¿Esclavitud o Libertad?

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

Paradojas de la vida: San Pedro Claver, se hizo “esclavo” de los esclavos y eso lo hizo el más “libre” de su tiempo. El servicio con amor es la mayor fuente de libertad. 

Hoy vivimos muchos tipos de esclavitudes que tenemos la obligación de denunciar y  procurar aliviar, para no volvernos esclavos de nuestro egoísmo e indiferencia. 

Hay esclavitudes que son generadas desde el corazón humano endurecido por el pecado, como son: el secuestro, el abuso del poder, el enriquecimiento ilícito, la violencia, el narcotráfico, el robo, el asesinato, los vicios y la inmoralidad. 

¿Quiénes son más esclavos, las victimas o los victimarios? Aunque para las víctimas de cualquier maldad es muy duro, sobre todo, física y anímicamente, sufrir la injusticia, son más esclavos los victimarios, desde el punto de vista moral y espiritual. Los victimarios no valoran la alta dignidad que tienen los seres humanos y así tampoco se valoran a sí mismos como tales. Son esclavos de la soberbia, del egoísmo, de la avaricia, del odio, de la venganza, de la envidia y demás  bajas pasiones: tienen la esclavitud en su interior. 

Si quienes participan  en grupos armados al margen de la ley comprendieran que ellos están más secuestrados que sus víctimas, que son esclavos de sus jefes, de sus ideologías y de sus pasiones, se refugiarían en el único que les puede restituir su libertad y dignidad de hijos de Dios, Jesús.  

Él, más libre de los hombres, tomó sobre sí todas las esclavitudes o pecados de la humanidad, para que mediante su sacrificio, pudiéramos recuperar nuestra libertad. Su promesa es que si nos entregamos totalmente a Él, sin apegos ni a cosas ni a personas, negándonos inclusive a nosotros mismos y siguiéndolo, conseguiremos la plenitud y la felicidad eterna. 

Todos tenemos esclavitudes de las cuales es necesario irnos liberando. Hay algunas que limitan el progreso de muchos y que son responsabilidad de todos, como la miseria, la falta de acceso a la educación, a la salud y al trabajo. Hay otras relacionadas con el culto al consumo, al bienestar, al placer y a lo material. En cambio, le damos poca dedicación a lo espiritual y al cultivo de las virtudes, fuentes de libertad. Esto trae como consecuencia falta de sentido trascendental de la vida, de responsabilidad personal, familiar y social y de sensibilidad y compromiso para contribuir en la solución de los problemas y necesidades de los demás.  

La libertad es una condición del espíritu. Sólo se experimenta en el Bien, la Verdad y el Amor. Para usar bien la libertad debemos escoger el bien, el mal siempre esclaviza.

María, la más “libre” de los mortales, se llamó a sí misma la “esclava” de Dios. Esa sumisión a la voluntad del Padre, viviendo en plenitud sus leyes de amor,  fue su máxima fuente de libertad y la inmortalizó como Madre de todos. 

Recuperaremos la libertad que sólo nuestro Padre del Cielo puede ofrecernos, si libremente acogemos su voluntad y si buscamos por todos los medios la reconciliación con Él y con nuestros hermanos: “Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte…mi hijo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lucas 15, 7. 24) 

Seguimos convocando a la jornada de oración por la paz y la liberación de los secuestrados, del 23 al 30 de septiembre. Sólo Dios podrá ayudarnos a conquistar la libertad, la justicia y la paz, para cada uno y para nuestra patria. 

Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.