Reflexión espiritual
Los tres amigos del alma

Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Libro: Hacia las cumbres           

                     

Atrévete a ser hijo de Dios. Que Cristo sea tu gran amigo. Haz caso al Dulce Huésped del alma.   Ser cristiano consiste en ser hijo de Dios: el Padre más grande; amigo de Cristo: el mejor de los amigos; templo viviente del Espíritu Santo: el mejor consolador. 

            Atrévete con esa felicidad, con esa grandeza de vida, con ese amor eterno.   ¡Padre, Padre, Padre!: la palabra grande que llena de dulzura el alma del hombre y enternece el corazón el Dios. Cristo: mi Dios, mi compañero, mi grande y único amor, y la única razón de mi existencia; Espíritu Santo: dulce huésped del alma, ven y llena nuestros corazones y enciende en ellos el fuego de tu amor’...

             Por la tarde, paseando por una de las terrazas de la casa de retiros, oíste la inconfundible voz del Amigo: ‘Ven y sígueme”. Era una brisa dulce, serena, que entraba en el alma; la voz que tantas veces, en momentos en que los gritos del mundo están apagados, se oye con una insistencia amorosa.           

Respondiste a esa voz con la tuya; una voz anhelante, rota por la pena y la desilusión... Después de todos los caminos torcidos, al final de todas las tristezas y amarguras, espera un corazón amante, compasivo; unos ojos te miran bondadosos;  te alargan una mano suplicante y amiga: “¡Ven y  sígueme!”