Evangelio - Historia y Reflexión...

¡No teman, soy yo! Mateo 14, 22-36

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre

 

 

Santo Domingo de Guzmán, presbítero

Dios nuestro, que en santo Domingo de Guzmán otorgaste a tu Iglesia un predicador insigne de tu Evangelio y del amor a la Virgen María, concédenos una inquebrantable fidelidad a tu Hijo y una sólida devoción a su santísima Madre.  Por nuestro Señor.

Jeremías 30, 1-2. 12-15. 18-22 La salvación prometida

Salmo 101  El Señor es nuestro Dios.

Mateo 14, 22-36  ¡No teman, soy yo! “En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí. Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: “¡Es un fantasma!” Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”. Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Jesús le contestó: “Ven”. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios” Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron, quedaron curados” 

            El pueblo de Israel había pasado por el éxodo para llegar a la tierra prometida y es allí donde se quiere realizar el proyecto de Dios. Ahora Jesús actualiza la aquella presencia y la hace visible a los ojos de todos. Jesús quiere que se haga realidad una comunidad de valores en la justicia, la fraternidad y la paz.

            Hoy Jesús nos invita a embarcarnos sin miedo y a enfrentar las aguas duras y embravecidas. Deben navegar con viento en contra y cuando Jesús se les presenta no lo reconocen. “Creen ver un fantasma” El viento, que es símbolo de las fuerzas del mal, hacen que Pedro tenga miedo y se hunde. Muchos temores se vienen encima para los discípulos. Temían al mal y creían que en cualquier momento la barca, símbolo de la propia comunidad, sucumbiría a la acometida de las olas.

            Nosotros a veces dudamos de la fuerza de Dios y pensamos que nuestras comunidades, por ser débiles y pequeñas, sucumbirán ante la presión del mundo. Sin embargo, Jesús siempre está ahí para decirnos «¡Ánimo, no tengan miedo!»

            Muchos miedos. Pues no hay compromiso, mucho menos llevar adelante lo que nos grita el santo bautismo. Aquel sacramento de manos de padres y padrinos recibimos y que se ha quedado en la foto, el traje o al cadena de recuerdo. Nos corresponde hoy, sin temores, adelantar una catequesis familiar seria y activa. Donde los hijos llevados por catequistas y en armonía con sus padres se vayan preparando. Ya no es: Quiero que mi hijo tomen comunión. Ahora es, queremos prepararnos, todo, para recibir la santa comunión