Alcoholismo: destrucción masiva

Autor: María Velázquez Dorantes

 

 

La plaga destructora y embustera del alcoholismo en los jóvenes surte sus efectos dentro de los antros de moda, colocándoles la etiqueta de mejor chico, el más moderno, el chic; cuando en realidad son producto de la euforia que los motiva a la destrucción de sí mismos.

Hay jóvenes que dicen tomar por diversión y al mismo tiempo, generar diversión recurriendo al alcohol como la dosis perfecta para determinarlos a generar acciones, entre ellas la felicidad, que en su estado normal no se pueden proporcionar y son víctimas de una adicción demoledora en grandes cantidades de adolescentes y jóvenes adultos.

Las fiestas, los bailes, las discos, los antros son los cautiverios que esperan la llegada de la noche y de sus prisioneros ofreciéndoles la barra libre, el baile, la “ diversión” que se prolongará hasta el día siguiente, mientras en su hogar llegan en estado de pérdida consiente pero relativamente <felices>. ¿ Qué tan cierto resulta el efecto del alcohol?, ¿ Cuánta felicidad puede ofrecer?.

Lamentablemente los jóvenes toman con la convicción de saber detenerse en el momento apropiado y esto es una verdadera falacia porque el alcohol se apodera de su cuerpo y su mente, de tal manera que es este quien toma las decisiones para ir excitando y estimulando en la realización de actos en plena inconciencia donde el riesgo que se corre es la perdida de la vida.

El alcoholismo es un tema que se analiza desde toda las vertientes, e incluso los propios jóvenes en la escuela lo usan como proyecto de investigación, pero lo tocan tan superfluamente que no prestan la verdadera atención a este gran problema que se va masificando día a día.

El alcohol es la verdadera ruina de todos, es un defecto social, una mancha voraz y nadie hace nada por frenarlo, al contrario la promoción de los licores y las bebidas embriagantes depositan todo su esfuerzo en la publicidad, para acaparar la atención de “ ser noche libre”, de “ 2 x 1”; pero a la mañana siguiente no se hacen responsables de los accidentes ocasionados, de las familias dañadas, de las intoxicaciones, de los problemas sociales y psicológicos de ser humano.

Grandes mentes con una inteligencia brillante, se han visto destrozadas por el alcohol, profesionales, intelectuales, padres de familia, hijos que apenas comienzan a conocer la vida se hostilizan por el alcohol; son víctimas del desenfreno y jactan sus labios presumiendo la borrachera que tuvieron y hasta donde aguantaron, un día el cuerpo responderá ante tal jactanciosa presunción diciendo: ¡hasta aquí aguante! Y probablemente ya sea muy tarde.

Por otro lado, el alcoholismo es generador incansable de la depresión y producto de la ansiedad que encaminan a los jóvenes a dar pasos en falso, causantes de la falta de concentración para las actividades diarias, del pesimismo ante el deporte y la intolerancia al diálogo sobre el tema.

El alcoholismo ha roto los esquemas sociales, ha derrocado el gusto por el emblema del exceso, y se ha disfrazado de consuelo y olvido ante los problemas; favores que se pagan demasiado caros.

La civilización tiene la responsabilidad de frenar el alcoholismo, la dependencia de este va caer cuando se tomen medidas comprometidas contra el mercantilismo del consumo de alcohol.

Hay quienes han denominado al alcoholismo como “ el mal de todas las culturas”, la asociación de los términos diversión con alcohol se ha transformado en la boga social del mundo entero, el problema se ha expandido de oriente a occidente, trayendo severas consecuencias, sobre todo la ampliación de las estadísticas de muerte por efecto embriagante. No sin olvidar, que el alcoholismo se lleva de la mano con el sexo desfrenado, la prostitución, la drogadicción, la violencia y la delincuencia.

La variación de la medida para llegar al exceso es demasiado abstracta, la abstinencia es más segura y por ello hoy en día, el combate contra el alcoholismo inicia desde el individuo, no desde grupos sociales, es un combate personificado y es el momento de frenarlo.