Fiesta del Bautismo del Señor, Ciclo C
"Jesús se bautizó. Mientras oraba se abrió el cielo."
Autor: Padre Mario Santana Bueno
Evangelio Lc 3, 15-16. 21-22:
La gente se encontraba en gran expectación, y se preguntaba
si tal vez Juan sería el Mesías. Pero Juan dijo a todos: Yo, ciertamente, os
bautizo con agua; pero viene uno que os bautizará con el Espíritu Santo y con
fuego. Él es más poderoso que yo, que ni siquiera merezco desatar la correa de
sus sandalias.
Sucedió que cuando Juan estaba bautizando a todos, también Jesús fue bautizado.
Y mientras oraba, el cielo se abrió, y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma
visible, como una paloma, y se oyó una voz del cielo, que decía: Tú eres mi Hijo
amado, a quien he elegido.
Homilía
El propio ritmo del año litúrgico nos trae esta fiesta como
continuación de la Navidad y de la Epifanía; hace caer la festividad desde una
mentalidad netamente cristiana: el niño hace poco que ha nacido... ahora vemos
su bautizo... La mentalidad de la gente alejada asocia este bautismo de Jesús
con el de los niños actuales, pero en realidad su simbolismo es totalmente otro.
¿Por qué se bautizó Jesús? ¿Acaso tenía pecados? ¿Acaso necesitaba convertirse?
Los primeros cristianos tuvieron sus grandes debates sobre este tema. Hubo
explicaciones para todos los gustos, pero el bautismo en el Señor tiene unas
referencias que bien nos pueden servir para darnos cuenta de la hondura de este
gesto. Jesús no tenía necesidad de purificación pero tenía que cumplir la
voluntad del Padre.
Después de los días de adviento aparece de nuevo Juan el Bautista. Ahora tiene
ante sí mismo a quien había anunciado. La gente estaba expectante y se
preguntaba si Juan era el Mesías. Él lo desmiente exaltando al Señor por encima
de su persona y de su actividad. En la vida diaria del cristiano la labor que
hacemos es como la de Juan el Bautista. Tenemos que estar anunciando a los
alejados y a los convertidos la grandeza del Dios que te espera. Ha venido, pero
muchos no le han aceptado en su vida. Juan es hoy el que proclama, el que
realiza gestos, el que mira al futuro que Dios nos trae.
El Evangelio de hoy tiene un aroma conmovedor. Juan puede ver a quien anunció.
Algo parecido nos ocurrirá en el momento de nuestro encuentro con la eternidad.
En aquel último momento veremos a Dios tal cual es, y, nosotros seremos ante Él
tal y como realmente somos. En el fondo lo que vivió Juan el Bautista fue un
ratito de cielo. Él se despojó de sí y aceptó la grandeza de Dios de una manera
plena.
El bautismo de Jesús le sitúa entre los pecadores. Dios no sólo se hizo carne
sino que tomó sobre sí el peso de la carne. El Señor no tuvo ningún pecado, pero
estuvo muy en contacto con aquellos a los que el pecado había poseído. Pasar por
el bautismo era experimentar el arrepentimiento, sentir lo que una persona
conmovida podía percibir en su espíritu cuando se acercaba al agua. Muchas veces
no nos damos cuenta que en la vida humana sólo hay un dolor, un sufrimiento
solidario que atraviesa cada alma y cada historia personal. En la vida sólo hay
una felicidad que ilumina el ser de cada persona. Jesús se metió de tal manera
en la realidad del ser humano doliente que pasó, sin merecerlo , por las
cavernas del dolor para que el dolor no hundiese al ser humano, por eso los
cristianos vemos también en el dolor y en el sufrimiento de cada persona la mano
redentora de nuestro salvador.
Juan dice a la gente que él sólo puede bautizarlos con agua e invitarles al
arrepentimiento, pero él personalmente no puede concederles el perdón; su
bautismo es externo y físico, mientras que el de Cristo sería interior y
espiritual. Juan hace que la gente vuelva los ojos a Jesús sin despistarles con
otras cosas que siendo importantes pueden ocultar la presencia de su creador.
Todos hemos asistido a numerosos bautizos, nos hemos incluso cuestionado muchas
cosas sobre este primer sacramento. Hemos juzgado interiormente a los padres, a
los padrinos, al sacerdote celebrante. Nos hemos preguntado sobre la
conveniencia de los mismos: ¿para qué bautizar a los hijos de los alejados?
¿para qué bautizar a alguien que no ha tomado la decisión de seguir a Cristo?
Son tantas las preguntas y las cuestiones que nos surgen que muchas veces
olvidamos que el bautismo de Jesús otorga la presencia de Espíritu Santo. Vemos
a la hora de bautizar cómo son los padres y los padrinos, vemos su lejanía de
nuestras celebraciones e incluso una cierta indiferencia entre los invitados...
pero ¿somos capaces de saborear la presencia del Espíritu que actúa y actuará en
la vida de ese niño? Vemos con demasiada frecuencia las incoherencias de los
demás y en cambio no saboreamos la presencia de Dios en aquello que no
entendemos. Demos la oportunidad a nuestro corazón para que aquello que hacemos
en el bautismo sea una continuidad de lo que Jesús hace cada día por nosotros.
En mi parroquia hay personas sencillas que vienen para "echarle el agua al
niño..." Necesitan el agua como señal de limpieza, de vida, de inclusión en la
vida del Señor, pero se olvidan que junto al agua va el Espíritu de Dios que da
vida, que alienta nuestro caminar. Siempre espero que algún día me llegue
alguien para recibir el Espíritu que Juan nos promete en el bautismo de Jesús.
Vemos lo exterior pero no nos percatamos de lo interior. ¡Tremenda pena da un
cristiano que no sepa leer entre líneas los acontecimientos de la vida! Mientras
tanto, espero sin juzgar a los demás, sino viéndome a mí mismo y comprobando que
a pesar de mi recorrido no siempre vivo de acuerdo al agua y al Espíritu que un
día recibí.
Cuando Jesús estaba orando dice la Palabra que se abrió el cielo y bajó el
Espíritu Santo y se oyó la voz del Padre. Este párrafo me hace una invitación a
mantener mi vida en constante oración para que el Espíritu tenga cabida en mí.
Los cristianos somos privilegiados y muchas veces no nos damos cuenta que la
presencia del Espíritu nos hace ser seres nuevos, capaces de entender y ayudar a
otras personas que un día recibieron o no el agua pero que no han terminado de
aceptar a Dios en sus vidas. Me quedo orando, meditando, reflexionando.
Intentaré no quedarme juzgando... Dejaré espacio en mi interior para que el
Espíritu haga en mí su vivienda permanente...
* * *
¿Quién es el Espíritu Santo?
¿Notas la presencia del Espíritu Santo en tu vida? ¿Cómo?
¿Tiene sentido la mayoría de los bautismos que celebramos en la actualidad? ¿Por
qué?
¿Juzgas con frecuencia a los demás? ¿Por qué?
¿Qué actitud debemos de tomar ante lo que significa vivir como un bautizado?