Evangelio - Historia y Reflexión...

La señal de Jonás Lucas 11,29-32 

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre 

 

 

Como la muchedumbre se agolpaba, se puso a decir: "Perversa generación es ésta; buscan una señal, mas no le será dada señal, sino la de Jonás. Porque lo mismo que Jonás fue una señal para los ninivitas, así el Hijo del hombre será una señal para la generación esta. La reina del Mediodía será despertada en el juicio frente a los hombres de la generación esta y los condenará, porque vino de las extremidades de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón; y hay aquí más que Salomón. Los varones ninivitas actuarán en el juicio frente a la generación esta y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y hay aquí más que Jonás"  

Signos de la fe

El silencio de Dios

Una antigua leyenda cuenta que un monje santo cuidaba una ermita donde estaba Cristo en la cruz y acudía mucha gente. Este monje le pedía a Cristo lo dejara estar en la cruz y así padecer. Cristo se lo concedió, pero con una condición, que guardara silencio. Así se hizo Cristo se bajó de la cruz y el santo hombre se crucificó. Un día llegó un hombre rico a orar al partir dejó allí la bolsa con el dinero. Al rato vino un pobre y al ver la bolsa se la llevó. Más tarde vino un joven. De inmediato volvió el rico en busca de a bolsa y al ver al joven lo culpó y cuando fue a golpearlo, el viejo monje habló y lo detuvo. El rico y el joven  se marcharon muy impresionados. Cristo le dijo al monje. Bájate porque no has guardado silencio. El monje le respondió: Cómo podía dejar hacer esa injusticia. No sabías que el dinero que perdió el rico era para comprar a la virginidad de una joven, que el pobre necesitaba ese dinero pues tenía un hijo enfermo y el muchacho que iba a ser golpeado era para evitar que viajara porque el barco en que viajó se hundió en el mar. No sabías nada. Yo si sabía. Por eso callo.  

Silencio…

 

Aquí no hacen falta señales. Falta cambiar cada uno.

 

“Dios quiere una respuesta de la misma clase de su oferta, es decir, de un amor libre. Por eso murió por todos” (San Alfonso M. de Ligorio)