Reflexión espiritual

Ven y sígueme

Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Libro: Hacia las cumbres

                       

¿Qué se puede decir a unos recién ordenados sacerdotes el día de la subida al altar?¿Qué sentimientos tan profundos y hermosos habrá en sus corazones?

          Hoy celebramos una gran fiesta en familia; hemos unido nuestra oración a la de los familiares y amigos, para pedir a Dios Nuestro Señor que su fidelidad al compromiso adquirido esta mañana dure tanto como su carácter sacerdotal.  

          Han llegado a una meta largamente deseada, después de muchas pruebas, dificultades y horas de luz. Mirando hacia atrás, pueden contemplar ese largo camino lleno de la misericordia y del amor de Dios; ese amor de Cristo ha sido el protagonista de su perseverancia hasta aquí: Han sido fieles porque han amado, pero sobre todo, porque han sido amados por Él.

 

          Pero, aunque el sacerdocio es una meta, también es un camino que comienza; comienzan a ser sacerdotes el día de hoy; no es hora de descansar, de dormir; es hora de reunir fuerzas y ánimos, todo el amor, para emprender el camino hacia el Calvario, cargando con la cruz, la cruz que será su única herencia, su tormento y su gloria hasta el último día de su vida.  

          Cristo los mira con predilección porque ya no son siervos, sino amigos; la Iglesia los acoge entre sus ministros no sólo con amor, sino con ansiedad, porque ya saben que le hacen falta muchos y muy santos sacerdotes en este momento, y, cuando faltan manos, el que presta las suyas ayuda como si fueran muchas manos.  

          Las almas que ustedes encaminarán al cielo les dicen esta tarde:   ‘Gracias, padre, por haber dicho que sí’.   La Iglesia les felicita y se felicita a sí misma, porque se suman a sus sacerdotes, insuficientes como son para la enorme misión que pesa sobre sus hombros; demasiada misión para tan pocos.  

          Ustedes son ramas que han nacido del sacerdocio de Cristo, ustedes son la juventud de la Iglesia que se perpetúa, son el depósito de sus esperanzas, los que toman el relevo.   Para los que ya somos ministros de Cristo de varios años, su sacerdocio recién estrenado, nos sirve para refrescar y vitalizar el nuestro; para los que van en camino hacia esa meta, equivale a un estímulo y a una esperanza; ustedes pueden decirles hoy: ‘Así como hemos llegado nosotros, pueden llegar ustedes. Mirando hacia arriba, la subida se nos antojaba muy ardua y difícil, a ratos imposible; pero mirando hoy hacia abajo, hacia el camino recorrido, podemos afirmar: Se nos pidió muy poco, y valió la pena el esfuerzo’.  

          Decirles a ustedes, Hermanos Neosacerdotes, que perseveren en el amor, hoy sale sobrando; si hoy alguien te insinuara que has elegido mal, que el sacerdocio no llena, que el mundo tiene mejores cosas que ofrecerte, lo mirarías con desprecio y le gritarías:  ¡Apártate, Satanás!   ¿Por qué?   Porque hoy es claro como el sol, como la luz del día, el amor de Cristo, y no lo cambiarías por nada; porque hoy ves tu opción por Cristo como la mejor opción; porque hoy estás feliz, y sabes por qué; porque tienes los ojos limpios y ves con toda claridad la grandeza incomparable del sacerdocio, y tú ya eres eso: sacerdote de Cristo para siempre.  

          Aprovechen este día de luz y de certezas en su camino; convénzanse para hoy, para mañana y para todos los días en su vida, que ser Cristo en la tierra, glorificador del Padre y salvador de las almas merece todos los sacrificios, todas las pruebas que se vayan a presentar, que es la mejor tarea.  

          Aprovechen esa luz para cuando llegue el padre de las tinieblas y de la mentira a susurrarles al oído que no vale la pena, que él, en cambio, les dará el mundo entero, si, postrándose, lo adoran.  

          Nadie te ha tenido que decir que celebres tu primera misa con fervor, pero quizás, sí te puedan decir más adelante: ‘Celebra tu Misa, todas ellas, como tu primera Misa’.  

            Lo que hoy, tu primer día de sacerdote, es verdad, será verdad siempre; dentro de diez años no serás menos sacerdote que hoy; el amor de Cristo no disminuirá con el paso demoledor del tiempo; por eso, que tu vivencia del sacerdocio en este día perdure toda tu vida, que lo que hoy has hecho, acercarte a los pies de María Santísima, lo hagas cada día, sobre todo en el momento de subir al altar, y nunca pasará por tu vida la crisis de identidad del sacerdocio.