Reflexión espiritual
Renovación de las promesas

Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Libro: Hacia las cumbres           

                     

          A hora temprana renovamos los votos los  consagrados de esta casa; ¿Qué renovamos? ¿Los restos del naufragio, una promesa vieja,  podrida, muerta?  ¡No!

          Renovamos la llama antigua, pero idéntica a sí misma, añadiendo leña nueva, que huele a recién cortada de la montaña; llama antigua, perenne, con leña de hoy.   Se renueva lo que  vive, si bien no totalmente, y se renueva para que viva y resplandezca con toda su fuerza.

          Renovarse es no arrepentirse de la promesa de ayer; renovarse es besar hoy con reverencia las manos en las que dejamos la vida; alegrarse hoy más que nunca de haber apostado todo por Aquél que nos amó con un amor eterno; es reafirmar, fortalecer la promesa de fidelidad hasta el mismo momento de la muerte. Se es fiel hasta la muerte, o no vale.

          En presencia de María, Madre de nuestro camino de perseverancia, prometimos nuevamente con alegría fresca y viva, pobreza, castidad y obediencia.  Tres votos, tres cadenas, tres formas de amar; tres promesas que sólo a un AMOR con mayúscula se pueden hacer. Jesús ha sido dueño de gran parte de tu vida ya, sólo falta que lo sea hasta el fin.  

          Vivir en pobreza, castidad y obediencia no es otra cosa sino saborear las bienaventuranzas de Jesús: Bienaventurados los pobres de espíritu... porque de ellos es  el Reino de los cielos; bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra...Bienaventurados los limpios de corazón... porque verán a Dios. Bienaventurados los que imitan a Jesús que fue obediente hasta la muerte.