La estrella de mar

Autor: María Velázquez Dorantes

 

Una madre es un tesoro muy preciado y muy reluciente, mayor que el oro y más bello que un rubí. Las madres son como una cajita de recuerdos y consejos, ellas nunca se han equivocado.  

Su mirada es tan dulce como la miel, su amor es eterno, su cariño nadie lo desplaza, son tan fieles como la propia sombra y tan valiosas como la vida misma.  

Los corales y las estrellas marinas son los reflejos de esa mujer llamada madre; mujer que a veces olvidamos pero que Ella nunca nos olvida.  

María es la estrella del mar, que sumergida  en su silencio se hace presente de una forma milagrosa dentro de la humanidad, es una estrella que ha visto el desarrollo del perdón en la Tierra a partir de la pérdida de su hijo encarnado para la Salvación de los hombres. Y a partir de ello, nos imaginamos acaso cuan valiosos somos por habernos convertido en herederos sustentables de esa maravillosa mujer, que ha aceptado el papel de Madre del mundo.  

Su carácter en tan noble que no puede molestarse con cada uno de sus hijos, al contrario María es la intercesora de los males del mundo, para que estos sigan siendo perdonados por su Hijo eterno.  

Ella es la compañía necesaria para el hombre, porque es la consejera inseparable y ferviente que alimenta la llama del espíritu vivo; María es la mujer que más ama al mundo, es la fuente viva de la tierra y la segunda Madre de ella.

Es una representación simbólica de la maternidad y el don de Dios; ella se hace presente dentro de cada nación, con las características de sus hijos que habitan en determinado lugar. Adopta los rasgos más marcados, las expresiones más solemnes  para ser parte de cada individuo.

María es la virgen que está en todo el mundo representada de mil formas y al mismo tiempo es la estrella del mar que guarda mansamente las profundidades del agua. Es tan clara y brillante como la esmeralda tallada finamente. Es una estrella marina que se mueve al compás de las olas por acompañar a sus hijos.