Evangelio - Historia y Reflexión...

Siete maldiciones contra los fariseos. Mateo 23,13-22

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre

 

 

 

“Por lo tanto, ¡ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes cierran a la gente el Reino de los Cielos. No entran ustedes, ni dejan entrar a los que querrían hacerlo.¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes recorren mar y tierra para ganar un pagano y, cuando se ha convertido, lo transforman en un hijo del demonio, mucho peor que ustedes.

¡Ay de ustedes, que son guías ciegos! Ustedes dicen: "Jurar por el Templo no obliga, pero jurar por el tesoro del Templo, sí". ¡Torpes y ciegos! ¿Qué vale más, el oro mismo o el Templo que hace del oro una cosa sagrada? Ustedes dicen: "Si alguno jura por el altar, no queda obligado; pero si jura por las ofrendas puestas sobre el altar, queda obligado". ¡Ciegos! 

¿Qué vale más, lo que se ofrece sobre el altar o el altar, que hace santa la ofrenda? 

El que jura por el altar, jura por el altar y por lo que se pone sobre él. El que jura por el Templo, jura por él y por Dios que habita en el Templo. El que jura por el 

Cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él”



“Había un monje que a todo le buscaba perfección: no soportaba el menor desafino en los cantos religiosos, ni una arruga en el vestido, ni un plato mal lavado… Sufría mucho con los compañeros en el monasterio y convencido que allí no encontraría la perfección, pidió permiso al Abad para irse a vivir solo. Se llevó lo necesario. Eligió para su morada un lugar muy bello, pasó la noche en oración y al amanecer oyó los pájaros cantar, el sol salir y pensó que allí, por fin, encontraría la perfección. A media mañana sintió sed y fue al río a buscar agua, y al cargar el cántaro se le derramó un poco. No aceptó y arrojó el agua con fuerza y se le mojaron y embarraron los pies con el polvo del camino,. Volvió a agarrar agua y otra vez se le derramó. A la tercera vez lleno de cólera rompió el cántaro. SE puso a reflexionar mientras le pasaba la rabia y dijo: la causa de mi cólera no está en los demás. El enemigo está aquí dentro. Regresó al monasterio, pidió perdón y desde aquel día empezó a ver a sus compañeros con ojos nuevos y cariñosos”



Para sabio Salomón y para perfecto Dios

Somos muchos los que nos creemos perfectos. 
Fueron los Santos los que se hicieron santos reconociendo sus imperfecciones. 
Es muy común culpar a los demás de nuestros errores. 
Pues, habrá que recordar, que somos arrieros y por el mundo andamos.


SEÑOR AYUDAME

Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes. 
Y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. 
Si me das fortuna, no me quites la felicidad. 
Si me das fuerza, no me quites la razón. 
Si me das éxito, no me quites la humildad. 
Si me das humildad, no me quites la dignidad. 
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla. 
No me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. 
Enséñame a querer a la gente como a ti mismo y a juzgarme como a los demás. 
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. 
Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. 
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte. 
Y que la venganza es la señal primitiva del débil.