Si todos fuéramos como niños

Autor: María Velázquez Dorantes

 

Dicen que los más grandes  filósofos y sabios son aquellos pequeñitos que todo el día se ven por la casa, correr y jugar, reír y llorar y que sobre todo cuestionan el por qué de todas las cosas: los niños.  

Esas almas que no piensan en dañar a nadie,  que se la pasan todo el día explorando y descubriendo cosas nuevas en el mundo, son las bases del mañana que fortalecen  la vida de esta creación.  

No sabemos en que lugar del mundo, ahora en este momento se está escuchando el llanto de un ángel que ha llegado a la vida, no sabemos en que sitio se encuentra un niño sonriendo y acariciando a sus padres.

Lo único que sí podemos saber, es que estamos rodeados por muchos niños que le asientan una muestra a todos los adultos, manifestándoles lo valioso que resulta todo un día soleado para ellos.  

Son los primeros en levantarse y los últimos en ir a dormir,  son los primeros en salir a las calles con el rostro lleno de caramelo y con una rana bajo la mano.  

Por su mente no pasa la idea de la guerra, del maltrato o de la violencia, todo lo que ellos quieren es demostrarles a todos que vivir vale la pena.

Si todos fuéramos como ellos, quizás el mundo resultará menos difícil de lo que parece, y no habría las grandes crisis de depresión y estallido de stress emocional, puesto que los niños en un momento lloran, pero cuando aparece un globo olvidan el motivo de su llanto.  

Estos pequeñitos son los seres más sensibles, y que aprecian el mundo desde la percepción emocional más fina, evitando perjudicarlo.  

Aprendamos a ser como un niño, para tener un acercamiento con Cristo y escuchar: “ Dejad que los niños se acerquen a mí”.