Evangelio - Historia y Reflexión...

La vida del servidor Lucas 7, 1-10

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre

 

 

Dios eterno y todopoderoso a quien confiadamente podemos llamar ya Padre nuestro, haz crecer en nuestros corazones el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que podamos gozar, después de esta vida, de la herencia que nos has prometido. Por nuestro Señor

1 Corintios 11,17-26 Los fundamentos de la comunidad

Salmo 39 Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Lucas 7, 1-10 La vida del servidor “En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga. Jesús se puso en marcha con ellos. Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: Ve, y va; a otro: Ven, y viene; y a mi criado: Haz esto, y lo hace”. Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande. Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano”

Una excelente curación.

 

¿Qué debe curar Dios  a nosotros? En este momento:

Que se aburren de ser niños por la prisa de crecer, y luego suspiran por regresar a ser niños.

Que primero pierden la salud para tener dinero y luego pierden el dinero para recuperar la salud.

Que por preocuparse tanto por el futuro, descuidan su presente, con lo que no viven el presente ni el futuro.

Que viven como si no fueran a morirse, y se mueren como si no hubieran vivido.

El oficial romano

·         Un pagano. Un no creyente.

·         Muy preocupado por la gente más sencilla. Su criado.

·         Es humilde pues le toca pedirle un favor  a un judío Jesús.

·         Ve en Jesús a un hombre de Dios.

·         Jesús encuentra en él una fe que no había visto en Israel.

¿Cómo nos falta esta clase de fe?

Así como un foco necesita de la electricidad para encender y un motor de combustión necesita de la gasolina para funcionar, así la gracia de Dios necesita ser alimentada por nuestra fe para poder obrar milagros y maravillas.

Fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve. Hebreos 11,1

 

 

En cada Eucaristía debíamos…

Un verdadero ejemplo de servicio

San Alberto Magno: habla de tres géneros de plenitudes

  1. La plenitud del vaso, que retiene y no da.
  2. La del canal, que da y no retiene.
  3. La de la fuente, que crea, retiene y da”. ¡Qué tremenda verdad!

Muchos hombres vaso:

Son gentes que se dedican a almacenar virtudes o ciencia, que lo leen todo, coleccionan títulos, saben cuanto puede saberse, pero creen terminada su tarea cuando han concluido su almacenamiento: ni reparten sabiduría ni alegría. Tienen, pero no comparten. Retienen, pero no dan. Son magníficos, pero magníficamente estériles. Son simples servidores de su egoísmo.

Muchos hombres-canal:

Es la gente que se desgasta en palabras, que se pasa la vida haciendo y haciendo cosas. Padecen la neurosis de la acción, tienen que hacer muchas cosas y todas de prisa, creen estar sirviendo a los demás pero su servicio es, a veces, un modo de calmar sus hormigueos del alma. Hombre-canal son muchos periodistas, algunos apóstoles, sacerdotes o seglares. Dan y no retienen. Y, después de dar, se sienten vacíos.

Pocos hombres-fuente.

Personas que dan de lo que han hecho sustancia de su alma, que reparten como las llamas, encendiendo la del vecino sin disminuir la propia, porque recrean todo lo que viven y reparten todo cuanto han recreado. Dan sin vaciarse, riegan sin decrecer, ofrecen su
agua sin quedarse secos.

Cristo -pienso- debió ser así.

El era la fuente que brota inextinguible, el agua que calma la sed para la vida eterna. Nosotros. Ah, tal vez ya haríamos bastante con ser uno de esos hilillos que bajan chorreando desde lo alto de la gran montaña de la vida.          José Luis Martín Descalzo

 

Oración Colecta

Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu amor a fin de que, amándote en todo y sobre todo, podamos obtener aquellos bienes que no podemos nosotros ni siquiera imaginar y has prometido tú a los que te aman. Por nuestro Señor Jesucristo... Amén