Vivir la Liturgia

Autor: Martha Morales

 

 

La liturgia es la celebración de la fe. La acción más noble que la Iglesia puede celebrar es la liturgia; no es tema sólo de clérigos sino que también es propia de los laicos. La liturgia es la realidad misma de los sacramentos en cuanto vividos y celebrados por la comunidad.

La Iglesia vive cara a Dios y cara a los hombres celebrando la misericordia de Dios. La liturgia es incomprensible sin Cristo; hay que entenderla desde Cristo y desde la Iglesia. Cuando el ser humano participa en la Misa, en su vida se refleja el misterio de Cristo. La liturgia se sitúa en el centro mismo de la Iglesia.

Queremos comprender con la fe (fidens quaerens intellectum). Buscar entender la teología es la dinámica de la vida creyente. El vivir intelectual de la fe es la teología. Estudiar liturgia es estudiar teología, es tratar de comprender qué es eso que celebramos y a qué responde. Desde el misterio que se celebra en la liturgia, vamos comprendiendo hasta el detalle más pequeño y la acción más nimia. El hombre corresponde así, con detalles, al infinito amor de Dios. Todo tiene sentido porque Cristo está presente. La vida litúrgica de los fieles se manifiesta en la “urbanidad de la piedad”, en la reverencia y devoción.

“La mayor manifestación de admiración, gratitud y respeto a Dios Uno y Trino, pasa por la Celebración del día del Señor, la Misa dominical. Ahí se ofrece a Dios la alabanza perfecta, un ‘sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso’ (Plegaria Eucarística III). Ahí ofrecemos a Dios el culto, no sólo que Él merece, sino el que quiere: ‘Haced esto en memoria mía’ (Lc 22,19).” (Sánchez de Alva y Molinero, El más allá, p. 60).

¿Quién celebra la liturgia? Es acción del Cristo total, cabeza y miembros (ver CEC n. 1076).

La Iglesia es una comunidad sacerdotal (Lumen gentium n. 11). El centro de la historia es Jesucristo, el amor misericordioso. Cristo es el centro y la consumación de la historia. El misterio de Cristo es que siendo quien era se hizo hombre por nosotros, es la donación del Hijo al mundo. Vive por nosotros. Muere por nosotros. Resucita por nosotros. El misterio de Cristo es lo eterno que entra en la historia humana.

Dios Padre nos ha dicho todo en el Hijo hecho hombre, por eso sus palabras son palabras de vida eterna. Cristo vive y muere por nosotros y nos redime. ¿Cómo me llega la fuerza de Cristo? Por los sacramentos. ¿Cómo me encuentra a mí y yo a él?... A partir de Pentecostés de inaugura otro tiempo. El tiempo histórico de Cristo es el tiempo de la revelación del misterio. Felipe le dice a Jesús: “Muéstranos al Padre”. Jesús responde: “Quien me ve a mí ve al Padre” (Juan ).

¿Cómo está Cristo presente entre nosotros? En los sacramentos. La liturgia es la celebración de los sacramentos. La liturgia es la realización de la misión de la Iglesia. La Iglesia existe para celebrar la liturgia. Los primeros cristianos decían “¿por qué Cristo retrasa su segunda venida? Dios tiene sus planes y la retrasa por su misericordia.

La Iglesia se hace presente como sacramento de salvación por la liturgia: por la Palabra que anuncia el misterio y por la celebración del misterio. El centro de la vida humana es la liturgia, la Eucaristía. La liturgia es una forma de penetrar en el sentido de estas celebraciones.

El decreto Ad gentes n. 3, dice, lo que el Señor ha predicado una vez hay que proclamarlo hasta la extremidad de la tierra, porque sin el encuentro con Cristo no hay salvación.

Lo más importante en la celebración es la actitud interior. El sacerdote que preside la celebración es signo y sacramento de Jesucristo. La Liturgia de la palabra es un diálogo entre Dios y su pueblo.

Algunos consejos prácticos para los que se levantan a leer podrían ser los siguientes:

Los lectores no deben leer sino proclamar, es decir, comunicar autoritativamente, el mensaje bíblico. 

Los “pecados” del lector son:
• No preparar la lectura leyéndola previamente.
• No saber usar el micrófono.
• Ir vestido en forma inconveniente.
• Balancearse al leer.
• Dirigir la lectura al libro, no al pueblo.
• Decir “primera lectura o segunda lectura” o lo que está en letra roja.
• Leer con prisa, sin proyectar la voz. No hacer pausas.
• Decir las palabras y no el mensaje, porque falte entonación.
• No hacer el silencio final, antes de decir “Palabra de Dios”.
• Que sea la misma persona la que lee las lecturas y el salmo responsorial.

Para estudiar la liturgia como misterio en la economía de la salvación, los padres del Concilio Vaticano II se remitieron a la Biblia y a los Padres de la Iglesia. El catecismo de la Iglesia Católica sigue esta misma tendencia. La liturgia es esencial en el plan salvífico de Dios, pero requiere de una participación fructuosa. Una directiz de Benedicto XVI es revitalizar la liturgia.

Se recomiendan el libro de Jean Corbon, Liturgia Fundamental. Misterio-Celebración-Vida. Libros Palabra, Madrid 2001, y el libro de José Antonio Abad, La celebración del misterio cristiano. EUNSA: Pamplona, 2005.
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