El poder simbólico de los medios de comunicación

Autor: María Velázquez Dorantes

 

 

En nuestra actualidad somos bombardeados por el poder simbólico que construyen los medios de comunicación, es decir, en cada palabra, imagen, en cada letra y sonido existe un simbolismo que actúa psicológica y emocionalmente en el ser humano. Y este mecanismo comienza a crearse por regular, dentro de toda la mercadotecnia y la publicidad, debido a que cada marca otorga determinado concepto, como: estatus social, elegancia, refinamiento, seguridad y otros tantos verbos que simbolizan un a influencia enorme en la que todos han edificado una significancia. Pero esto no sólo surge en la publicidad, sino en los informativos, en los programas de entretenimiento, en los culturales y todo ello se debe gracias a que el individuo tiene un factor de sensibilidad muy amplio, de percepción y del ejercicio de involucrase con las cosas que rodean su realidad.

El poder simbólico en ventaja tiene el formar, recrear y redescubrir al propio individuo, cuando este es inundado por elementos simbólicos es capaz de generar mayor autoestima, seguridad propia y forjarse nuevas metas que logren identificarlo como un ser progresista y esa cualidad los medios de comunicación deben explotarla para crear conciencia de identificación, sólo para vender y convertirse en medios triviales.

Ante esta situación el individuo debe alimentarse culturalmente, socialmente, espiritualmente; para concentrarse en un ser exigente que demande a los medios de comunicación la calidad de una buena información. Hacer que el poder simbólico vuelva a reunir los valores universales, es rescatar lo que parece estarse perdiendo como la familia, la defensa de la vida y el rescate de las grandes costumbres; porque está es una de las grandes responsabilidades de los medios de comunicación. Sin embargo, es importante aclarar que no sólo los medios de comunicación ejercen el poder simbólico sino que el individuo es parte de ese ejercicio y para sacar las ventajas de ello ambos deben hacerse responsables del simbolismo social al que todo nos enfrentamos.