San Pedro y San Pablo

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

Hoy vemos a Jesucristo transformando de un humilde pescador, en el pescador de hombres más importante y transformando el corazón y la vida de un judío perseguidor de los cristianos y convertirlo en su apóstol ferviente para llevar su mensaje de salvación a la humanidad.

San Pedro cambió la barca por la Iglesia naciente, y a los peces, por los seguidores de Jesucristo. Era valiente y decidido a dejarlo todo por su Maestro, sin embargo la vida le probó que no era fácil el camino del discipulado y que no eran suficientes sus ganas ni su valor, sino que necesitaba la fuerza, la inspiración y el poder del Espíritu Santo para tener el amor, el coraje y la sabiduría para una tarea tan grande.

San Pedro estuvo en los momentos trascendentales de la vida de Jesús. Tiene la claridad de que Jesucristo es “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, aseveración que, según Jesús dijera, sólo podía haber sido revelada por Dios Padre. Es escogido como “Piedra” de la Iglesia en la que la piedra angular es el mismo Jesucristo. El día de la pasión de Jesús lo niega tres veces, se arrepiente y llora. Ante a Jesús resucitado, reemplaza esas negaciones por tres declaraciones de amor y seguimiento, en las que Jesús le confirma su papel de pastor de la iglesia naciente. Así, después de una eficacia muy notoria, que aún sigue viva en la Iglesia, entrega su vida.

San Pablo era otro hombre muy diferente, un judío celoso y cumplidor de la ley, quien no había conocido durante su vida a Jesucristo pero a quien se le reveló como resucitado. De perseguidor de los cristianos se convirtió en el apóstol más entusiasta para hacer conocer la buena noticia de la salvación en Jesucristo, a los lugares más remotos.

Llegó a identificarse tanto con Jesús que dijo: “ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Se sentía orgulloso de su debilidad porque se manifestaba más la gloria de Dios en la fortaleza que le ofrecía: “Me siento más fuerte cuando me siento más débil, porque me apoyo en el Señor”; “Todo lo puedo en aquel que me conforta”.

San Pablo nos transmite consejos aplicables a la vida personal en sus cartas, como miembros de la familia, de la ciudad, de la iglesia y de la comunidad. Da relevancia especial al matrimonio y al amor entre el hombre y la mujer casados, lo compara con el amor y la entrega de Cristo por la Iglesia.

Nos invita a vivir la alegría de estar firmes en el Señor: “Alégrense siempre en el Señor… sean personas bondadosas. El Señor está cerca”. “No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también… Dios les dará su paz, que es más grande que lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos, porque ustedes están unidos a Cristo Jesús.”

Que el gran ejemplo de estos dos santos, nos inspire a continuar su tarea para conseguir cambios profundos en nosotros mismos y en nuestra sociedad, viviendo más de acuerdo con sus enseñanzas y amando apasionadamente a Nuestro Señor Jesucristo. El suyo fue un amor demostrado en el trabajo y la predicación perseverante a pesar de las persecuciones, encarcelamientos y del martirio. Con la confianza de que “nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha demostrado en Cristo Jesús nuestro Señor”.