Evangelio - Historia y Reflexión...

Al más pequeño ayudaron, a mí me lo hicieron Mateo 25,31-46

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre

 

 

Conmemoración de los fieles difuntos.

Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la resurrección de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Sabiduría 3,1-9  Dios ama y cuida a todos por igual

Salmo 26  El Señor es mi luz y mi salvación.

Romanos 5,5-11 Seremos por él salvos de la cólera.

1 Juan 3,14-16 por el amor nos salvamos

Mt 25,31-46  Al más pequeño ayudaron, a mí me lo hicieron. “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’. Entonces dirá también a los de la izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’. Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”

Acerca de la muerte

El más allá

Muchos dicen: Que morir es dejar de sufrir y punto.

·         Lo importante de ella no es lo que ella es en sí, sino lo que ella nos trae.

·         No es el instante mismo del paso a la otra vida, sino la otra vida a la que ella nos abre paso.

·         Para quienes tenemos fe, la muerte es sólo un suspiro, una sonrisa, un breve sueño.

·         La muerte no debería llamarse vida porque es el  inicio de la verdadera existencia.

La Iglesia enseña que…

“Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”

(Santa Teresa de Jesús)

Tomando en serio la muerte para…

·         Empezar a vivir.

·         Para mejor valorar del tiempo que nos queda en esta tierra.

·         Educarnos en la justa consideración de las cosas y de los bienes terrenos.

·         Aprender a que todo es pasajero, accidental y caduco.

·         Que aprendamos la auténtica sabiduría para la vida.

Los difuntos necesitan

 

Es admirable con cuánta vehemencia de san Juan Crisóstomo hablaba a sus fieles de los que murieron, leales a Jesucristo, necesitados todavía, sin embargo, de alguna purificación: llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos. La Santa Misa, sacrificio de Jesucristo en el Calvario, el sacrificio por antonomasia, es sin duda el mejor de los sufragios ofrecido por los fieles difuntos. Desde los primeros tiempos, nos recuerda en Catecismo de la Iglesia Católica, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sufragio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. 


Oración después de la comunión

Por este memorial de la muerte y resurrección de Cristo que hemos celebrado, concede, Señor, a nuestros hermanos difuntos, gozar de la paz eterna de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

 

Tratando de entender a la muerte

            Nadie puede explicarnos el dolor, su ilimitado alcance ni sus profundidades enigmáticas. Nadie nos puede describir el vacío que deja en el mismo centro de nuestro ser, ese vacío que nada lo llena”.

            La muerte de un ser querido llega en muchas formas…el esposo o la madre a quien uno quiso mucho durante medio siglo…el niño que uno nunca conoció…la muerte violenta, o el suicidio, de un amigo. En cualquier forma que sea, la muerte de un ser querido nos sacude y nos llena de una sensación de que todo se ha acabado, para lo cual nadie está realmente preparado.

Entendiendo el dolor

            Nunca nadie me dijo que el dolor se sentía como se siente el miedo…La misma tensión en el estómago, el mismo desasosiego. El dolor nunca ocurre en forma ordenada. Muchas veces quienes están de duelo van—ida y vuelta—del no sentir nada al sufrimiento, a la resignación.

Las reacciones físicas más comunes son el agotamiento, la pérdida o el aumento del apetito, el insomnio, tensión en el pecho, falta de la respiración y mareos. Los efectos emocionales incluyen el no reaccionar (estado de shock), la ansiedad, a veces hasta un sentido de culpa. También se llega a sentir rabia, depresión, irritabilidad, falta de concentración, abandono y miedo de “enloquecerse”. Estas sensaciones son difíciles pero son normales.

Si la relación con la persona fallecida era problemática, el proceso de recuperación puede ser aún más complicado, especialmente si al momento del fallecimiento no se habían resuelto algunos problemas”.

Si usted quiere resolver su pena, si quiere sobrepasar el dolor…pues tarde o temprano deberá enfrentarlo y atravesarlo.

De tanto gemir estoy agotado, de noche en mi cama lloro y mis lágrimas corren por el suelo. Salmo 6:6

Diez pasos hacia la recuperación

Para ayudarse a sí mismo en un momento tan difícil, tenga presente lo siguiente:

1. Tómese el tiempo que necesite para sentir pena, y para recuperarse.

2. Permita que sus seres queridos sepan cómo se siente.

3. Hable con alguien que ha pasado por una experiencia semejante. Considere recurrir a un grupo de apoyo.

4. Escribir notas diariamente puede ser una buena válvula de escape.

5. Sea bondadoso consigo mismo. Aliméntese y haga ejercicio. La actividad física alivia el estrés.

6. No se permita a sí mismo colocarse en un pedestal, por la admiración que otros tengan de su valentía.

7. Lea, infórmese sobre la pena y el duelo. Los profesionales, y quienes han pasado por una experiencia similar, tienen mucho que enseñar.

8. El momento más difícil puede presentarse a los seis meses del fallecimiento, cuando los demás comiencen a pensar que usted ya se tiene que haber recuperado.

9. Trate de ayudar a los demás. Eso es bueno para no pensar demasiado en sí mismo.

10. Rece. Sepa que Dios está con usted en su dolor y en su soledad, y que le dará fuerzas para seguir adelante.

Demos significado a lo que perdimos

            Lo que una vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos”.

Cuando avanzan hacia la recuperación, muchas personas deciden honrar la memoria del ser amado.

El hijo de Lorna Hawkins, Joe de 21 años, fue asesinado a una cuadra de la casa de su madre. Y pocos años después su otro hijo, Gerald, fue asesinado por quienes se sospecha eran miembros de una banda. La señora Hawkins tomó acción y fundó un grupo que organiza marchas de paz en varias ciudades, para llamar la atención sobre las muertes causadas por armas de fuego.

Un matrimonio perdieron trillizos en el embarazo. Dice la señora, “Cuando no hay rituales funerarios, muy poca gente acepta la idea de que la pérdida sea real. Cuando se pierde un hijo antes de nacer, no sólo se vuelve del hospital sin el bebé, sino que tampoco hay mucho apoyo para sobrellevar la pena. Ellos hicieron una ceremonia en la que plantaron tres árboles pequeños y leyeron pasajes de las Sagradas Escrituras.

El Padre siempre misericordioso, el Dios del que viene todo consuelo, el que nos conforta en todas nuestras aflicciones. 2 Corintios 1:3,4

Ayudando al amigo que está de duelo

            El amigo que está en silencio con nosotros, en un momento de angustia o incertidumbre, que puede compartir nuestro pesar y desconsuelo…y enfrentar con nosotros la realidad de nuestra impotencia, ése es el amigo que realmente nos quiere.

Quienes han pasado por la experiencia del duelo dicen a veces que las amistades y la familia fueron una gran ayuda. Pero mucha gente no sabe realmente qué decir o qué hacer.

Una viuda dijo, “mi esposo murió repentinamente, y hasta el día de hoy mi supervisor no me ha dicho ni una palabra al respecto”. Aunque se estima que el 25% de los empleados en cualquier lugar de trabajo está pasando por alguna pena, los compañeros son reacios a mencionar el tema. Y eso aumenta la tristeza del empleado.

            Después del fallecimiento de su hijo, la mamá integró a un grupo de apoyo de su iglesia, en donde encontró ayuda práctica. “Una persona devolvió los platos a quienes habían traído comida; otra ayudó a escribir tarjetas de agradecimiento; un hombre joven se ofreció cortar el pasto y otro llevó a su amigo apenado a la iglesia”.

           

            Y aquí hay más ideas:

• Escuche. Esté presente, sin pensar que tiene que dar consejos constantemente, o estar levantando el ánimo.

• Deje que su amigo llore.

• Comparta recuerdos de la persona que falleció.

• Evite decir, “entiendo cómo te sientes”. Nadie puede entender el dolor de otros.

• Visite, llame y escriba regularmente.

• Ofrezca apoyo, pero deje que la persona que sufre tome sus propias decisiones.

• Acepte los cambios que verá en su amigo. La pena por duelo puede causar altas y bajas emocionales. Rece por su amigo.

No olvidemos la pena de los niños

            Mi hermanita se murió repentinamente en la cuna. Eso puede ocurrir a veces y nadie sabe bien por qué. Se murió una noche cuando dormía. Me dio miedo irme a dormir. Pensé que me podía pasar lo mismo, pero mi mamá me dijo que yo ya era demasiado grandecita y eso les pasaba a los bebés. Pusimos a mi hermanita en un ataúd pequeñito, junto con su manta favorita y sus mejores juguetes. Y ahora me la imagino en el paraíso, jugando con Dios.

            Muchas veces los sentimientos de un niño se olvidan porque los adultos están tan agobiados por su propio dolor, o porque tratan de protegerlos. Pero los niños también sienten pena y, dependiendo de la edad, tienen distintas ideas sobre la muerte. Si al niño no se le permite que viva su tristeza, el efecto puede seguirlo hasta sus años de adulto.

            Si el que falleció fue un niño, asegúreles a sus hijos pequeños que la mayoría de los niños crecen y viven hasta la vejez.

            Evite fingir, como si nada pasara. No compare la muerte con el dormir, ni diga que “Dios lo necesitaba y lo llamó”. Asegúrele al niño que Dios comparte nuestro dolor y que nos ayudará. Recuerde a los niños que “el cielo es donde está Dios” y que “Dios es amor”. Los niños saben que nada es más importante que el amor.

Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan, porque el reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Lucas 18:16

 

 

Caminando hacia la esperanza

            En medio de este atolladero de angustia encontré la fuerza para luchar y salir adelante. Quizás me di cuenta de que mi esposa no hubiese querido verme así. Algo me hizo arrancar, y aferrarme a la vida y al amor.

            Aún cuando todavía queden momentos difíciles, la gente que ha llegado a aceptar el dolor encuentra fuerza en sí mismos y miran hacia el futuro con esperanza.

La señora Amy Florian enviudó a los 25 años de edad, cuando su esposo perdió la vida en un accidente de auto. “El recuerdo más imborrable que tengo de John es yo misma—quién era y lo que llegué a ser como resultado de John en mi vida. Recuerdo que sentí que nunca volvería a ser feliz, pero estaba equivocada”.

            Nora Richard vivió la forma más común de duelo que viven los adultos: la muerte de sus padres. Este hecho marca el final de una era, cuando la familia pierde su centro unificador. Y a menudo causa que los hijos jóvenes enfrenten su propia mortalidad. Para Nora Richard la recuperación llegó cuando descubrió que la conexión entre padres e hijos trasciende la muerte. “En lo más profundo de mi ser se encuentra la sabiduría de generaciones pasadas”.

En el dolor ¿dónde está Dios?

            El Dios en quien creo no nos manda el problema, sino que nos manda la fuerza para sobrellevar el problema.

            Cuando muere un ser querido, suele ocurrir que la gente dude de la bondad de Dios, o que se pregunte con rabia qué clase de Dios puede permitir que pase tal tragedia.

Si las convicciones espirituales fueron reconfortantes en el pasado, la pérdida temporaria de la fe—cuando más se la necesita—puede ser terrible. Pero la mayoría de la gente siente que, con el tiempo, la fe no sólo regresa sino que es más profunda e intensa que nunca.

 

Mitos comunes sobre el dolor

Mito: El duelo se acaba en pocos meses. Para el dolor no hay horario. Mientras los síntomas más intensos normalmente se alivian entre seis meses y un año, es común que lleve hasta más de dos años alcanzar un nuevo equilibrio. Y cuando el fallecimiento fue repentino, puede llevar aún más tiempo.

Mito: Las lágrimas son signo de debilidad. Llorar es la forma natural de liberar la tensión interna…y permite que la persona que sufre pida apoyo”.

 

Mito: Mencionar a la persona que falleció sólo aumentará el dolor. Contar anécdotas, mirar fotografías de un álbum, compartir recuerdos, ayuda a que la persona de duelo vea que el ser querido fallecido no ha sido olvidado.

Mito: La muerte y la pena son contagiosos. A veces los padres que han perdido un hijo son evitados por otras personas, pues representan el peor miedo de todo padre y madre…”si les pasó a ellos, nos puede pasar a nosotros”. Y en una sociedad de tantas parejas, las viudas y los viudos son dejados de lado.

Carta a Camera

el campeón de tenis y activista de los derechos humanos Arthur Ashe—ya fallecido—escribió esta carta a su hija Camera.

“Cuando estábamos juntos te quise mucho y me hiciste tan feliz que nunca te lo podría haber retribuido. Donde quiera que yo esté, cuando sientas tu corazón agobiado y la vida se torne demasiado pesada, o cuando tropieces y caigas, y no sepas si te podrás levantar, piensa en mí. Yo te estaré mirando, sonriendo y dándote aliento”.

Un último deseo

El cardenal de Chicago, Joseph Bernardin, dos semanas antes de fallecer de cáncer escribió “Lo que quisiera dejarles es una simple oración, de que todos encuentren lo que yo he encontrado—ese don especial que Dios nos da a todos: la paz. Cuando estamos en paz, nos sentimos libres para ser más plenamente quienes somos, aún en los peores momentos. Nos vaciamos y así Dios puede trabajar dentro de nosotros más profundamente. Nos convertimos en instrumentos en las manos de Dios”.