Modelos de lencería en los antros

Autor: María Velázquez Dorantes 

 

 

Hoy en día el poder que la imagen le otorga a una persona como “un símbolo sexual” ha llegado a romper los cauces hacia dónde se conducen las chicas jóvenes para convertirse en centros de atención. Todo puede ser producto de la publicidad y de algunos medios de comunicación que lanzan iconografía para que está siga una línea que camina con el escudo de la “modernidad”, pero existen otros factores para que este fenómeno traslade a las adolescentes a un antro y entonces ella decidan <modelar> ropa interior, entre estos factores se destaca el cómo se conciben ellas mismas, qué desean hacer con su cuerpo y con su imagen y posteriormente, cómo consideran que los demás jóvenes las perciben.

Una característica más que defiende está situación, radica en que la estabilidad económica hoy en día es difícil, entonces ser modelo de lencería en un antro puede acarrear una aportación económica, sin embargo, del otro lado de la esfera, nuestras jóvenes se ven expuestas a varias situaciones y entre ellas, el gusto por sentirse modelos profesionales sin importar el tipo de ropa que modelan; a verse expuestas al morbo de los jóvenes, a la publicidad que le van a brindar en ese momento a la discoteca, a las fotos, a la luces, al momento de farándula social, a la adrenalina emocional, y después de ello ¿ qué sucede?.

La “modernidad” a veces otorga el paso a la denigración del ser, porque cuando este tipo de eventos, - si es que se pueden denominar eventos- suceden, los celulares de los jóvenes no paran, los amigos se comunican instantáneamente para ir al antro a ver la “pasarela”, para al momento de estar viendo la ropa interior activar su cerebro y soltar un comentario, bueno o malo, quien sabe, pero al final lo hacen. No, es prudente cegarnos, la juventud siente que tiene alas para volar, que son libres y no se han dado cuenta de muchas veces la trampa de la libertad se encuentra en el libertinaje, que desencadena una sexualidad irresponsable, alcoholismo, drogadicción, vacíos espirituales, emocionales y psicológicos.

No se trata de juzgar si es bueno o malo el acto de exhibirse en ropa interior para vender, sino de reflexionar hasta dónde donde se está conduciendo esa “libertad”, que hace a un lado los valores personales para convertirse en una imagen con una raquítica fama instantánea que provocará frutos amargos, pero sobre todo estar cuestionándose continuamente ¿hasta dónde vamos a permitir que los jóvenes sigan enterrando su dignidad? Y más que cuestionarse, hay que actuar más oportunamente, porque esto empieza a convertirse en una revolución cultural y después de ello todo lo que sigue será aceptable.

Tenemos la obligación de construir sociedades que se esmeren en rescatar al ser humano, no en hundirlo bajo la denigración de su físico antes las miradas de los otros con intenciones psicológicas no muy prudentes.