Reflexión espiritual
Propagandista de los bienes eternos

Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Libro: Hacia las cumbres           

                     

¡Qué difícil es entusiasmar a la gente con un mundo, por maravilloso que sea, que no se puede ver ni tocar ni oler! Tal es el cielo. No hay felicidad más maravillosa y que, además, es eterna; pero lo hombres prefieren el mundo de cosas materiales, este paraíso terrestre; por él se matan, por él se parten la cara: por el cielo muchos no apuestan ni una peseta, no les importa.  

          Lo triste es que, cuando lo vean a un paso de distancia, querrán arrebatarlo como arrebataban las propiedades terrenas; pero demasiado tarde, porque la moneda del Reino no es el peso o el dólar o las pesetas, sino las bienaventuranzas.  

          El religioso debe poseer, no obstante, la genuina cualidad del vendedor; debe saber vender la vida eterna a estos mercaderes de materia.   ¿Cómo les convencerá?   Se tiene que poder.   Él mismo es una propaganda, un argumento, un tizón encendido que les abrasa la conciencia: o loco o verdadero; aún los que le consideran loco, sospechan que tal vez tenga razón el frailecico; por eso a la hora de la muerte, cuando se derrumba todo su castillo material, le llaman para reconciliarse con uno a quien nunca quisieron aceptar y reconocer.