Reflexión espiritual

Ejercicios de Semana Santa 

Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Libro: Hacia las cumbres                       

         

                      Los Ejercicios Espirituales son un tiempo de paz, a solas con Dios, el médico que sabe de tu mal y conoce los remedios; sirven para recuperar los buenos hábitos de un cristiano, y arrancar los yerbajos que nacen y crecen entre los surcos; son un nuevo esfuerzo, humilde y confiado, para alcanzar la deseada santidad. 

Todo positivo aquí. ¡Cuidado con las sombras!  Ya sabes que vendrán los enemigos a tentarte, ya sabes que el pesimismo y la desesperanza se aliarán para tratar de envenenarte, ya sabes que Satanás no duerme; pero sabes también que Dios y María Santísima velan por ti.

          No pidas consolación, pide motivación y fuerza para cumplir lo que está muy claro desde antiguo: Recuperar en ocho días las grandes verdades; enderezar la barca que va a la deriva, aferrarte nuevamente a tu ideal en ocho días de retiro, es una buena inversión.

            Llora, pide, lucha con furia, para recuperar lo que te dejaste robar: el fervor,  el amor apasionado a Jesucristo, la fidelidad a la oración; procura estar alerta a las asechanzas del enemigo: Sus armas son la rutina y el cansancio, el pesimismo, el desaliento y la desesperanza.

          De todo se puede aprender: de los triunfos y derrotas, y así, poco a poco, se va logrando atrapar la cima, después de caer y arañarse y despellejarse las manos y rodillas al subir.

          Ayuda sobremanera el volver a leer, con el corazón, las luces recibidas en los anteriores ejercicios: Ellas son la carta, los mensajes que el Espíritu Santo te fue mandando día tras día.   Tuvieron en su día importancia grande; eran frescos, curativos, revolucionarios y llenos de paz; pero muchos de ellos pueden tener hoy la misma frescura y el mismo fuego que tuvieron entonces; pues tú sigues siendo el mismo, con parecidos achaques y enfermedades, con anhelos y esperanzas casi idénticas, por eso las medicinas siguen curando, los consejos tienen validez.

          Tal vez no es difícil dejarte motivar de nuevo y optar por la santidad, por el apostolado, pero puedes  descubrir  una laguna preocupante en la constancia. ¡Cuántos magníficos, sinceros propósitos están ahí, quedaron ahí, pero no se hicieron carne y realidad!  Un poco más de tesón, un poco más de agallas, de pasión, de continuar la lucha a pesar de todo, es lo que necesitas.

          Querer más fuerte, luchar más bravamente, confiar infinitamente más, amar sin medida.  Y pensar que todo esto está en tu mano...

          A los ejercicios hay que entrar de clavado. Existe el peligro de hacerlos bien o creer por lo menos que uno los hace bien, y  salir ileso de los golpes de Dios; pero entrar desde el primer instante con todas las ganas y toda la fuerza y confianza  es garantía de salir de los ejercicios siendo otro. Y entrar en serio significa algunas cosas:  Orar hondamente, con profundas lágrimas, que manen del venero más íntimo del alma, con profunda fe, esperanza y caridad; es decir, que estas virtudes quemen, purifiquen, inunden de paz y den a gustar terriblemente o tiernamente de Dios.

          Entrar a fondo es no permitirse un sólo acto de piedad flojo, es abundar en visitas sabrosas, fecundas a Cristo y a la Santísima Virgen, es arrancarse despiadadamente cualquier caparazón de pereza, desánimo o rutina con que uno venga arropado; es, en definitiva, zambullirse en ese horno de fuego y dejarse quemar, purificar, entusiasmar por Cristo.

          Así debes entrar y así debes salir de los ejercicios: un hombre diferente del que entró. ¡Qué fácilmente habías olvidado las grandes verdades de tu vida, qué dura caparazón de rutina, inconsciencia, egoísmo traías pegados a la piel; qué miserable entraste a la casa  de retiros! Cuando cruces de nuevo esa puerta, serás un hombre nuevo...

Concluyeron otros ejercicios espirituales; unos ejercicios muy mojados, porque las nubes descargaron millones de litros de agua; pero también lució el sol, como esta mañana, que parecía el primer día de la creación: en un cielo muy azul brillaba el sol del Edén.  

          Por dentro, en el cielo del  alma, brilla una luz esplendorosa, sales a la quinta semana muy en paz, con paso seguro y bien decidido esta vez a perseverar.   Pero así como en otras ocasiones, te invadía un temor recóndito al futuro, ahora te invade la paz; ¿por qué temer, si a Cristo y a la Santísima Virgen les interesa más, mucho más que a ti, que seas santo?   Ellos, por tanto, se esforzarán mucho más que tú en lograrlo; te irán diciendo cada día y cada minuto qué debes hacer o no hacer; fortalecerán tus rodillas cansadas cuando ya no quieras caminar; abrirán tus pupilas a las grandes verdades, calentarán tu corazón para entusiasmarte con las metas elevadas.  

          Lo que es verdad en ejercicios es verdad fuera y es verdad siempre. Alimenta la mente y  el corazón con esas virtudes eternas recordadas en los ejercicios espirituales.