roma la primera escuela de filosofía cristiana que se conoce, dedicada a exponer la verdad evangélica según las Escrituras y conforme al testimonio de la razón, instruyendo a numerosos alumnos y participando en debates públicos.
La primera apologia se la dedicó en el año 150 al emperador Antonino Pío y al hijo Marco Aurelio, y también al Senado y al pueblo romano. Escribió otras obras, por lo menos unas ocho. Entre ellas la más importante es la titulada Diálogo con Trifón, y se la recuerda porque abre el camino a la polémica antijudaica en la literatura cristiana.
Denunciado por el filósofo cínico Crescente, a quien había derrotado repetidamente en debates públicos, fue conducido ante el prefecto de Roma Junio Rústico y, al declararse abiertamente cristiano, condenado a muerte y ejecutado junto con varios de sus discípulos. Las Actas del Martirio de Justino, que se conservan redactadas en griego, lengua en la que se celebró el juicio, constituyen uno de los más valiosos documentos de la Iglesia Primitiva.

Los escritos genuinos de Justino, Apologías y su Diálogo con el judío Trifón, además de constituir una fuente documental preciosa para conocer la vida de la Iglesia cristiana en el siglo II y la apologética propia de ese período.
Benedicto XVI recientemente escribio: San Justino, filósofo y mártir, es “el más importante de los padres apologistas del siglo II. La palabra «apologista» hace referencia a esos antiguos escritores cristianos que se proponían defender la nueva religión de las graves acusaciones de los paganos y de los judíos, y difundir la doctrina cristiana de una manera adaptada a la cultura de su tiempo. De este modo, entre los apologistas se da una doble inquietud: la propiamente apologética, defender el cristianismo naciente («apologhía» en griego significa precisamente «defensa»); y la de proposición, «misionera», que busca exponer los contenidos de la fe en un lenguaje y con categorías de pensamiento comprensibles a los contemporáneos’ (...).De hecho, la religión pagana no seguía los caminos del «Logos», sino que se empeñaba en seguir los del mito, a pesar de que éste era reconocido por la filosofía griega como carente de consistencia en la verdad. Por este motivo, el ocaso de la religión pagana era inevitable: era la lógica consecuencia del alejamiento de la religión de la verdad del ser, reducida a un conjunto artificial de ceremonias, convenciones y costumbres (20 marzo 2007, ZENIT.org).

El Papa Juan Pablo II, definió a Justino como «un pionero del encuentro positivo con el pensamiento filosófico, aunque bajo el signo de un cauto discernimiento»: pues Justino, «conservando después de la conversión una gran estima por la filosofía griega, afirmaba con fuerza y claridad que en el cristianismo había encontrado “la única filosofía segura y provechosa” («Diálogo con Trifón» 8,1)» («Fides et ratio», 38).

Todavía se conservan las actas auténticas del martirio de Justino.