Felicidad

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

La felicidad es el sueño de todo ser humano. Cada persona la define de manera diferente de acuerdo a sus creencias, criterios, experiencias y valores y de acuerdo a ésta, encauza su vida. 

Las lecturas de hoy nos hablan de algunos aspectos de la felicidad planteados en las Sagradas Escrituras. Isaías dice que “hasta el desierto, el páramo y la estepa  se regocijarán y se alegrarán con gozo y alegría, porque verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Nuestro Dios vendrá en persona y nos salvará.  Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Los rescatados del Señor tendrán alegría perpetua”.  

En la carta del Apóstol Santiago, nos indica como clave la paciencia, manteniéndonos firmes en el bien porque la venida del Señor está cerca. San Juan el Bautista en el evangelio, envía una comisión a preguntarle a Jesús si él es el Mesías. Jesús le contesta que los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio.  

En estos mensajes hay algunos factores claves respecto a la felicidad:

-          La presencia de Dios entre nosotros es la mayor fuente de felicidad, le da al hombre la posibilidad de alcanzar lo divino. Dios había sido revelado por muchos testigos de su amor y de su Palabra y en la plenitud de los tiempos, asumió nuestra condición humana, para que a través de su amor quedemos unidos a Él y experimentemos su gloria.

-          La relación con Jesús se refleja en la vida de cada uno con signos concretos de transformación. Muchos con impedimentos físicos reciben la curación gracias a su fe, pero todavía más importante, quien lo acoge, experimenta la transformación del corazón. Se abren los ojos a la luz de la fe y la esperanza, se abren los oídos a la escucha con el corazón de la Palabra que transforma, se limpia la lepra del pecado, se robustecen las manos, los pies y las rodillas para trabajar con valentía en la construcción del reino del amor.

-          La felicidad no implica ausencia de sufrimiento; persiste el sufrimiento natural de la vida de lucha y el ocasionado por la resistencia de quienes se oponen a las cosas de Dios. Sin embargo, ese sufrimiento se vuelve relativo porque es tan grande el gozo y la alegría, por la presencia de Dios en la vida, que se asume con amor, y la pena y la aflicción se alejan. El sufrimiento que se evita es el causado por el pecado porque nos distancia de Dios.

-          Otra fuente de dicha es cumplir la misión que Dios tiene para nosotros de acuerdo a nuestros talentos y las necesidades concretas de nuestro mundo en el tiempo de nuestra existencia.

Juan el Bautista fue el profeta más grande según Jesús mismo lo llamó. Fue feliz,  a pesar que terminó sus días en la cárcel y fue decapitado, porque pudo cumplir plenamente la misión para la que Dios lo envió al mundo: anunciar la venida de Dios entre nosotros, preparando los corazones con el arrepentimiento y la penitencia.  

La persona más feliz, la llamada bienaventurada por todas las generaciones, es la Virgen María. Ella acoge a Dios, escucha y guarda su Palabra en su corazón y la pone por obra y está totalmente disponible a trabajar por su Reino. El Cardenal vietnamita van Thuan, testigo de Jesús que pasó 13 años en la cárcel por su fe, dice que la vida de María se resume en tres palabras: Ecce, Fiat, Magníficat (He aquí, Hágase, Alaba). Disponibilidad, Acción y Reconocimiento de la grandeza de Dios.

(Is 35, 1-6; San 5,7-10, Mt 11, 2-11)