El antro

Autor: María Velázquez Dorantes 

 

 

El Odio es un borracho al fondo de una taberna,
que constantemente renueva su sed con la bebida.
Charles Baudelaire

En algunos diccionarios especializados la palabra antro tiene su origen en voz antillana Bohio equivalente a choza americana; en Andalucía bujío tiene la acepción de vivienda pobre y pequeña. Estos es lo que sólo algunos diccionarios dicen, en la realidad la palabra antro se vincula con la disco, el sitio donde se va a “divertir y entretener”, sin embargo, no sólo el antro ofrece entretenimiento, sino que abre sus puertas a la vida momentánea nocturna para brindar alcohol a altos precios, incluir en su paquete especial a la droga y a la prostitución.

Por otro lado, los jóvenes están supeditados a la aceptación de hombres vestido de negro, con gafas obscuras quienes están a cargo de otorgar e impedir la entrada al antro, de acuerdo a los apellidos, el dinero que se lleve, la ropa que se tenga puesta y la imagen que expresen. Y más que aceptación social, levantamiento de autoestima y valorización, a esto se le llama discriminación y degradación moral; porque nadie tiene el derecho de juzgar a las personas por lo que tienen o aparentan. Los chicos duran horas formados paran entrar a un antro, muchas veces recurren al soborno, otras –si es que dominan otro idioma- a aparentar ser extranjeros, y la más recurrido forma para entrar es estar rogando por esas horas que los dejen pasar.

Cuando ya están dentro, la música, el ambiente comienza a envolverlos, los hombres y las mujeres son un acelere de hormonas, mientras la noche sigue avanzando; si ya consumieron alcohol y se están perdiendo entre el ruido y el malestar, lo más seguro es que el cuerpo comience a rechazar ciertas bebidas y por lo tanto, sientan reacciones incontrolables como el vómito, pero ¡cuidado! Con vomitarse dentro del antro, porque la misma persona a la cual le rogaron por horas, al cual sobornaron y a parte pagaron el costo de entrada más el consumo, no tendrá piedad y los echará fuera del lugar sin impórtale la marca de ropa que lleven puesta. Esto y muchas cosas más suceden dentro de un antro, dentro de una caza pobre, en la que no existen valores, respeto, estima, sólo utilidad, mercantilismo, imagen y frivolidad.

La casa pobre a los que asisten muchos jóvenes los fines de semana, les quita tiempo, casi todo el dinero que llevan, los hace sentir mal física y emocionalmente, les hace creer que sociabilizan y que se la están pasando bien; mientras que al otro día no pueden moverse, ni siquiera pueden despertarse, algunos pelearon con sus padres otros con los amigos, o con sus novias y hay quienes ni siquiera vuelven el camino de regreso a casa.

Cada vez que se piensen divertir, tomen cinco minutos de reflexión y vean como será su vida durante la noche y durante los días siguientes, piensen en que se pueden convertir en adictos a determinado “producto” que el antro les vende a muy alto costo.