Reflexión espiritual
Una meta es una cima

Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Libro: Hacia las cumbres           

                     

Tus metas, ¿las tienes?, ¿las supones? No basta.   Una meta es una cima, y sólo se alcanza escalando la montaña.

          Ser santo, ¿de veras te interesa? ¿No habrás renunciado a esa cima, para quedarte en el valle, en la sombra y en el charco?...  

          Fuiste cordialmente invitado a absolver a las almas de la parroquia: A la entrada, brillaban abundantes y bellas las rosas; el silencio y la tranquilidad eran dueños de las avenidas, de los jardines, de los árboles. Tres horas bastaron para barrer los pecados de los fieles que por un momento se arrodillaron en el confesionario.

          Muchas de tus horas transcurren eficazmente tras la rejilla del confesionario, destruyendo los pecados y haciéndole la guerra al Diablo en tantas almas juveniles.

          Alienta profundamente el palpar la obra de Dios en las almas, el sentirse instrumento, aunque miserable, tubería vieja y cable deshilachado, pero conductor de agua pura y electricidad de muchos voltios como es la gracia santificante.  Dedicas muchas horas al confesionario, y te ataca el tedio, la fatiga; pero sigue en pie, convencido de realizar un apostolado muy eficaz y certero y con relativo poco esfuerzo. Te llamarán a tu muerte: ‘el confesor’, porque ejerces el oficio todas las mañanas en unas parcelas  y por las tardes en otras.  

          Debes analizar cómo confiesas, para acercar más almas, para aliviar sus temores, para motivar en grande, para que tengan devoción al Sacramento de la Misericordia. Puedes estar seguro de que ahí el diablo pierde muchas batallas; eres, aunque por regalo del sacramento, un restaurador de ruinas, un donador de gracia santificante, un acelerador del amor a Dios.