Acojamos la Misericordia Divina

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

Me parece oportuno escribir más sobre asuntos espirituales en este mundo tan apegado a las realidades cotidianas. Creo que estamos en momentos de decisiones importantes para cada uno de nosotros, nuestras familias, nuestros países. Cada vez los gobiernos, a través de sus leyes, vuelven la vida más permisiva, donde cada cual actúa según sus propios criterios y moral, sin tomar en cuenta si las acciones nos hacen o no mejores personas o si perjudicamos o no a los demás. 

Nuestro Dios, infinito Amor, especialmente en esta época de Pascua, nos invita a sumergirnos en su infinita misericordia para ser lavados por la sangre redentora de su Hijo y ser llenados de su Santísima Gracia. Así quiere que seamos felices en la tierra y construyamos el Reino en el que podríamos convivir con Él en la Eternidad.

En la Semana Santa vivimos nuevamente todos los acontecimientos que se sucedieron en tiempos de Jesús. Esa realidad la continuamos viviendo en su plenitud a cada momento, y cada uno de nosotros tiene allí un papel protagónico. Allí está el reflejo de la humanidad. ¿Con quién nos identificamos? ¿Con Pedro? ¿Con Juan? ¿Con Pilato? ¿Con los sumos sacerdotes? ¿Con Judas? ¿Con Verónica? ¿Con los que lloran? ¿Con el Cireneo? ¿Con quienes gritan “crucifícale”? ¿Con el ladrón de la derecha? ¿Con el de la izquierda? ¿Con los soldados? ¿Con los curiosos? ¿Con los indecisos? ¿Con los que no se involucran? ¿Con Maria? ¿Con Jesús? 

Cuando actuamos como si Jesús no existiera, como si no hubiera Dios, basándonos sólo en nuestros criterios y emociones, nos arriesgamos a actuar igual o parecido a algunos de los personajes de la crucifixión del Señor. En los apóstoles, sólo cuando Jesús se presenta resucitado, se dan transformaciones más profundas que se afianzan cuando El les envía el Espíritu Santo. Igual en nosotros, solo si nos relacionamos con Cristo Resucitado e invocamos al Espíritu Santo, podremos actuar de manera diferente. Pedro después de su encuentro con Jesús resucitado, le repitió tres veces que lo amaba profundamente (curando las tres negaciones); tanto que, a pesar de que las persecuciones continuaban, en unión a los otros apóstoles, se atrevió a predicar e invitar al Reino de Dios, incluso dando su propia vida para poder hacer que el Evangelio fructificara.

A Judas le pagaron unas cuantas monedas de plata. ¡Cuántos hoy día no venden su conciencia con facilidad en las mil situaciones de la vida! Está para salir una película basada en un best seller mundial porque a la gente le encanta la intriga, la acusación, el juicio, la novela; aunque se estén inventando hechos que nos engañen y que confundan la fe de los niños, jóvenes y adultos; aunque se perjudiquen a instituciones tan valiosas como nuestra Madre Iglesia. 

Respecto a la película, cada uno puede asumir el papel que le parezca de cara a Dios. Puede verla y contribuir al éxito económico de quienes se enriquecen con la producción, puede creerse lo suficientemente maduro para no dejarse confundir (no saben lo astuto que es el mal), puede unirse al escritor del libro en sus intenciones al inventar esta novela y denigrar a quienes trabajan con ahínco por la dignidad humana y nuestro llamado a la santidad; o puede protestar pacíficamente, por ejemplo acudiendo a otra película diferente (ojalá positiva y sana). Defendamos lo que es sagrado sin violencia. 

Acojamos la Misericordia Divina y permitamos que el Señor transforme nuestros corazones para que construyamos un mundo con más amor, paz y misericordia. Sólo lo lograremos a través de su Gracia.