Mi bolsa del mandado…pero con marca

Autor: María Velázquez Dorantes 

 

 

Hace no mucho tiempo, el peor castigo o humillación que los padres pudiesen hacerle a los hijos, hombres o mujeres, era enviarlos de compras con la bolsa que se les había regalado en determinada carnicería, frutería o abarrotería; los jóvenes lo veían como un insulto casi imperdonable, y preferían pagar por una bolsa de plástico antes que llevar en la mano la “bolsa del mandado”. No obstante, los tiempos cambian, las modas también lo hacen, y el consumismo enraizado en los campos de la publicidad, la mercadotecnia, el peso de la marca registrada, las personalidades extravagantes con un apellido raro y por lo regular euro céntrico, han lanzado a la venta la misma bolsa de mandado pero con marca, con detalles brillosos, plumas, colores extravagantes y hoy en día, entonces sí las mujeres van a los grandes aparadores deseosas de adquirir el producto más moderno: la bolsa de mandado.

Lo que antes les ocasionaba vergüenza, retraimiento y cobardía, hoy tiene un elevado costo monetario, una determinada marca que pareciera las hace valer más y que les brinda un estatus determinado; pero tampoco le dan el uso correcto a la bolsa de marca, con ella no van a comprar el mandado, con ella asisten al cine, a las plazas comerciales, a los restaurantes y cafés para presumir con las amigas que traen el último grito de la moda; sin pensar ni siquiera que la moda está constantemente gritando, es decir, vendiendo todo lo que pueda vender, no importan que sea la misma bolsa del mandado.

Por qué los jóvenes aceptan esos productos que los eleva a otra dimensión no real, por qué se muestran incongruentes consigo mismo y acceden a lo que un diseñador de modas le parece correcto para imponerlo durante una temporada, la respuesta se puede resumir en breves líneas, los jóvenes nos hemos convertido en el producto de esa mercadotecnia, somos las ideas de esos diseñadores que un día entraron en su propia casa y observaron su bolsa de mandado; los jóvenes nos hemos convertido en nicho frágil para adoptar lo que a otros les conviene, y simplemente no lo cuestionamos.

La bolsa de mandado con marca hace exigirles a los padres el sí cómprenla, la bolsa común y ordinaria, esa no la necesitan, porque no quieren salir al supermercado a traer los productos para el hogar, ¡que van a decir las amigas!, pero la bolsa con chaquiras en un día normal por la tarde va lucir muy bien con su persona; que triste y que lamentable que los jóvenes depositen el valor humano en el valor de lo material y lo mundano, que asombroso y al mismo tiempo, que lúgubre que los jóvenes acepten caprichos de quienes se dedican a inventar el consumismo, por qué no brindarle valor a otras cosas, al hecho a acompañar a mamá al supermercado y ayudarle con la canasta o con la bolsa de le dieron por ser una clienta fiel los hace mejores hijos, con mayor voluntad y los envuelve de sencillez.

Ojala que los jóvenes aprendan a discernir entre la moda, lo necesario y lo que en verdad se requiere, no en lo placentero, ni mucho menos lo que los medios de comunicación para jóvenes exponen; una bolsa con marca o sin ella, sirve para el mismo fin, todo depende de cómo el sujeto se apropie del objeto, y no a la inversa.