El amor materno de Dios

Autor: María Velázquez Dorantes

 

Muchas veces en los diálogos con Dios y nuestras conversaciones espirituales hacia él nos dirigimos como aun Padre, tal y como muchas ocasiones lo hacemos con nuestro Padre terrenal, sin embargo, a pesar de la asexualidad de Dios existe otro amor materno que él mismo nos entregó.

Dentro del misterio de Santísima Trinidad y la incomprensión de estas tres dualidades, Dios pensó en su creación misma como un producto de su amor eterno, para ello envío a su Hijo y este Hijo amo tanto a la humanidad que murió en una Cruz redentora, pero antes de dar por terminada su misión en la Tierra, dejó el tesoro más lindo y preciado por él: entregó al universo su amor materno y lo manifestó a través del fruto maravilloso que es María.

Un símbolo femenino, cariñoso y sobre todo intercesor directo con Dios.

Esta mujer, quien sufrió el dolor de ver a su Hijo clavado en una cruz se convirtió en la herramienta para que nuestro Creador se exteriorizara  con la forma de amor de madre.  

María, desde ese momento pasó a ser la madre consoladora del rebaño de Cristo. Se convirtió en la centinela de cada uno de los hijos de Dios. Y nuevamente está mujer,  acepto el reto de amar y bendecir a la humanidad enfrentándose a todas las consecuencias posibles.  

No cabe duda, que Dios es tan inmenso en misericordia y tan maravilloso en bondad que busca la presencia de la mujer en la vida de cada hombre; pero de una mujer especial, de esa mujer que tiene el don de ser madre, intercesora; y sobre todo de esa mujer valiente que le sabe decir Sí a Dios, que sabe amar y que sabe dar todo el conforte para la naturaleza  trivial que en situaciones vivimos.  

Ese canal mensajero para tener trato directo con Dios nuestro Padre es María, quien codifica y decodifica todos nuestros mensajes, para hacerlos llegar a Cristo su Hijo y este al Padre.  

Bendito regalo para la humanidad, un regalo que muchos aún no conocen, que muchos aún no lo perciben y que otros tantos no lo han pensado como el lado materno de Dios.  

Es María la madre del mundo y no porque ella lo impusiera, sino porque así Jesús lo decidió y bendijo a las naciones dándoles algo que también Él ama, su propia Madre.

No esperemos más, para llamar mamá a María, no esperemos más para dialogar con la representación  materna de nuestro Dios, porque hoy es el momento de conocer y acercarnos a María.