Amor y Prosperidad

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

Amor y Prosperidad son las promesas que hace Dios a quienes depositan su confianza en El, creen en su Palabra y actúan de acuerdo a ella. 

En su Palabra de hoy, le da mucha importancia a la dignidad y defensa de la vida y mucha relevancia a la familia unida, permanente, que crece cada día en su amor a Dios, entre sus miembros y proyectándose hacia los demás. 

Nuestro mundo ha aprendido a valorar muchas cosas respecto a la dignidad humana, en todos los rincones se habla de derechos humanos y  la mayoría se aterra y estremece cuando estos derechos son violados. Sin embargo, cada día más personas permiten que se les emboten la mente y el corazón, respecto a la dignidad de las personas desde el momento de su concepción  y al valor irremplazable de la familia.  

Es nuestro deber como cristianos tomar cada día más conciencia, respetar y hacer respetar a los no- nacidos su derecho a la vida, que hoy es negado incluso con el apoyo legal de muchos gobiernos y de entidades que supuestamente trabajan por el bien de los niños. Promover el respeto por la dignidad de la persona y de su sexualidad, reconociendo su trascendencia física, emocional y espiritual, que debe estar ordenada al amor y al matrimonio, contrario a la pornografía, el libertinaje, el adulterio y la cultura de la anticoncepción que se promueve por todos los medios. 

Tenemos que trabajar con optimismo por recuperar la valoración de la dignidad humana y de la indisolubilidad de la familia. Si amamos a Dios sobre todas las cosas, podremos ordenar nuestras vidas de acuerdo a sus leyes. Si permitimos que Él habite en nuestros corazones, lograremos vencer las situaciones que el mundo ofrece, que se presentan con apariencia de bien, pero que al alejarnos de Dios,  destruyen al ser humano. 

El Eclesiástico nos habla hoy,” de la importancia de honrar y respetar al padre y a la madre, para expiar los pecados, para acumular tesoros, para ser escuchados en nuestras oraciones y para tener larga vida”. (Ecl 3, 2-6,12-14) 

El Salmo 128 nos hace énfasis en la importancia de “seguir con respeto al Señor y sus caminos, prometiendo que  comeremos del fruto de nuestro trabajo, que se gozará de una familia unida y que veremos la prosperidad”. 

Con San Pablo podemos hacer todo un plan de acción para el año: Acordarnos que somos elegidos con amor por Dios para santificarnos y debemos vestirnos de misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura y comprensión. Sobrellevarnos unos a otros, perdonándonos mutuamente, cultivando por encima de todo la caridad. Cantar a Dios en sincera acción de gracias. Todo lo que realicemos en palabra u obra sea en el nombre de Jesús y dando gracias a Dios Padre por medio de él. A las mujeres recomienda aceptar la autoridad del marido y a los maridos amar a la esposa y no ser ásperos con ella. A los hijos les anima a ser obedientes y a los padres a no exasperar a los hijos”. (Col 3, 12-21) 

En el evangelio vemos cómo la Sagrada Familia vivió vicisitudes desde cuando Jesús era muy pequeño y les tocó salir a Egipto y vivir exiliados, huyendo de la matanza de niños que ordenó el rey Herodes. (Mt 2, 13-15, 19-23) 

Que el  año que empieza esté lleno de buenos propósitos y realizaciones para que animados por Jesús, María y José, cultivemos los valores del evangelio, los únicos que traen Amor y Prosperidad duraderos en nuestras vidas y que trascienden positivamente en la vida de los demás. Dios los colme de bendiciones en el año que empieza.