Entrevista a Juan Carlos Moreno Romo, filósofo de Querétaro sobre el tema de la  Modernidad.  

Autora: María Velázquez Dorantes

 

 

Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro, ha publicado estudios, ensayos, traducciones y artículos sobre filosofía en revistas especializadas de México, Madrid, Barcelona, Ottawa, Buenos Aires, Santiago de Chile y Estrasburgo además de Querétaro. Ha  participado en diversos congresos internacionales, en América y en Europa, y que en un tiempo fue, lector y colaborador de La Diócesis de Querétaro.  

¿Cuál es su visión acerca de la Modernidad actualmente?  

Como diría Jean-Luc Nancy, Modernidad es uno de los nombres de "eso que nos adviene", o si lo prefieres, de "eso que se nos viene encima", y que podría ser descrito de diversas formas, que ha sido explorado y descrito de múltiples maneras. En unas cuantas líneas, te podría decir que la Modernidad representa las tentaciones del jardín del Edén (la tentación misma de hacer del mundo un Edén, olvidándonos de la caída), y las del desierto, extraordinariamente amplificadas. Luis Buñuel lo sugiere muy elocuentemente en Simón del desierto. Los físicos hablan de cómo, unos seres de dos dimensiones, verían a los de tres dimensiones, a los que tienen volumen, como si fuesen planos como ellos: ese es otro de los rasgos fundamentales de la Modernidad : su infatigable esfuerzo por quitarnos la dimensión vertical, la de la trascendencia, su empeño infatigable en aplanarnos, en volvernos seres planos, sin densidad, sin profundidad.  

¿Considera que la Modernidad del siglo XXI es aceptada con entusiasmo ciego o bien es condenada a la hoguera?  

Es ella la que condena a la hoguera, en primerísimo lugar al catolicismo, que es su gran enemigo, y su gran rival. Enciende la televisión, o la radio, y acaso lo veas y lo escuches, aunque el ruido ensordecedor de esta censura permanente a veces parece que la hiciera inaudible. Lo que no es necesariamente un alivio, pues si no  se escucha y no reacciona la consciencia, la "inconsciencia" escucha a diario ese "catecismo anticristiano" que luego repite con toda la fuerza de un automatismo perfecto, o al menos sumamente eficaz. El último episodio de esta lucha pasa por delante de nuestras narices en estos días: los medios de comunicación masiva, los medios de "opinión", se lanzan en jauría implacable contra el saber de la Iglesia que se opone a la píldora del día siguiente, tratando en primer lugar de hacer pasar su "opinión" por una suerte de saber incuestionable, y al mismo tiempo, esforzándose por hacer pasar el saber de la Iglesia (pues en este caso es cuestión de razón y no de fe, de filosofía más bien que de teología) por una mera superstición obscurantista y pasada de moda. Y esto lo hacen, por cierto, mintiendo descaradamente. En Francia, hace tres años, cuando se dio esta misma discusión (pues se trata aquí de intereses mundiales, y los periodistas que atacan a la Iglesia obedecen a "convicciones" harto interesadas), nadie negó que la píldora fuese abortiva, pues en ese país el aborto está permitido. Aquí mienten y dicen que la "ciencia" dice que no es abortiva. Mienten. Y miente eficazmente. Mienten muy modernamente, para volver a nuestro tema.  

¿Cómo define a la Modernidad ?  

Es una tensión fundamental entre la tradición y lo nuevo. Es en primer lugar un siglo XVI que quiere "liberarse" de Roma y su religión, y luego un siglo XVII que comienza, frente a la crisis religiosa, a pensar por su propia cuenta, no conforme ya con heredar el pensamiento de sus mayores, los antiguos y los medievales. Es un siglo XVIII que hace de los logros del siglo XVII una bandera revolucionaria, esta vez violentamente antitradicionalista. Es la ingenua autosuficiencia del siglo XIX que nos llevó a los infiernos del siglo XX, y es, en fin, la perplejidad de unas cuantas Casandras de este siglo XXI, y la locura de las industrias, los mercados, los capitales, las mercancías, las máquinas, los deseos sin freno desatados por la incesante publicidad que ha invadido todos nuestros espacios, públicos y privados, es la envidia estimulada planetariamente, diría Jean-Pierre Dupuy, que forman todo el estrépito que, por ejemplo, no nos deja encontrar por ningún lado el silencio necesario para escuchar la música de las esferas, o para orar. Paul Valéry, que no vivió lo que nosotros estamos viviendo, decía ya hace casi un siglo que pronto íbamos a necesitar espacios de retiro simplemente para ponernos a resguardo de la publicidad. Henos aquí, en semejante estado, y sin esos espacios de retiro que urgen de verdad.  

¿Existen factores que afectan al hombre a causa de la Modernidad ?  

En todos los niveles. En el aire que respiras, en lo que comes, en el agua que bebes, en cómo te relacionas con los demás, en cómo vives el amor y cómo vives la sexualidad, y hasta en cómo transmites la vida, y como mueres. Todo esto nos lo pone en tensión la famosa Modernidad. Televisión, videojuegos, medicamentos, píldoras anticonceptivas y abortivas, condones, teléfonos celulares, automóviles, y para no hablar de las armas que a nosotros por ahora nos afectan menos (a despecho de la propaganda irresponsable que hay en los medios a propósito de la famosa "inseguridad") -pues no son tiempos de guerra militar- los recipientes y los envoltorios de las mercancías que se vuelven toneladas de basura. Una bolsa de fritangas que llega a los confines de la más remota aldea, donde antes el aldeano se comía una fruta y tiraba la cáscara y ahora no hace caso de la fruta --de las tunas aquí, de los mezquites y los garambullos-- y consume esa llamada "comida chatarra" y tira la bolsa de plástico como quien tira una cáscara, ahí tienes uno de los rostros problemáticos de la Modernidad. La sexualidad omnipresente y a la vez vaciada de su sustancia  y su sentido (el envilecimiento de Eros", para decirlo con Octavio Paz), los múltiples e irresponsables apareamientos favorecidos o inducidos por una supuesta libertad cuya única moralidad queda reducida a la "higiene" y ésta a la esterilidad, y en donde las personas no se "conocen" y no se entregan; esta es otra, una de las caras más terribles de la Modernidad , y de las que más nos amenazan a quienes supuestamente progresamos y vivimos en paz. Y a los más "educados" o instruidos sobre todo.  

¿Qué es lo que genera todo este remolino de ideas sobre el tema?  

Hispanoamérica estuvo relativamente al margen de toda esta historia, y es por eso que en muchos de sus aspectos nos resulta tan extraña. Pero la Modernidad ha llegado aquí, como llega a China o a Japón o al África. Europa la vivió tremendamente, y sabe que el paraíso que iba a construir terminó produciendo el infierno de Auschwitz. Y sin embargo, la maquinaria sin freno sigue su marcha y a su paso encuentra muy poca lucidez, y muy poca resistencia. El mundo musulmán reacciona desesperadamente con el terrorismo "fundamentalista" que, una vez más, los medios nos lo hacen ver tanto  que en realidad nos lo vuelven invisible. No sabemos qué es, ni de qué mal es síntoma. Los ecologistas reaccionan con un fundamentalismo doméstico que aparece como harto menos violento y peligroso, aunque entraña por ejemplo esa desmesura, moderna ella también, de fomentar una idea demasiado "antropocéntrica", paradójicamente: la de una humanidad capaz de perturbar a la mismísima Naturaleza. La Iglesia Católica resiste de manera admirable, en las decisiones más impopulares de Juan Pablo II, por ejemplo, y en la teología valiente del cardenal Ratzinger hoy el Papa Benedicto XVI, que es sin duda el mejor Papa que el Espíritu Santo nos pudo dar para unos tiempos como estos. Pero en muchas de sus esferas, en lo cotidiano, en lo inmediato, a los pastores y a los files de nuestra Iglesia nos falta mucha lucidez con respecto a esta "guerra de valores", y a los peligros que conlleva, más aún, a las heridas tremendas que en efecto nos causa.