Reflexión espiritual
Nació solo

Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Libro: Hacia las cumbres           

                     

Navidad. Si el amor no crece en esta fecunda tierra es que no es de buena ley.  

          Escondido en un pesebre, envuelto en unas telas llamadas pañales, sin guardias para defenderlo; de las cosas que creó en otro tiempo, se valió de lo más pobre; no quiso arroparse con las estrellas del firmamento ni regalarse con las flores de los valles; un pesebre y unas pajas.  

          Todas las criaturas de la naturaleza se disputaban el honor de calentarlo y alimentarlo, pero no pidió nada, ordenó a las cosas y a los animales que siguieran en su sitio.   Al hombre sí le pidió un lugar en su corazón, pero lo tenía ya alquilado: No había lugar ya para Él en la ciudad de los hombres ni en el corazón de ellos.  

          Nació desamparado, sólo dos seres lo amaron aquella noche; después serían millones los amantes de aquel Niño. Amor tan bello y tan grande no podría quedar escondido en un portal.   A lo largo de los siglos vendrían los Pablos, los Franciscos, las Teresas a ofrecer sus nobles almas al Redentor...  

          Cada año vuelve a nacer donde le dejan, y vuelve a pasar frío, mucho frío en muchos corazones; pero queda compensado con el calor y el cariño de unos pocos que lo aman con locura.  

          ¿Qué le ofrezco yo en esta Noche Buena?   Unas pajas, un poquito de cariño y el rescoldo de un viejo amor.  

          Navidad, fiesta del amor de Dios al hombre; nadie se hubiera imaginado tanto, nadie hubiera esperado una benignidad tan exuberante.   El amor ha batido todos los récords, ha superado todas las barreras, el amor es el gran triunfador.  

          Desde ahora Dios es Padre, Redentor, Dios es amigo del hombre.   No temas, porque no tienes razón para temer; ama, que tienes mil razones para amar; canta de gusto y de gratitud; la esperanza para la humanidad arranca de Belén: El hombre perdido, pecador, desgraciado ha encontrado la luz y la confianza.  

          Una sonrisa eterna puede nacer en tu rostro. Un día y otro y otro día; una hora y otra puedes cantar y rezar así:   ¡Dios me ama, estoy salvado!