Evangelio - Historia y Reflexión...

El pan bajado del cielo Juan 6, 51-58

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre

 

 

Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego  de tu amor a fin de que, amándote en todo y sobre todo, podamos obtener aquellos bienes que no podemos nosotros ni
siquiera imaginar y has prometido tú a los que te aman. Por nuestro Señor Jesucristo...

Proverbios 9, 1-6 La sabiduría invita a su casa

Salmo 33 Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Efesios 5, 15-20 Déjense llenar del Espíritu

Juan 6, 51-58  El pan bajado del cielo “En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”  Jesús les dijo: Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”

Preparando la mesa eucarística

La lectura de hoy nos invita a dejar la inexperiencia y a adquirir la «prudencia

Jesús era el pan vivo.

Cada santa Misa

·         Cuando el sacerdote pronuncia estas palabras de nuestro Señor, está perpetuando su sacramento.

·         Y no se trata de un simple recuerdo, sino de un “memorial”

·         Es decir, de una celebración que “revive” y actualiza en el hoy de nuestra historia el misterio de la Eucaristía y del Calvario, por nuestra salvación.

·          Jesucristo renueva su Pasión, muerte y resurrección.

·         Y vuelve a inmolarse al Padre sobre el altar de la cruz por la redención.

·         Tiene un valor redentor infinito, que sólo con la fe podemos apreciar

Eusebio de Cesarea recuerda que los cristianos no dejaban de celebrar la Eucaristía ni siquiera en medio de las persecuciones: Cada lugar donde se sufría era para nosotros un sitio para celebrar..., ya fuese un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisión... El Martirologio del siglo XX está lleno de narraciones conmovedoras de celebraciones clandestinas de la Eucaristía en campos de concentración. ¡Porque sin la Eucaristía no podemos vivir la vida de Dios!

Además… Del santo Sacrificio, podemos gozar de la presencia real de Jesucristo nuestro Señor en el Sagrario durante las veinticuatro horas del día.

Una eterna invitación

El Señor nos insiste con gran fuerza en la necesidad de recibirlo en la Eucaristía, para que crezca en nosotros la vida de la gracia

 

La Iglesia nos enseña

La necesidad de recibir el sacramento de la comunión con frecuencia

La decisión de acercarnos a comulgar en cada misa, nos queda a nosotros. Jesús nos está esperando siempre.

Jesús se esconde en la Comunión de cada misa para que nos animemos a tratarlo.

Para ser alimento nuestro con el fin de que nos hagamos una sola cosa con El.

La Sagrada Eucaristía es el sacramento. El Bautismo existe para la Eucaristía y los otros sacramentos son enriquecidos por su existencia.

Los efectos de comulgar

“El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”

“Así como yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me come vivirá por mí”

Se recibe la eficacia salvífica del sacrificio.

 EUCARISTÍA en un CAMPO de CONCENTRACIÓN. Por el Cardenal Van Thuan

Cuando en 1975 me metieron en la cárcel, se abrió camino dentro de mí una pregunta angustiosa: ¿Podré seguir celebrando la Eucaristía? Venía a mi mente aquella frase ¡No podemos vivir sin la celebración de la Eucaristía!  Cuando me arrestaron, tuve que marcharme enseguida, con las manos vacías. Al día siguiente me permitieron escribir a los míos, para pedir lo más necesario: ropa, pasta de dientes... Les puse: Por favor, enviadme un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago. Los fieles comprendieron enseguida. Me enviaron una botellita de vino de misa, con la etiqueta: medicina contra el dolor de estómago, y hostias escondidas en una antorcha contra la humedad.

La policía me preguntó: ¿Le duele el estómago? Sí. Aquí tiene una medicina para usted. Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa. ¡Éste era mi altar y ésta era mi catedral! Era la verdadera medicina del alma y del cuerpo: ¡Han sido las misas más hermosas de mi vida! Budistas y otros no cristianos alcanzaban la fe. La fuerza del amor de Jesús era irresistible. Así la oscuridad de la cárcel se hizo luz pascual, y la semilla germinó bajo tierra, durante la tempestad. La prisión se transformó en escuela de catecismo.

Sí, la Eucaristía nos hace uno en Cristo

Si tomamos conciencia de lo que realiza la Eucaristía

Tendremos que gritar  Padre nuestro y pan nuestro. Hechos 4,32

La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres Mateo 25,40

diosbendice1@cantv.net


 

 

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él»

            Hoy, con los dos elementos, pan y vino, el simbolismo eucarístico alcanza su culmen y totalidad. Si la queremos entender, la eucaristía, debemos partir de los signos elegidos por Jesús. El pan es signo de alimento, de comunión entre quienes lo comen juntos; a través de él llega al altar y es santificado todo el trabajo humano. La sangre, evoca en primer lugar todo el sufrimiento que existe en el mundo. Si, por lo tanto, en el signo del pan llega al altar el trabajo del hombre, en el signo del vino llega ahí también todo el dolor humano; llega para ser santificado y recibir un sentido y una esperanza de rescate gracias a la sangre del Cordero inmaculado.

            ¿Pero por qué, para significar su sangre, Jesús eligió precisamente el vino? ¿Qué representa el vino para los hombres? ¿O será cuestiones de color? Representa la alegría, la fiesta; no representa tanto la utilidad (como el pan) cuanto el deleite. No está hecho sólo para beber, sino también para brindar. Jesús multiplica los panes por la necesidad de la gente, pero en Caná multiplica el vino para la alegría de los comensales.

La Escritura dice que «el vino recrea el corazón del hombre y el pan sostiene su vigor» (Sal 104, 15)

            Mientras que pan y agua significan santificación del sufrimiento. Ya que son sinónimos de ayuno de austeridad y de penitencia. Al elegir pan y vino quiso indicar también la santificación de la alegría. Pero también el vino evoca un problema grave. En la segunda lectura escuchamos esta advertencia del Apóstol: «no os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu».

            Si existe alcohólicos anónimos que sostiene ya lienta, también que no se debía descuidar los remedios espirituales, como la oración, los sacramentos y la palabra de Dios.

En la obra El peregrino ruso se lee una historia cierta. Un soldado esclavo del alcohol y amenazado con ser expulsado fue a un santo monje a preguntarle qué debía hacer para vencer su vicio. Este le ordenó que leyera cada noche, antes de acostarse, un capítulo del Evangelio. Él consiguió un Evangelio y comenzó a hacerlo con diligencia. Pero al poco volvió desolado al monje a decirle: «¡Padre, soy demasiado ignorante y no entiendo nada de lo que leo! Déme otra cosa que hacer». Le respondió: «Sigue solamente leyendo. Tu no entiendes, pero los demonios entienden y tiemblan». Así lo hizo aquél y fue liberado de su vicio. ¿Por qué no intentarlo?