El Buen Pastor

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

El pastor que asume su oficio como una misión en la vida, está pendiente de cada una de sus ovejas, las conoce, está pendiente de llevarlas a prados más verdes donde puedan estar tranquilas, y si aparece un lobo o cualquier otro peligro, está dispuesto a enfrentarlo para defenderlas. Si alguna se pierde, sale a buscarla.

Jesús dijo: “Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por las ovejas”…Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí*”.

El amor de Dios va más allá de la realidad física y temporal, se manifiesta también en la vida del alma y tiene repercusiones eternas. “Yo entrego la vida para recuperarla”, dice el Señor. La diferencia más grande que tiene Jesús frente a cualquier otra persona que ejerza un liderazgo sobre nosotros, es la capacidad de entrar a las profundidades de nuestra alma, conocernos como somos realmente, incluso mejor que nosotros mismos, y además, puede defendernos del mal, repararnos, apoyarnos y guiarnos a la vida eterna.

Puede causarnos un poco de resquemor identificarnos con las ovejas, porque nos gusta la autonomía, la determinación propia y la madurez, aspectos muy positivos para ser conquistados por el ser humano. Al conocer al Pastor, se elimina todo temor de ser sus ovejas, porque tenemos confianza en su bondad, en su poder y en su amor y sabemos que hará todo lo que necesitemos para ayudarnos a progresar como personas, ayudándonos a conquistar más la libertad interior y el desarrollo.

Jesús es el mejor amigo para poder avanzar y madurar. Él nos anima a perfeccionarnos cada día más, pero al tiempo, conoce nuestra historia, nuestras limitaciones, nuestras potencialidades, nuestros talentos y dificultades y lo que desea es ser nuestro Maestro para que vayamos madurando, especialmente, en la capacidad de amar.

Dios nos dotó de cuerpo y alma con inteligencia, memoria, afectividad, voluntad y espiritualidad. Al pedirnos que nos dejemos guiar por su Hijo, es para que podamos ordenar nuestras diferentes facultades hacia lo que nos hace mejores personas y podamos enfrentar los peligros externos o internos con sabiduría, sin perder la ruta que nos conduce al bien, a la verdad y al amor.

Los peligros externos son las dificultades, los problemas, las tentaciones, las realidades del ambiente, a veces hasta las oportunidades, pues debemos evaluarlas si están de acuerdo a la voluntad de Dios. Los internos son la pereza, la envidia, el egoísmo, la avaricia, la soberbia, la ira, la gula, la lujuria y demás pecados, que para no ser sus esclavos, debemos vencer con firmeza, coraje, templanza, amor y demás virtudes.

No es pasividad lo que nos pide el Señor, sino todo lo contrario, una vida muy activa, sobre todo en el espíritu, para que estemos alertas a lo que puede perjudicar a nuestra alma y nos nutramos de lo que puede fortalecerla, para que nos conduzca a nuestro destino eterno, la felicidad verdadera, la plena comunión con Dios.

Conocer a Jesús, distinguir su voz y dejarse guiar por Él, son los grandes retos del cristiano. Él puede conducirnos al Padre si lo seguimos con mansedumbre y humildad.

Honremos, en este mes de mayo, de manera especial a María, quien, por su docilidad espiritual, pudo llevar en su seno al Buen Pastor y su misión es acercarnos a Él.

*Jn 10, 11-18