Familia Peluche

Autor: María Velázquez Dorantes 

 

 

La dependencia de las personas de la televisión es el hecho más destructivo de la civilización actual.
(Robert Spaemann: filosofo alemán)

Las producciones de Eugenio Derbez han acaparado todos los martes la atención de muchos, XH DRBZ y la familia peluche llegan a muchos hogares con la multiplicidad del humor negro, con diálogos absurdos y poco productivos en el lenguaje.
Es un programa que no refleja una familia <normal>, existe un niño deseado, un adulto adoptado, y una adolescente “rara”, dos padres que constantemente discuten, un servidumbre que se opone a todo, y amigos externos, que han plasmado una imagen en la pantalla durante años, que han ganado fama ante los estereotipos que divierten y expresan situaciones llenas de paradójico e irracional.
¿Es esto lo que las familias mexicanas piden a las cadeneas televisivas?, programas de humor que no le brindan valor a la persona, situaciones bufonas de problemas familiares que lejos de aportar refuerzo a los valores como unión, comprensión, cariño, etcétera, transmiten anti-valores sociales, familiares, personales que degradan a padres de familia, a niños y jóvenes.
Al principio todo suena demasiado cómico, sin embargo, durante treinta minutos se está expuesto a un lenguaje inapropiado, se sabe que tiene un “horario especial”, pero si se es racional a las diez de la noche todavía hay muchos niños despiertos, familias completas viendo la programación; el problema no es la exposición de la audiencia al medio, en este caso la televisión, el problema radica en que los niños y jóvenes comienzan a imitar frases como ¡¿por qué no eres normal?!, a utilizar el lenguaje que ven en la televisión como algo natural en la vida real.

Necesitamos observar detenidamente qué programas son los que nos exponen, cómo afectan en nuestras vidas y qué hacemos nosotros para no permitir que lleguen de forma uniforme, estándar, se acepten, les brindemos raiting y nos quedemos con las manos vacías; se debe estar consciente que muchas veces la mejora de la programación se hace con sistemas de cable, pero no todos los hogares tienen la opción de contratar un sistema. Así que quedan desnudos a los caprichos de las televisoras abiertas, a la concepción de valores que ellas consideran transmiten, pero sobre todo, están desnudos a la comercialización y al enriquecimiento que ellas tienen gracias a programas como la familia peluche.

Existe una dicotomía, es decir una separación, primero por decir que necesitamos el rescate de los valores y segundo los separan con programas de índole inadmisible; comparemos que tipo de problemáticas se tratan en el programa, son muy parecidos a los que suceden en la vida cotidiana, sin embargo el tratamiento que les dan dejan mucho que desear.
Hace mucho tiempo que se debió parar de golpe programas así, que sólo siguen alimentando la ignorancia, que se burlan del sostén familiar, que permiten que el lenguaje se quede más hueco, pero sobre todo se continúa haciendo fama a este tipo de programas gratuitamente y ellos ganan económicamente más que nosotros en nuestra dignidad humana.