Reflexión espiritual
Final de los ejercicios espirituales

Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Libro: Hacia las cumbres           

                     

La gracia sigue inundando los rincones obscuros y tristes de tu alma, llevando luz, llevando alegría, paz en abundancia. Es el Dios que se presenta como Amigo bienvenido y que roba corazones.   ¡Cuánto quisieras que el tuyo ya estuviera entre sus garras de águila! Llora de felicidad y da permiso a tus ojos para que conviertan en torrente de júbilo sus cuencas secas.

 

          Fuiste a visitar la cripta y la iglesia en  una veloz visita y a llenar de paz los pulmones con la brisa de la tarde y el perfume de las flores silvestres...

 

          Hoy todo el día  estuvo dedicado al dolor de Cristo, al Amor Eterno. Amor se escribe con sangre: sangre, amor y dolor de tu Redentor.

 

          Diles a tus ojos que, si quieren, lloren a mares, que buena falta les hace, y produce sublimes efectos en el alma agradecida contemplar el drama más doliente y amoroso de este valle de dolor. Cristo, pisó el suelo podrido de las almas... y no sintió náusea...

 

          Las campanas de la Resurrección al viento. Ha resucitado quien puede resucitarte a ti, tu Dios y Señor, tu Maestro, tu Redentor.

 

          Un recuerdo tierno y emocionado para la Virgen Madre, y cierre con plática del Bautismo.  Lo mejor de estos días de gloria es que Cristo fue el director de los ejercicios; no te exigió que hicieras las meditaciones, Él te las dio. Sal contento, agradecido, dispuesto a mantener tu cirio encendido.