Campana de alerta

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

Después de lo sucedido al Papa Benedicto XVI y de las severas reacciones y amenazas que ha sufrido por abrir los ojos al mundo sobre la necesidad de conciliar la razón y la fe, es el momento de reflexionar sobre nuestras creencias. Es tiempo de profundizar más en nuestra fe, acrecentarla, fortalecerla y comprometerla hacia los fines que consideremos más convenientes para todos.

Nuestra sociedad se ha alejado mucho de Dios. Cree en Él pero de manera parcial. Muchos se conforman con afirmar su existencia pero no acrecientan su deseo de conocerlo, de relacionarse con Él y de hacerlo manifiesto en los valores de su vida. Se han quedado con la idea con la que lo percibían de niños, pero dejando las prácticas de piedad y de oración, sin incluirlo en las decisiones personales, viviendo como si no existiera.

Dios se ha dado a conocer a través de la historia de la humanidad, desde que creó al hombre a su imagen y semejanza. Desde el principio la rebeldía del hombre se manifestó viviendo como si no lo necesitáramos a la hora de decidir entre el bien y el mal. 

Los cristianos creemos en un Dios bueno, misericordioso, que tiende su mano al hombre, que le acompaña, le apoya, le ayuda, le estimula a superarse y a hacer el bien; Un Dios vivo, manifiesto en los hombres y mujeres que luchan por vivir honestamente. Un Dios que nos ama y quiere que le amemos de manera libre y sin coerción. 

Dejémonos cautivar por Dios. Aunque la Sagrada Escritura fue escrita hace muchísimos años, sigue siendo Palabra viva porque es Palabra de Dios. Fue escrita no sólo para que entendiéramos la historia de la humanidad sino para hacerse vida en nuestra realidad cotidiana, para insertarse en nuestros corazones y almas y transformarnos día a día de acuerdo a los principios divinos, para llevarnos a irradiar su amor a los demás.

Los sacramentos no son simples ritos. Son instrumentos vivos que Jesús entregó a la Iglesia para poner al alcance de los hombres la Gracia Divina. Para que abiertos en la mente, el corazón y el espíritu podamos vivir de cara al Espíritu de Dios en las decisiones diarias, acrecentando nuestros valores cristianos durante nuestra vida.

Rodeemos con amor y solidaridad a nuestro Papa. Muy especialmente con nuestras oraciones para que Dios le proteja y le ilumine en su difícil labor. Aprovechemos esta situación para acercarnos a Dios y hacerlo presente en nuestras realidades cotidianas, defendiendo la vida, la paz, el amor, la comprensión y la solidaridad entre todos. Fe y obras para que tenga más sentido nuestra existencia. Fe pedida a Dios y aceptada desde nuestra más profunda libertad.